Te traemos el capítulo 13 del libro Perfect.
Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer acá.
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Capítulo 13: Hola, mi nombre es Emily y soy gay.
Esa noche a las 7:17 Emily entró en su camino de entrada. Después de que hubiera corrido fuera de la piscina, había caminado alrededor del Santuario de Pájaros de Rosewood por horas. Los gorriones gorjeando afanosamente, los pequeños patos felices, y los periquitos domesticados la tranquilizaban. Era un buen lugar para escapar de su realidad… y de cierta foto incriminatoria.
Cada luz en la casa estaba prendida, incluso la de la habitación que Emily y Carolyn compartían. ¿Cómo le explicaría lo de la foto a su familia? Quería decir que besar a Maya en esa foto había sido una mala pasada, que alguien le estaba jugando una broma ha, ¡besar a chicas es grotesco! Pero eso no era verdad, y hacía que su corazón doliera.
La casa olía cálida e invitadora, como una mezcla de café y popurrí. Su madre había encendido el cajón de las figuritas Hummel en el pasillo. Pequeñas figuritas de un niño ordeñando una vaca y una niña con una falda-pantalón corto empujaba una carretilla girándola lentamente. Emily hizo su camino por el pasillo con un empapelado floral hacia la sala de estar. Sus padres estaban sentados sobre el sillón floreado. Una mujer mayor estaba sentada en el sofá para dos.
Su madre le dio una acuosa sonrisa.
—Bueno, hola Emily.
Emily parpadeó varias veces.
—Um, hola… —Miró de sus padres hacia la extraña en el sofá para dos.
—¿Quieres pasar? —Preguntó su madre—. Tenemos a alguien aquí que quiere verte.
La mujer mayor, quien estaba usando pantalones de vestir negros de cintura-alta y un blazer verde-menta, se levantó y le ofreció su mano.
—Soy Edith. —Ella sonrió abiertamente—. Es tan bueno conocerte, Emily ¿Porqué no te sientas?
El padre de Emily fue apresuradamente hacia el comedor y arrastró otra silla para ella.
Se sentó con indecisión, sintiéndose nerviosa. Era la misma sensación que solía conseguir cuando sus viejas amigas jugaban al juego de la Almohada, una persona caminaba alrededor de la sala de estar con los ojos vendados, y, en un momento al azar, las otras la bombardeaban con almohadas. Emily no le gustaba jugar, odiaba esos tensos momentos justo antes de que ellas comenzaran a golpearla pero siempre jugaba de todos modos, porque a Ali le gustaba.
—Soy de un programa llamado Tree Tops —dijo Edith—. Tus padres me dijeron sobre tu problema.
Los huesos del trasero de Emily presionaron sobre la madera desnuda de la silla del comedor.
—¿Problema?
Su estómago se hundió. Tenía una sensación de que sabía a qué problema se refería.
—Desde luego que es un problema —La voz de su madre era estrangulada—. ¿Esa fotografía con esa chica a la que te prohibimos ver… eso ha pasado más de una vez?
Emily nerviosamente tocó la cicatriz en su palma izquierda que había conseguido cuando Carolyn accidentalmente la había traspasado con unas tijeras de jardinería.
Había crecido esforzándose por ser tan obediente y bien portada como era posible, y no podía mentirle a sus padres al menos no bien.
—Sucedió más de una vez, supongo —murmuró.
Su madre soltó un pequeño quejido dolorido. Edith presionó sus arrugados labios pintados de color fucsia. Tenía un olor de anciana como a bolas de naftalina.
—Lo que estás sintiendo, no es permanente. Es una enfermedad, Emily. Pero en Tree Tops podemos curarte. Hemos rehabilitado a muchos ex-gays desde que comenzó el programa.
Emily ladró una risa.
—¿Ex… gays? —El mundo comenzó a girar, luego a retroceder.
Los padres de Emily la miraron en tono de superioridad moral, sus manos envueltas alrededor de sus tazas de café.
—Tu interés en jovencitas no es genético o científico, si no ambiental —explicó Edith—. Con consejos, podemos ayudarte a disminuir tus… impulsos, por así decirlo.
Emily agarró con fuerza los brazos de su silla.
—Eso suena… raro.
—¡Emily! —La regañó su madre, le habían enseñado de niña a nunca faltarles el respeto a los adultos. Pero Emily estaba demasiado confundida para estar avergonzada.
—No es raro —añadió Edith—. No te preocupes si no lo entiendes todo ahora. Muchos de nuestros nuevos reclutas no lo hacen. —Ella miró a los padres de Emily—. Tenemos un magnífico historial de rehabilitación en la mejor área de Filadelfia.
Emily quería vomitar. ¿Rehabilitación? Buscó las caras de sus padres, pero no le dieron nada.
Miró hacia la calle. Si el próximo coche que pase es blanco, esto no está sucediendo, pensó. Si es rojo, está pasando. Un coche pasó rápidamente. Sin duda, era rojo.
Edith puso su taza de café sobre su platito.
—Tendremos a un mentor que vendrá a hablar contigo. Alguien que experimentó el programa directamente. Ella es una chica de último año en la secundaria Rosewood, y su nombre es Becka. Es muy agradable. Solo hablarán. Y después de eso, discutiremos la unión al programa apropiadamente. ¿Está bien?
Emily miró a sus padres.
—No tengo tiempo para hablar con nadie —insistió—. Tengo que nadar en las mañanas y después de la escuela, y luego tengo que hacer mi tarea.
Su madre le sonrió tensamente.
—Tendrás tiempo. ¿Qué hay sobre el almuerzo de mañana?
Edith asintió.
—Estoy segura de que eso estará bien.
Emily frotó su cabeza que estaba latiendo. Ya odiaba a Becka, y ni siquiera la había conocido.
—Bien —estuvo de acuerdo—. Dile que me encuentre en la capilla de Lorence. —No había forma de que Emily hablara con la Pequeña Señorita Tree Tops en la cafetería. La escuela iba a ser lo suficientemente brutal mañana como estaba.
Edith junto sus manos y se levantó.
—Haré todos los arreglos.
Emily se quedó contra la pared del recibidor mientras sus padres le entregaban su abrigo a Edith y le daban las gracias por venir.
Edith anduvo con cuidado por el sendero de piedra de los Fields hacia su coche.
Cuando los padres de Emily le dieron la espalda, tenían cansadas y formales miradas sobre sus caras.
—Mamá, Papá… —Comenzó Emily.
Su madre se hizo a un lado.
—Esa chica Maya tiene algunos trucos bajo su manga, ¿huh?
Emily retrocedió.
—Maya no pasó esa imagen.
La Sra. Fields miró a Emily cuidadosamente, luego se sentó sobre el sofá y puso su cabeza en sus manos.
—Emily, ¿Qué vamos a hacer ahora?
—¿Qué quieres decir con, “vamos”?
Su madre levantó la vista.
—¿No ves que esto se refleja en todos nosotros?
—Yo no hice el anuncio — protestó Emily.
—No importa como ocurrió —la interrumpió su madre—. Lo que importa es que está allí. —Se levantó y apreció el sofá, luego recogió un cojín de decoración y lo golpeó con su puño para ahuecarlo. Lo dejó abajo, recogió otro, y comenzó todo otra vez.
Golpe. Estaba golpeándolos con más fuerza de la necesaria.
—Fue tan sorprendente ver esa fotografía tuya, Emily —dijo la Sra. Fields—. Horriblemente chocante. Y escuchar que es algo que has hecho más de una vez, bueno…
—Lo siento —lloriqueó Emily—. Pero quizás no es…
—¿Alguna vez has pensado cuán difícil es esto para el resto de nosotros? —La interrumpió la Sra. Fields—. Estábamos todos… bueno, Carolyn vino a casa llorando. Y tu hermano y hermana me llamaron, ofreciéndose a volar a casa.
Ella recogió otro cojín. Golpe, golpe. Algunas plumas se salieron y flotaron por el aire antes de situarse sobre la alfombra. Emily se preguntaba como luciría esto para alguien que estuviera pasando por la ventana. Quizás verían las plumas volando y pensarían
que algo tonto y feliz estaba pasando, en vez de lo que de verdad estaba ocurriendo.
La lengua de Emily se sentía como plomo en su boca. Un agujero carcomiendo en la boca de su estómago persistió.
—Lo siento —susurró.
Los ojos de su madre destellaron. Ella asintió al padre de Emily.
—Ve a buscarlo.
Su padre desapareció en la sala de estar, y Emily lo escuchó buscando en los cajones de su antigua oficina. Segundos más tarde, regresó con una impresión de Expedia.
—Esto es para ti —dijo el Sr. Fields.
Era un itinerario, volando desde Filadelfia hasta Des Moines, Iowa. Con su nombre en
él.
—No lo entiendo.
El Sr. Fields se aclaró la garganta.
—Está perfectamente claro, o haces lo de Tree tops exitosamente, o irás a vivir con tu tía Helene.
Emily parpadeó.
—La tía Helene… ¿la que vive en una granja?
—¿Puedes pensar en otra tía Helene? —Él preguntó.
Emily se sentía mareada. Miró a su mamá.
—¿Me vas a enviar lejos?
—Esperemos que no lleguemos a eso —respondió la Sra. Fields.
Las lágrimas puntearon en los ojos de Emily. Por un momento, no podía hablar.
Sentía como si un bloque de cemento estuviera sobre su pecho.
—Por favor no me manden lejos —susurró—. Haré… haré lo de Tree Tops. ¿Está bien?
Bajó su mirada. Así se sentía cuando ella y Ali solían pulsear, estaban empatadas en fuerza y podían hacerlo por horas, pero finalmente, Emily se rendiría, dejando flojo su brazo. Tal vez se estaba rindiendo muy fácilmente, pero no podía luchar con esto.
Una pequeña sonrisa de alivio se deslizó sobre el rostro de su madre. Puso el itinerario en el bolsillo de su chaqueta de punto.
—Ahora, eso no fue tan difícil, ¿lo fue?
Antes de que pudiera responder, los padres de Emily dejaron la habitación.
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