Te dejamos el capítulo 34 y 35 del libro Perfect.
Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer acá.
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Capítulo 34: Está justo ahí en frente de ti
Otro café? —Una camarera que olía a queso a la plancha y tenía un lunar muy grande en su barbilla se mantenía sobre Aria, agitando una jarra de café.
Aria miró a su taza casi vacía. Sus padres probablemente dirían que este café estaba cargado de carcinógenos, pero ¿qué sabían ellos? —Claro —Respondió.
Esto era por lo que había venido. Aria sentada en una mesa del restaurante cercano de la casa de Ezra en Old Hollis con todos sus mundanos bienes, su portátil, su bicicleta, su ropa, sus libros, alrededor de ella. No tenía a dónde ir. No a la de Sean, no a la de Ezra, ni siquiera a la de su propia familia. El restaurante era el único lugar abierto ahora mismo, a menos que contaras el Taco Bell de veinticuatro horas, que era un lugar de reunión totalmente.
Miró fijamente a su Treo, sopesando sus opciones. Finalmente, marcó el número de su casa. El teléfono sonó seis veces antes de que el contestador automático saltara. Gracias por llamar a los Montgomerys —La alegre voz de Ella se oyó—. No estamos en casa ahora mismo...
Por favor. ¿Dónde demonios estaría Ella después de medianoche un sábado?
—Mamá, contesta —dijo Aria al contestador después de que diera un pitido—. Sé que estás ahí.
—Todavía nada. Suspiró—. Escucha. Necesito volver a casa esta noche. Rompí con mi novio. No tengo otro lugar más en el que quedarme. Estoy sentada en un restaurante, sin hogar.
Hizo una pausa, esperando que Ella contestara. No lo hizo. Aria podía imaginarla de pie junto al teléfono, escuchando. O tal vez no estaba en absoluto. Tal vez había escuchado la voz de Aria y volvió a subir las escaleras a la cama.
—Mamá, estoy en peligro —suplicó—. No puedo explicar cómo, exactamente, pero tengo... tengo miedo de que algo vaya a pasarme.
Beep. La cinta del contestador automático la interrumpió. Aria dejó su teléfono chocar estrepitosamente contra la mesa de formica. Podría llamar de nuevo, ¿pero cuál sería el punto? Casi podía escuchar la voz de su madre: no puedo siquiera mirarte ahora mismo.
Levantó su cabeza, considerando algo. Lentamente, Aria recogió su Treo de nuevo y se desplazo a través de sus mensajes. El mensaje de Byron con su número todavía estaba allí. Respirando hondo, marcó. La voz soñolienta de Byron respondió.
—Soy Aria —dijo en voz baja.
—¿Aria? —Byron repitió. Parecía aturdido—. Son, como, las dos de la mañana.
—Lo sé. —La máquina de discos del restaurante cambió de registro. La camarera junto dos botellas de ketchup. Las últimas personas restantes, además de Aria se levantaron de sus mesas, dijeron adiós con la mano a la camarera, y se abrieron camino por la puerta principal. La campanilla del restaurante sonó.
Byron rompió el silencio.
—Bueno, es agradable saber de ti.
Aria enrollo sus rodillas contra su pecho. Quería decirle que había estropeado todo,
haciéndole que guardara su secreto, pero se sentía demasiado agotada como para luchar. Y además... una parte de ella realmente extrañaba a Byron. Byron era su papá, el único papá que conocía. Había alejado una serpiente que se había deslizado en el camino de Aria durante un viaje de senderismo al Gran Cañón. Había bajado a hablar con el profesor de arte de quinto grado de Aria, el Sr. Cunningham, cuando le dio a Aria una F en su autorretrato, porque se había dibujado con unas escamas verdes y una lengua bífida. “Tu maestro simplemente no entiende el expresionismo postmoderno”, Byron había dicho, cogiendo su abrigo para ir a hacer batalla. Byron solía cargarla, tirándola sobre sus hombros, llevarla a la cama, y arroparla. Aria echaba de menos eso. Necesitaba eso. Quería decirle que estaba en peligro. Y quería que le dijera, “Yo te protegeré”. Lo haría, ¿no?
Pero entonces oyó la voz de alguien de fondo.
—¿Todo bien, Byron?
Aria se encrespo.
Meredith.
—Estaré allí en un segundo —dijo Byron.
Aria estaba furiosa. ¿Un segundo? ¿Eso era todo lo que pensaba dedicar a esta conversación?
La voz de Byron regresó al teléfono.
—¿Aria? Así que... ¿qué pasa?
—No importa —dijo Aria fríamente—. Vuelve a la cama, o lo que sea que estuvieras haciendo.
—Aria… —Byron comenzó.
—En serio, ve —Aria dijo rígidamente—. Olvida que te llamé.
Tecleó TERMINAR y posó su cabeza sobre la mesa. Trató de inhalar y exhalar, pensando en pensamientos tranquilos, como en el océano, o montar en bicicleta, o la distracción de tejer una bufanda.
Unos minutos más tarde, miró alrededor del restaurante y se dio cuenta de que era la única persona allí. Los desgarrados, descoloridos taburetes del mostrador estaban todos libres, las mesas todas limpias y vacías. Dos jarras de café colocadas sobre los calentadores de detrás del mostrador, y la pantalla de la caja registradora todavía emitía BIENVENIDO, pero las camareras y los cocineros habían desaparecido todos.
Era como una de esas películas de terror, donde, de alguna manera, todo a la vez, el personaje principal mira hacia arriba para encontrar a todos muertos.
El asesino de Ali está más cerca de lo que piensas.
¿Por qué A no solo le decía quién era el asesino? Estaba harta de jugar a Scooby-Doo. Aria pensó en su sueño de nuevo, de cómo esa pálida y fantasmal Ali había caminado al frente de la cámara.
—¡Mira más cerca! —Había gritado—. ¡Esta justo delante de ti! ¡Está justo ahí!
Pero, ¿qué estaba justo ahí? ¿Qué había pasado por alto Aria?
La camarera del lunar salió de detrás del mostrador y miró a Aria.
—¿Quieres un pedazo de pastel? El nutritivo de manzana. El de la casa.
—Eso-eso está bien —tartamudeó Aria.
La camarera ladeó una amplia cadera contra uno de los taburetes rosa del mostrador.
Tenía el pelo negro del tipo rizado, que siempre parecía mojado.
—¿Oíste sobre el acosador?
—Uh-huh —respondió Aria.
—¿Sabes lo que escuché? —dijo la camarera—. Es un niño rico. —Cuando Aria no respondió, volvió a limpiar una ya limpia mesa.
Aria parpadeó un par de veces. Mira más cerca, Ali había dicho. Metió la mano en su bandolera y abrió su portátil. Le tomó un tiempo arrancar, y luego le tomó aún más tiempo para que Aria encontrara la carpeta de archivos que contenía sus viejos videos.
Había pasado tanto tiempo desde que había buscado entre ellos. Cuando finalmente la descubrió, se dio cuenta de que ninguno de los archivos de vídeo estaba etiquetado con mucha precisión. Tenían tituladas cosas como “Nosotras cinco, # 1”, o “Ali y yo, #6”, y las fechas eran de cuando habían sido vistos por última vez, no de cuando fueron hechos. No tenía ni idea de cómo encontrar el video que había sido filtrado a la prensa... además de pasar por todos ellos.
Hizo clic al azar en un video titulado “¡Miau!” Aria, Ali, y las demás estaban en la habitación de Ali. Estaban luchando por vestir al gato himalaya de Ali, Charlotte, con un jersey tejido a mano, riendo mientras embutían sus piernas a través de las mangas.
Vio otro video llamado “Lucha contra # 5”, pero no era lo que pensó que sería, ella, Ali, y las demás estaban haciendo galletas de chocolate y tenían una pelea de comida, arrojando masa de galletas alrededor de la cocina de Hanna. En otro, estaban jugando en la mesa del futbolito en el sótano de Spencer.
Cuando Aria hizo clic en un nuevo MPEG que se llamaba simplemente “DQ” (Cadena de servicio y restaurantes de comida rápida propiedad de International Dairy Queen, Inc., co), se dio cuenta de algo. Por el aspecto del corte de pelo de Ali y toda su nueva ropa de buen tiempo, el video era de un mes más o menos antes de que Ali hubiera desaparecido. Aria había enfocado un tiro de Hanna tragándose un monstruoso Dairy Queen Blizzard en un tiempo récord. De fondo, oyó a Ali empezar a hacer ruidos de arcadas. Hanna hizo una pausa, y su rostro palideció rápidamente. Ali se reía de fondo. Nadie más parecía darse cuenta.
Una extraña sensación se deslizó sobre Aria. Había oído los rumores de que Hanna tenía un problema de bulimia. Parecía como algo que A, y Ali, lo sabrían. Hizo clic en otro. Estaban examinando superficialmente los canales en la casa de Emily. Ali se detuvo en un telediario de un desfile del Orgullo Gay que había tenido lugar en Filadelfia antes ese mismo día. Se volvió deliberadamente hacia Emily y sonrió.
—Eso se ve muy divertido, ¿no es así, Em? —Emily se puso roja y tiró de la capucha de su sudadera sobre su cabeza. Ninguna de las otras pestañeó con sorpresa.
Y otro. Este era sólo de dieciséis segundos de duración. Las cinco estaban retrepadas
alrededor de la piscina de Spencer. Todas llevaban unas gafas de sol enormes de Gucci, o en el caso de Emily y Aria, imitaciones. Ali se sentó y empujó sus gafas hacia debajo de su nariz.
—Hey, Aria —dijo bruscamente—. ¿Qué hace tu papá si, por ejemplo, tiene estudiantes sexys en su clase?
El video terminó. Aria recordaba ese día, había sido poco después de que ella y Ali hubieran descubierto a Byron y a Meredith besándose en el coche de Byron, y Ali había comenzado a lanzar indirectas de que se lo iba a contar a las demás.
Ali realmente sabía todos sus secretos, y los había estado colgando sobre sus cabezas.
Habían estado todos justo delante de ellas, y no se habían dado cuenta. Ali había sabido todo. Todo acerca de ellas. Y ahora, A lo sabía, Excepto... ¿cuál era el secreto de Spencer?
Aria hizo clic en otro video. Finalmente, vio la escena familiar. Estaba Spencer, sentada en su sofá, con esa corona en su cabeza.
—¿Quieres leer sus mensajes? —Señaló el teléfono LG de Ali, que estaba tendido entre los cojines del sofá.
Spencer abrió el teléfono de Ali.
—Está bloqueado.
—¿Sabes su contraseña? —Aria escuchó su propia voz preguntar.
—Trata con su cumpleaños —Hanna susurró.
—¿Estaban mirando mi teléfono? —gritó Ali.
El teléfono cayó estrepitosamente al suelo. Justo después, la hermana mayor de Spencer, Melissa, y su novio, Ian, pasaron por delante de la cámara. Ambos sonrieron a la lente.
—Hey chicas —dijo Melissa—. ¿Qué sucede?
Spencer pestañeó con sorpresa. Ali parecía aburrida. La cámara se enfocó en su cara y tomo una vista panorámica hacia abajo hasta el teléfono cerrado.
—Oh, este es el video que he visto en las noticias —dijo una voz detrás de Aria. La camarera estaba apoyada contra el mostrador, limándose sus uñas con una lima del pájaro Tweety.
Aria pausó el video y se volvió.
—¿Perdona?
La camarera se ruborizó.
—Uy. Cuando esto está muerto de esta manera, me convierto en mi malvada gemela que escucha a escondidas. No quise decir que mirara en tu ordenador. Ese pobre chico, sin embargo.
Aria la miró de reojo. Se dio cuenta por primera vez que la etiqueta del nombre de la camarera decía ALISON. Escrito de la misma manera y todo.
—¿Qué pobre chico? —preguntó.
Alison señaló hacia la pantalla.
—Nadie habla nunca del novio. Debe haber estado tan destrozado.
Aria miró fijamente hacia la pantalla, desconcertada. Señaló hacia la imagen congelada de Ian.
—Ese no es su novio. Está con la chica que está en la cocina. No está en la pantalla.
—¿No? —Alison se encogió de hombros y empezó a limpiar el mostrador de nuevo—.La forma en que están sentados... sólo lo he dado por hecho.
Aria no sabía qué decir. Puso el video de nuevo al principio, confundida. Ella y sus amigas trataban de desbloquear el teléfono de Ali, Ali volvió, Melissa y Ian sonreían, un golpe cinematográfico hacia el teléfono cerrado, lo terminó.
Reinicio el video una vez más, esta vez a media velocidad. Spencer lentamente se reajusto su corona. El móvil de Ali avanzaba lentamente por la pantalla. Ali regresó, cada expresión suya lánguida y retorcida. En lugar de pasar corriendo, Melissa ando con paso lento. De repente, se dio cuenta de algo en la esquina de la pantalla: el borde de una pequeña y delgada mano. La mano de Ali. Luego vino otra mano. Era más
grande y masculina. Ralentizó el cuadro de la velocidad. De vez en cuando, la mano
grande y la pequeña se topaban entre sí. Sus meñiques entrelazados.
Aria se quedo sin aliento.
La cámara giró hacia arriba. Mostró a Ian, quien estaba mirando algo más allá de la cámara. Fuera a la derecha estaba Spencer, mirando con anhelo a Ian, sin darse cuenta de que él y Ali estaban tocándose. Toda esta cosa sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Pero ahora que lo vio, era todo tan obvio.
Alguien quería algo de Ali. Su asesino está más cerca de lo que piensas. Aria se sintió mal. Todas sabían que a Spencer le gustaba Ian. Hablaba de él constantemente: de cómo su hermana no lo merecía, de cómo era tan divertido, cómo de guapo era cuando cenaba en su casa. Y todas se habían preguntado si Ali estaba guardando un gran secreto, podría haber sido esto. Ali debe habérselo dicho a Spencer. Y Spencer no podía tratar con eso.
Aria junto más piezas. Ali había salido del granero de Spencer... y no apareció muy lejos de allí, en un agujero de su propio patio trasero. Spencer sabía que los trabajadores iban a llenar el agujero con hormigón al día siguiente. Una nota de A había dicho: Todas conocían cada centímetro de su patio trasero. Pero para una de ustedes, era tan, tan fácil.
Aria permaneció inmóvil durante unos segundos, y luego cogió su propio teléfono y marcó el número de Emily. El teléfono sonó seis veces antes de que Emily respondiera.
—¿Hola? —La voz de Emily sonó como si hubiera estado llorando.
—¿Te desperté? —Aria preguntó.
—No he ido a dormir todavía.
Aria frunció el ceño.
—¿Estás bien?
—No. —La voz de Emily se quebró. Aria la escuchó sorberse la nariz—. Mis padres están enviándome lejos. Voy a dejar Rosewood mañana. Debido a A.
Aria se inclinó hacia atrás.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ni siquiera vale la pena entrar en eso. —Emily parecía derrotada.
—Tienes que reunirte conmigo —dijo Aria—. Ahora mismo.
—¿No escuchaste lo que dije? Estoy castigada. Estoy más allá de castigada.
—Tienes que hacerlo. —Aria se dio la vuelta en la mesa, tratando de ocultar lo que estaba a punto de decir del personal del restaurante lo mejor que pudo—. Creo que sé quién mató a Ali.
Silencio.
—No, no lo sabes—dijo Emily.
—Lo sé. Tenemos que llamar a Hanna.
Había un chirrido al final del teléfono de Emily. Tras una breve pausa, su voz volvió.
—Aria —susurró—: Tengo otra llamada. Es Hanna.
Un escalofrío atravesó a Aria.
—Ponla en conferencia.
Hubo un clic, y Aria oyó la voz de Hanna.
—Chicas —Hanna estaba diciendo. Parecía
sin aliento y la conexión estaba retumbando, como si Hanna estuviera hablando a través de un ventilador—. No van a creer esto. Un problema. Quiero decir, creo que A es un problema. Tengo esta nota de este número y de repente supe de quien era, y...
De fondo, Aria oyó un claxon tocar.
—Reúnanse conmigo en nuestro lugar —dijo Hanna—. En los columpios del Rosewood Day.
—Está bien. —Respiró Aria—. Emily, ¿puedes venir a recogerme al restaurante Hollis?
—Claro —murmuró Emily.
—Bien —dijo Hanna—. De prisa.
Capítulo 35: Palabras susurradas desde el pasado
Spencer cerró sus ojos. Cuando los abrió, estaba de pie fuera del granero de su patio trasero. Miró alrededor. ¿Había sido transportada aquí? ¿Había acabado aquí y no lo recordaba?
De repente, la puerta del granero osciló al abrirse y Ali salió furiosamente.
—Bien —dijo Ali por encima de su hombro, los brazos meciéndose con confianza—. Nos
vemos. —Caminó derecha pasando a Spencer, como si Spencer fuera un fantasma.
Era la noche en la que Ali desapareció de nuevo. Spencer comenzó a respirar más rápido. Tanto como no quería estar aquí, sabía que tenía que ver todo esto, para recordar cuanto pudiera.
—¡Muy bien! —Se oyó gritar desde el interior del granero. Mientras Ali caminaba furiosa hacia abajo del camino, Spencer, más joven y más pequeña, salió al porche—. ¡Ali! —La Spencer de trece años gritó, mirando alrededor.
Entonces, fue como si la Spencer de diecisiete años y la Spencer de trece años, se fusionaran en una. De pronto podía sentir todas las emociones de su yo más joven.
Había miedo: ¿qué había hecho, diciéndole a Ali que se fuera? Había paranoia: ninguna de ellas había desafiado nunca a Ali. Y Ali estaba enfadada con ella. ¿Qué iba a hacer?
—¡Ali! —gritó Spencer. El pequeño farolillo con forma de pagoda del camino de regreso a la casa principal proporcionaba sólo un susurro de luz. Parecía como si las cosas se estuvieran moviendo en el bosque. Hace años, Melissa le había dicho a Spencer que los malvados duendes vivían en los árboles. Los duendes odiaban a Spencer y querían cortarle su pelo.
Spencer caminó hacia donde el camino se separaba: podía ir ya sea hacia su casa, o hacia el bosque que delimitada su propiedad. Deseó haber traído una linterna. Un murciélago se precipito hacia los árboles. Mientras volaba lejos, Spencer se dio cuenta de alguien mucho más abajo en el camino cerca del bosque, encorvado y mirando su móvil. Ali.
—¿Qué estás haciendo? —grito Spencer.
Ali entornó sus ojos.
—Estoy yendo a algún lugar más emocionante que quedarme con ustedes.
Spencer se puso tensa.
—Bien —dijo con orgullo—. Vete.
Ali inclinó la cadera. Los grillos chirriaron al menos veinte veces antes de que hablara
de nuevo.
—Intentas robarme todo. Pero no puedes tener esto.
—No puedo tener, ¿qué? —Spencer se estremeció en su fina camiseta.
Ali se rió malvadamente.
—Ya lo sabes.
Spencer parpadeó.
—No... no lo sé.
—Vamos. Lo leíste en mi diario, ¿no?
—No leería tu estúpido diario —Spencer escupió—. No me importa.
—Cierto. —Ali dio un paso hacia Spencer—. Te importa demasiado.
—Estás delirando —murmuró Spencer.
—No, no lo estoy. —Ali estaba justo junto a ella ahora—. Tú lo estas.
La ira hervía en el interior de Spencer, y apartó de un empujón a Ali por el hombro.
Era lo suficientemente fuerte como para hacer que Ali se tambaleara hacia atrás,
perdiendo su equilibrio sobre las rocas del camino, las cuales estaban resbaladizas por el rocío. La vieja Spencer hizo una mueca. Se sintió como si fuera un rehén, siendo
arrastrada por el camino. Una mirada de sorpresa cruzó por la cara de Ali, pero
rápidamente se volvió a burlar.
—Las amigas no empujan a las amigas.
—Bueno, tal vez no somos amigas —dijo Spencer.
—Supongo que no —dijo Ali. Sus ojos bailaban. La expresión de su cara indicaba que tenía algo muy jugoso que decir. Hubo una larga pausa antes de que hablara, como si estuviera considerando sus palabras muy, muy cuidadosamente.
Espérate, se instó Spencer. RECUERDA.
—Crees que besar a Ian fue muy especial —gruñó Ali—. ¿Pero sabes lo que me dijo? Que ni siquiera sabías cómo hacerlo.
Spencer escudriñó el rostro de Ali.
—Ian... espera. ¿Ian te dijo eso? ¿Cuándo?
—Cuando estábamos en nuestra cita.
Spencer la miró fijamente.
Ali rodó sus ojos.
—Eres tan poco convincente, actuando como si no supieras que estamos juntos. Pero, por supuesto que lo sabes, Spence. Eso es por lo que te gustaba, ¿no? ¿Porque yo estoy con él? ¿Porque tú hermana está con él? —Se encogió de hombros—. La única razón por la que te besó la otra noche fue porque se lo pedí. No quería, pero se lo rogué.
Los ojos de Spencer estaban aturdidos.
—¿Por qué?
Ali se encogió de hombros.
—Quería ver si haría algo por mí. —Su rostro estudió una falsa colmena—. Oh, Spence. ¿De verdad te creíste que le gustabas?
Spencer dio un paso atrás. Las luciérnagas giraban en el cielo. Había una sonrisa venenosa en la cara de Ali.
No lo hagas, Spencer se gritó. ¡Por favor! ¡No importa! ¡No lo hagas! Pero sucedió de todos modos. Spencer se acercó y empujó a Ali tan fuerte como pudo.
Ali se deslizó hacia atrás, sus ojos ampliándose con alarma. Se cayó justo contra la pared de piedra que rodeaba la propiedad de los Hastings. Hubo un terrible crujido.
Spencer se cubrió sus ojos y se alejó. El aire olía metálico, como a sangre. Una lechuza chilló en los árboles.
Cuando se quitó sus manos de sus ojos, estaba de vuelta en su habitación, acurrucada y gritando.
Spencer se incorporó y comprobó el reloj. Eran las 2:30 A.M. Su cabeza le latía. Las luces estaban todas aún encendidas, estaba tendida en la parte superior de sus sábanas, y aún llevaba su vestido de fiesta negro y el collar de judía plateado de Elsa Peretti. No se había lavado su cara o cepillado su pelo cien veces, sus típicos rituales antes de irse a la cama. Se paso sus manos por sus brazos y piernas. Había una contusión púrpura en su muslo. Se lo tocó y le dolió.
Se puso una mano sobre su boca. Ese recuerdo. Al instante supo que todo eso era verdad. Ali estuvo con Ian. Y se había olvidado de todo eso. Esa fue la parte de la noche que faltaba.
Caminó hacia su puerta, pero el tirador no se volvía. Su corazón empezó a latir con fuerza.
—¿Hola? —Llamó con indecisión—. ¿Hay alguien ahí? Estoy encerrada.
Nadie contestó.
Spencer sintió que su pulso empezaba a acelerarse. Algo se sentía muy, muy mal. Parte de la noche se le apareció de nuevo. El juego del Scrabble. MENTIROSA SJH. A enviando a Melissa el ensayo de la Orquídea de Oro. Y... y luego ¿qué? Ahuecó sus manos sobre la corona de su cabeza, como si tratara de empujar a la memoria libre. Y luego, ¿qué?
De pronto, no podía controlar su respiración. Comenzó a hiperventilar, cayendo de rodillas en la alfombra marfil. Cálmate, se dijo, acurrucándose en una bola y tratando de respirar tranquilamente adentro y afuera. Sin embargo, se sentía como si sus pulmones estuvieran llenos de espuma de poliestireno. Se sintió como si se estuviera ahogando.
—¡Ayuda! —Exclamó débilmente.
—¿Spencer? —La voz de su padre surgió desde el otro lado de la puerta—. ¿Qué está
pasando?
Spencer se levantó de un salto y corrió hacia la puerta.
—¿Papi? ¡Estoy encerrada! ¡Déjame salir!
—Spencer, estás ahí por tu propio bien. Nos asustaste.
—¿Los asusté? —preguntó Spencer—. ¿C-Cómo? —Miró fijamente a su reflejo del espejo de la parte de atrás de la puerta de su cuarto. Sí, todavía era ella. No se había despertado en la vida de otra persona.
—Hemos llevado a Melissa al hospital —dijo su padre.
Spencer de repente perdió el equilibrio. ¿Melissa? ¿Hospital? ¿Por qué? Cerró sus ojos y vio un destello de Melissa alejándose de ella, bajando las escaleras. ¿O era Ali cayéndose? Las manos de Spencer temblaron. No podía recordarlo.
—¿Está Melissa bien?
—Esperemos que sí. Quédate ahí —dijo su padre desde fuera de la puerta, sonando
cauteloso. Tal vez tenía miedo de ella, tal vez por eso era por lo que no entró.
Se sentó en su cama, aturdida, durante mucho tiempo. ¿Cómo podía no haber recordado esto? ¿Cómo podía no recordarse hiriendo a Melissa? ¿Y si hizo un montón de cosas horribles y, al segundo siguiente, las borró?
El asesino de Ali está justo en frente de ti, A había dicho. Justo cuando Spencer se estaba
mirando al espejo. ¿Podría ser?
Su móvil, que estaba situado en su escritorio, comenzó a sonar. Spencer se levantó
lentamente y miró la pantalla de su Sidekick. Hanna.
Spencer abrió su teléfono. Apretó su oreja contra el receptor.
—¿Spencer? —Hanna salió de pronto—. Sé algo. Tienes que reunirte conmigo.
El estómago de Spencer se tensó y su mente daba vueltas. El asesino de Ali está justo en frente de ti. Ella mató a Ali. Ella no mató a Ali. Era como quitar pétalos de una flor: él me ama, el no me ama. Tal vez podría reunirse con Hanna y... ¿y qué? ¿Confesar?
No. No podía ser cierto. Ali había aparecido en un agujero en su patio trasero... no en el camino contra la pared de piedra. Spencer no podría haber llevado a Ali a su patio trasero. No era lo suficientemente fuerte, ¿verdad? Quería contarle a alguien esto. Hanna. Y Emily. Aria, también. Ellas le dirían que estaba loca, que no podría haber matado a Ali.
—Muy bien —graznó Spencer—. ¿Dónde?
—En los columpios del Rosewood Day. Nuestro lugar. Llega allí tan rápido como puedas.
Spencer miró alrededor. Podía abrir su ventana y bajar oscilando el lado de su casa,
sería prácticamente tan fácil como escalar la pared de roca de su gimnasio.
—Está bien —susurró—. Estaré ahí.
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