Pido disculpas a todas aquellas personas que leían el libro
mediante el Club de Lectura por todo el retraso.
Les dejo los capítulos 36, 37 y el épilogo del libro Perfect.
Próximamente publicaré el libro siguiente, Unbelievable.
Si no leíste el capítulo anterior, lo podés leer acá.
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Para empezar a leer, hacé clic en Más Información.
Capítulo 36: Todo Habrá Terminado.
Las manos de Hanna temblaban tanto que apenas si podía conducir. El camino hacia la Escuela de Enseñanza Primaria Rosewood Day parecía más oscuro y escalofriante que lo usual. Se desvió, pensando haber visto algo que salió disparado delante de su coche, pero cuando miró por su espejo retrovisor, no había nada ahí.
Apenas si había uno que otro coche viniendo desde la dirección contraria pero, de repente, mientras subía una colina bastante cerca de Rosewood Day, un coche se acercó por detrás de ella. Sus faros se sentían calientes en la nuca de Hanna. Cálmate, pensó. No está siguiéndote.
Su cerebro comenzó a girar. Ella sabía quién era A. Pero… ¿cómo? ¿Cómo era posible que A supiera tanto acerca de Hanna? Cosas que A no podría saber... Quizás el mensaje de texto había sido un error. Quizás A había tomado el teléfono celular de otra persona para despistar a Hanna.
Hanna se sentía demasiado alterada como para pensar en ello claramente. El único pensamiento que daba vueltas y vueltas en su cerebro era: “Esto no tiene sentido. Esto no tiene sentido”.
Miró por su espejo retrovisor. El coche aún estaba allí. Respiró hondo y observó su teléfono, considerando llamar a alguien. ¿Al oficial Wilden? ¿Iría allí tan repentinamente? Era un policía... tendría que hacerlo. Alcanzó su teléfono justo cuando el coche detrás de ella la alumbró más intensamente. ¿Debería apartarse? ¿Debería detenerse? El dedo de Hanna esperaba sobre su teléfono, preparado para marcar el 911. Y entonces, de pronto, el coche rodeó al de Hanna y la pasó por la izquierda. Era un coche indescriptible —tal vez un Toyota—, y Hanna no pudo ver al conductor dentro. El coche regresó al carril, entonces se alejó rápidamente. En cuestión de segundos, las luces traseras desaparecieron de su vista.
El estacionamiento del parque de juegos del Rosewood Day era amplio y profundo, separado por un puñado de pequeñas islas de vegetación, llenas de árboles casi desnudos, césped con púas, y pilas de hojas crujientes que despedían ese olor característico a una pila de hojas. Más allá del estacionamiento estaba el armazón de barras y la cúpula para escalar. Estaban iluminados por una sola luz fluorescente, que los hacía parecerse a esqueletos.
Hanna se aparcó en un espacio en el rincón sudeste del estacionamiento, era lo más cercano al puesto de informaciones del parque y a la casilla para llamar a la policía.
Sólo el estar cerca de algo que dijera “Policía” la hacía sentirse mejor. Las otras aún no habían llegado, así que se quedó observando la entrada en busca de señales de algún otro coche.
Eran casi las 3 de la mañana. Hanna temblaba debajo de la sudadera de Lucas. Sentía cómo la piel de gallina se formaba en sus piernas descubiertas.
Había leído una vez que a eso de las 3 de la mañana, las personas estaban en su etapa más profunda de sueño... era el momento en que más se acercaban a estar muertos. Lo cual significaba que, en ese momento, ella no podría depender demasiados de los habitantes de Rosewood para ayudarla. Todos eran cadáveres. Y estaba tan silencioso que podía oír el motor de su coche enfriándose, y su lenta oh-por-favor-cálmate respiración. Hanna abrió la puerta de su coche y se paró afuera, sobre la línea amarilla que marcaba su lugar de estacionamiento. Era como su pequeño círculo mágico. Dentro de él, ella estaba a salvo.
Estarán aquí pronto, se dijo. En unos minutos, todo habrá terminado. No es que Hanna tuviera alguna idea de lo que iba a suceder. No estaba segura. No había pensado en lo que pasaría después.
Una luz apareció en la entrada de la escuela, y el corazón de Hanna se aceleró. Los faros de un SUV se deslizaron a través de los árboles y giraron lentamente dentro del estacionamiento. Hanna estrechó sus ojos. ¿Eran ellas?
—¿Hola? —llamó suavemente.
El SUV recorrió el extremo norte del estacionamiento, pasando el edificio de arte del instituto y el estacionamiento de estudiantes y los campos de hockey. Hanna empezó a hacer señas con sus brazos. Tenían que ser Emily y Aria. Pero las ventanas del coche eran opacas.
—¿Hola? —gritó otra vez.
Pero no consiguió respuesta. Entonces vio otro coche ingresando en el terreno y acercándose lentamente hacia ella. La cabeza de Aria colgaba fuera de la ventana del acompañante. Un dulce y refrescante alivio inundó el cuerpo de Hanna. Saludó y comenzó a dirigirse hacia ellas. Primero caminó, luego trotó. Y finalmente corrió.
Estaba justo en mitad del estacionamiento cuando Aria gritó:
—¡Hanna, cuidado!
Hanna giró su cabeza hacia la izquierda y su boca se abrió, al principio en incomprensión. El SUV se dirigía directamente hacia ella. Los neumáticos chirriaron.
Ella pudo oler el caucho quemado. Hanna se congeló, insegura de qué hacer.
—¡Espera! —Se oyó gritar, mirando fijamente el parabrisas oscuro del SUV.
El coche continuó avanzando, más y más rápido. Muévanse, ella les dijo a sus piernas, pero
parecían secas y duras, como cactus.
—¡Hanna! —gritó Emily—. ¡Oh, por Dios!
Sólo tomó un segundo. Hanna ni siquiera se dio cuenta de que había sido atropellada hasta que estuvo en el aire, y no se dio cuenta de que estaba en el aire hasta que golpeó el pavimento. Algo en ella se rompió. Y entonces, dolor. Quiso gritar, pero no pudo.
Los sonidos parecían amplificados: el motor del coche rugiendo, los gritos de sus amigas sonando como sirenas, incluso la sangre que bombeaba su corazón sonaba mojada en sus oídos.
Hanna giró su cuello hacia un lado. Su diminuto bolso color champaña había caído a unos pies de ella; su contenido se había esparcido como dulces fuera de una piñata. El coche había arrollado todo, también: su máscara para pestañas, las llaves de su coche, su pequeña botella de perfume Chloé. Su nuevo BlackBerry estaba destrozado.
—¡Hanna! —gritó Aria. Sonaba como si se acercara.
Pero Hanna no pudo girar su cabeza para mirarla.
Y entonces todo se volvió negro.
Capítulo 37: Era necesario.
—¡Oh, ¡Dios mío! —gritó Aria. Ella y Emily se agacharon cerca del cuerpo contorsionado de Hanna y comenzaron a gritar.
—¡Hanna! Oh, ¡Dios mío! ¡Hanna!
—Ella no está respirando —se lamentó Emily— ¡Aria, ella no está respirando!
—¿Tienes tu móvil? —preguntó Aria—. Llama al 911.
Emily buscó temblando su teléfono, pero se le salió de las manos y se le deslizó a través del estacionamiento, se paró dónde el bolso de Hanna había explotado. Emily había entrado en pánico cuando ella cogió a Aria y le contó todo acerca de las notas crípticas de A, de sus sueños, acerca de Ali e Ian, y sobre cómo Spencer debía haber matado a Ali.
En un primer momento, Emily se había negado a creerlo, pero luego una expresión de horror y realización se apoderó de ella. Ella le explicó que no mucho antes de que Ali desapareciera, ella había confesado que estaba saliendo con alguien.
—Y ella debía habérselo dicho a Spencer —había contestado Aria—. Tal vez eso es por lo que habían estado peleando todos los meses antes del final de la escuela
—911, ¿cuál es su emergencia?— Aria oyó una voz por el altavoz de Emily.
—¡Un coche acaba de golpear a mi amiga! —gritó Emily—. ¡Estoy en el estacionamiento de la escuela Rosewood Day! ¡No sabemos qué hacer!
Mientras Emily gritaba los detalles, Aria puso su boca contra la boca de Hanna y trató de hacerle el boca a boca como ella había aprendido en la clase salvavidas en Islandia.
Pero ella no sabía si lo hacía correctamente.
—Vamos, Hanna, respira, —repetía, pellizcando la nariz de Hanna.
—Sólo quédate en la línea hasta que la ambulancia llegue —Aria oyó la voz de la operadora del 911 diciéndole a Emily a través del teléfono.
Emily se inclinó y extendió la mano para tocar la sudadera de Rosewood Day descolorida de Hanna. Luego se retiró, como si ella tuviera miedo.
—Oh, Dios mío, por favor no te mueras... —Miró a Aria—. ¿Quién podría haber hecho esto?
Aria miró a su alrededor. Los cambios se balanceaban atrás y adelante en la brisa. Las banderas ondeaban.
El bosque adyacente a la zona de juegos era negro y espeso. De pronto, Aria vio una figura de pie junto a uno de los árboles. Tenía el pelo rubio sucio y llevaba un vestido negro corto. Algo en su cara se veía salvaje y desquiciado. Estaba mirando directo a Aria y ella dio un paso atrás en el pavimento.
Spencer.
—¡Mira! —Susurró Aria, señalando a los árboles. Pero en el momento en que Emily levantó la cabeza, Spencer desapareció en las sombras.
El zumbido la asustó. A Aria le tomó un momento para darse cuenta que era su teléfono móvil. Luego de la llamada de Emily esperaron a que la pantalla se iluminara.
—Un nuevo mensaje de texto —dijo Emily. Aria y Emily intercambiaron una familiar e inquieta mirada. Poco a poco, Aria movió su Treo de su bolso y miró la pantalla. Emily se inclinó para mirar también.
—Oh, no —murmuró Emily.
El viento se detuvo bruscamente. Los árboles petrificados. Las sirenas gemían a lo lejos.
—Por favor, no —se lamentó Emily. El texto sólo tenía de largo dos escalofriantes palabras.
Ella sabía demasiado —A.
Epilogo: ¿Qué pasa después…?
¡Oooops! Así que cometí un pequeñísimo desliz. Sucede. Tengo una vida muy ocupada, cosas que hacer, gente que torturar. Como a cuatro bonitas ex mejores amigas.
Sí, sí. Sé que estás molesta por Hanna. Bah. Supéralo. Ya estoy planeando mi traje para su funeral: adecuadamente sombrío con un toque de luz. ¿No les parece que la pequeña gordita Hanna nos hubiese querido ver llorar con estilo? Pero tal vez me estoy adelantando, Hanna tiene un historial en renacer de la muerte....
Mientras tanto, Aria no puede tomar ni un descanso. Su alma gemela está en la cárcel. Sean la odia. Ella está sin hogar. ¿Qué va a hacer esta chica? Parece que es hora de un cambio de vida, nueva casa, nuevos amigos, tal vez incluso un nuevo nombre. Pero cuidado Aria, incluso aunque tu nueva mejor amiga es ciega a tu verdadera identidad, yo tengo 20/20 en mi visión. Y tú sabes que no puedo guardar un secreto.
Me pregunto, ¿cómo se va a ver la palabra CONVICTA junto a VICEPRESIDENTA DE LA CLASE en las aplicaciones de la universidad de Spencer? Parece como que la Señorita Orquídea de Oro está a punto de cambiar su camiseta Lacoste verde por un mono naranja estridente. Luego, de nuevo, Spence no tendría ese perfecto GPA si no tuviera un par de trucos bajo la manga, como, por ejemplo, encontrar a alguien más a quien culpar por el asesinato de Ali. Pero, ¿sabes qué? Ella podría estar en lo cierto.
¿Qué pasará con Emily, viviendo con sus sanos, primos come Cheerios en Iowa? Hey, tal vez no será tan malo, ella será una ama-chicas en un pajar grande y viejo lleno de reprimidos sexuales, lejos, muy lejos de mis ojos indiscretos. ¡Cómo si eso pasara! Ella va a torcerse cuando se de cuenta que no puede esconderse de mí. ¡Yeee-haw!
Y, por último, con Hanna fuera de servicio, es el momento para mí de tomar una nueva víctima. ¿Quién?, te preguntarás. Bueno pantalones-entrometidos, todavía estoy decidiendo. No es como que va a ser tan difícil: todo el mundo en esta ciudad tiene algo que ocultar. De hecho, hay algo aún más jugoso que la identidad burbujeante de moi detrás de la brillante superficie de Rosewood. Algo tan sorprendente, que no me creerías si te dijera. Así que ni siquiera me molestaré. HA. Tú sabes, yo como que amo ser yo.... Abróchense el cinturón, chicas. Nada es como parece.
¡Mwah!
—A
GRACIAS por volver! al fin me pude terminar el libro!
ResponderEliminarNo veo la hora de leer el siguiente y los demás libros me parece igual de buena que la serie ojala la publiques pronto con mas frecuencia !!!es muy bueno leer!!!;)
ResponderEliminarCuando volverá el club. De lectura. T.T
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