Luego de haber finalizado con la lectura del libro Flawless, continuamos leyendo Perfect, el tercer libro de la exitosa saga de Sara Shepard.
Te dejamos la sinopsis, y luego el prólogo.
En una ciudad donde el chisme prospera como la hiedra que se aferra a sus mansiones, donde los misterios se encuentran detrás de los setos bien cuidados y los esqueletos se esconden en cada vestidor, cuatro chicas perfectas no son tan perfectas como aparentan.
Hace tres años, Spencer, Aria, Emily, Hanna, y su mejor amiga Alison eran las chicas de la escuela Rosewood Day. Que taconeaban a través de los pasillos en sus Miu Miu planas, bronceadas en sus bikinis a juego Pucci, y se reían detrás de sus uñas recién arregladas. Ellas eran las chicas que todos amaban—pero que odiaban secretamente— especialmente a Alison.
Así que cuando Alison desapareció misteriosamente una noche, Spencer, Aria, Emily, y Hanna estaban teñidas de… alivio. Y cuando el cuerpo de Alison fue encontrado después en su propio patio trasero, las chicas se vieron obligadas a desenterrar algunos recuerdos desagradables de su vieja amiga, también. ¿Podría haber más en la muerte de Alison que lo que esta a simple vista?
Ahora alguien llamado A, alguien que parece saberlo todo, está señalando con el dedo a una de ellas por el asesinato de Alí. A medida que sus secretos se oscurecen y sus escándalos giran mortalmente, A está a punto de arruinar sus vidas poco perfectas para siempre.
Para comenzar con la lectura, hacé clic en Más Información.
Pretty Little Liars.
Perfect
No creas todo lo que escuchas.
Prologo: Mantén a tus amigos cerca...
¿Alguna vez has tenido un amigo que se vuelve contra ti? Sólo totalmentetransformado de alguien que pensaste que conocías en... ¿alguien más? No estoy hablando de tu novio del preescolar que crece y se pone desgarbado y feo y lleno de acné, o tu amiga del campamento a la cual no tienes nada que contarle cuando viene a visitarte durante las vacaciones de Navidad, o incluso a una chica de tu cuadrilla que de repente se aparta y se vuelve gótica o una de esas chicas granola Outward Bound. No. Estoy hablando de tu alma gemela. La chica que conoces en todo sentido. Quién sabe todo sobre ti. Un día, ella se da vuelta y es una persona completamente diferente. Bueno, sucede. Sucedió en Rosewood.
—Cuidado, Aria. Tu cara se va a congelar así. —Spencer Hastings desenvolvió una paleta naranja y la introdujo en su boca. Se refería a la cara con los ojos entornados, de pirata borracha de su mejor amiga, Aria Montgomery, quien trataba de obtener el enfoque correcto en su Sony Handycam.
—Hablas como mi mamá, Spence. —Emily Fields rió, ajustando su camiseta, que tenía una foto de un pollito con gafas y decía: ¡CHICA NADADORA INSTANTANEA! ¡Sólo agrega agua! Sus amigas habían Prohibido a Emily llevar sus tontas camisetas de natación.
—¡TONTA INSTANTANEA QUE NADA! ¡Sólo tienes que añadirle perdedora!
—Alison DiLaurentis había bromeado cuando Emily caminó hacia dentro.
—¿Tú mamá dice eso también? —preguntó Hanna Marin, arrojando su bastón de paleta manchado de verde. Hanna siempre comía más rápido que cualquier otra—. Tu cara se congelará de esa manera —imitó.
Alison miró de arriba abajo a Hanna y se rió.
—Tu mamá debió haberte advertido que tu trasero se congelaría de esa manera. —La cara de Hanna cayó cuando ella se sacó la camiseta de color rosa-blanco-a-rayas que había tomado prestada de Ali, y se había puesto, descubría una tira blanca de su estómago. Alison golpeó la espinilla de Hanna con su flip-flop.
—Sólo es broma.
Era una noche de viernes de mayo cerca de la final del séptimo grado, y las mejores amigas de Alison, Hanna, Spencer, Aria, y Emily estaban recogidas en la habitación de la familia de Spencer extra decorada, con una caja de paletas, una botella grande de cereza vainilla Light de Dr. Pepper, y sus teléfonos celulares extendidos sobre la mesa café.
Hace un mes, Ali había llegado a la escuela con un teléfono LG nuevo, y las demás habían salido a comprar el suyo ese mismo día. Todos ellos tenían fundas de cuero de color rosa que coincían con el de Ali, demasiado bien, todas a excepción de Aria, cuya funda estaba hecha de tela de angora rosa. La había tejido ella misma.
Aria movía la palanca de la cámara adelante y atrás para acercar o alejar.
—Y de todos modos, mi cara no se va a congelar así. Me estoy concentrando en la creación de esta toma. Esto es para la posteridad. Para cuando lleguemos a ser famosas.
—Bueno, todos sabemos que yo voy a hacerme famosa. —Alison empujó hacia atrás sus hombros y volvió la cabeza hacia un lado, revelando su cuello de cisne.
—¿Por qué vas a ser famosa? —Spencer impugnó, sonando más perra de lo que
probablemente pretendía.
—Yo voy a tener mi propio programa. Voy a ser una más inteligente, y más linda Paris Hilton.
Spencer soltó un bufido. Pero Emily frunció sus labios, pálida, tomándolo en cuenta, y Hanna asintió con la cabeza, en verdad creyéndolo. Esta era Ali. No iba a quedarse aquí en Rosewood, Pennsylvania, por mucho tiempo. Claro, Rosewood era glamoroso, en la mayoría de sus estándares, y todos los residentes parecían modelos para fotos de Town & Country (revista) pero todos sabían que Ali estaba destinada para grandes cosas.
Ella las había sacado del olvido un año y medio atrás como sus mejores amigas. Con
Ali a su lado, se habían convertido en Las chicas de Rosewood Day, la escuela privada a la que asistían. Tenían tal poder ahora, para considerar quien era cool y quién no, lanzar las mejores fiestas, para quedarse con los mejores asientos en el estudio, postularse para un cargo de estudiantes y ganar por una abrumadora mayoría de votos.
Bueno, eso último sólo aplicado a Spencer. Aparte de algunos giros y vueltas, y sin querer cegar a Jenna Cavanaugh, lo que trataban duramente de no pensar en su vida, las había transformado de pasables a perfectas.
—¿Qué tal si filmamos un programa de entrevistas ? —sugirió Aria. Ella se consideraba a sí misma la directora de cine oficial entre sus amigas, una de las tantas cosas que quería ser cuando fuera grande era la siguiente Jean-Luc Godard, algún director raro francés.
—Ali, eres la famosa. Y Spencer, tú la entrevistadora.
—Voy a ser la chica del maquillaje —se ofreció Hanna, hurgando en su mochila para encontrar a su bolsa de maquillaje de vinilo con lunares.
—Voy a ser la peluquera. —Emily empujó su melena de color rubio rojizo detrás de sus orejas y corrió al lado de Alí—. Tienes un cabello magnífico, chérie —le dijo a Ali con un acento falso francés.
Ali deslizó fuera de su boca su paleta.
—¿No significa chérie novia?
Las demás se apresuraron a reír, pero Emily palideció.
—No, eso es petite amie.
—Últimamente, Em estaba sensible cuando Ali hacía bromas a costa de ella. Ella nunca solía serlo.
—Está bien —dijo Aria, asegurándose de que la cámara estaba nivelada—. ¿Están listas?
Spencer se dejó caer en el sillón y coloco una tiara en su cabeza que quedo de una fiesta de Año Nuevo. Ella había estado llevando la corona alrededor de toda la noche.
—Tú no puedes usar eso —espetó Ali.
—¿Por qué no? —Spencer ajusto la corona para que estuviera recta.
—Porque. En todo caso, yo soy la princesa.
—¿Por qué siempre tienes que ser la princesa? —Spencer murmuró en voz baja. Una onda nerviosa se extendió por las otras. Spencer y Ali no se llevaban bien, y nadie sabía porqué.
El teléfono celular de Alí dejó escapar un balido. Ella se agachó, lo abrió, y se inclinó lejos para que nadie más pudiera ver. —Dulce. —Sus dedos volaban en el teclado mientras escribía un texto.
—¿A quién escribes? —Sonó la voz de Emily delgada y pequeña.
—No puedo decir. Lo siento. —Ali no levantó la vista.
—¿No podemos saber? —Spencer airó—. ¿Qué quieres decir con que no puedes decir?
Alí miró hacia arriba.
—Lo siento, princesa. Tú no tienes que saberlo todo. —Ali cerró su teléfono y lo puso en el sofá de cuero—. No empieces a filmar, Aria. Tengo que hacer pis. —Ella salió corriendo al cuarto de baño de la familia de Spencer, tiro su palito de paleta en la basura mientras se dirigía.
Una vez que oyó cerrarse la puerta del baño, Spencer fue la primera en hablar.
—¿A veces no sólo quieren matarla?
Las otras se estremecieron. Ellas nunca hablaban mal de Ali. Era como una blasfemia como quemar la bandera oficial de Rosewood Day en propiedad escolar, o admitir que Johnny Depp en realidad no era tan lindo, que él era en realidad un poco viejo y espeluznante.
Por supuesto, en el interior, se sentían un poco distintas. Esta primavera, Ali no había estado tanto alrededor. Se había acercado a las chicas del escuadrón JV de hockey de campo de la secundaria y nunca invitaba a Aria, Emily, Spencer, o Hanna para que se sumaran en el almuerzo o las acompañara al centro comercial King James.
Y Ali había comenzado a guardar secretos. Textos secretos, llamadas telefónicas secretas, risitas, secretos sobre las cosas que no les diría. A veces veían en línea el nombre de Ali en la pantalla, pero cuando trataban de escribirle, no respondía. Habían descubierto sus almas a Ali, le decían cosas que no le habían dicho a los demás, cosas que no querían que nadie supiera, y esperaban que ella les correspondiera. ¿No había hecho Ali a todas una promesa de hace un año, después de que la horrible cosa de Jenna pasara, que se dirían una a otra todo, absolutamente todo, hasta el final de los tiempos?
Las chicas odiaban pensar en lo que el octavo grado sería si las cosas seguían yendo de
esta manera. Pero eso no significa que odiaban a Ali. Aria tomo un pedazo de cabello largo y oscuro alrededor de sus dedos y se echó a reír nerviosamente.
—Matarla porque es tan linda, tal vez. —Ella golpeó el interruptor de alimentación de la cámara, para ponerla en marcha.
—Y debido a que usa una talla cero —agregó Hanna.
—Eso es lo que quise decir. —Spencer miró a través del teléfono de Ali, que estaba encajado entre dos cojines del sofá—. ¿Quieren leer sus textos?
—Yo quiero —susurró Hanna.
Emily se levantó del brazo del sofá.
—No sé… —Empezó un avance lento lejos del teléfono de Ali, como si solo estar cerca la incriminara.
Spencer recogió el celular de Alí. Miró con curiosidad la pantalla en blanco.
—Vamos. ¿No desean saber quién la texteó?
—Fue probablemente sólo Katy —Emily susurró, en referencia a una de las amigas de hockey de Ali—. Tú debes soltarlo, Spence.
Aria tomó la cámara del trípode y se dirigió a Spencer.
—Vamos a hacerlo.
Ellas se reunieron alrededor. Spencer abrió el teléfono y pulsó un botón.
—Está bloqueado.
—¿Conoces su contraseña? —Aria preguntó, todavía filmando.
—Trata con su cumpleaños —Hanna dijo en voz baja. Ella tomó el teléfono de las manos de Spencer y dio un puñetazo en los dígitos. La pantalla no ha cambiado—. ¿Qué hago ahora?
Oyeron la voz de Ali antes de verla.
—¿Qué están haciendo?
Spencer dejó caer el teléfono de Ali de nuevo en el sofá. Hanna dio un paso atrás tan abruptamente, que golpeó su barriga contra la mesa de café.
Ali pisoteó a través de la puerta de la habitación familiar, con su ceño fruncido.
—¿Estaban mirando mi teléfono?
—¡Por supuesto que no! —Exclamó Hanna.
—Lo estábamos —admitió Emily, sentándose en el sofá, y luego poniéndose de pie otra vez. Aria le lanzó una mirada y luego se escondió detrás del lente de la cámara.
Pero Ali ya no estaba prestando atención. La hermana mayor de Spencer, Melissa, una sénior en la escuela secundaria, llego a la cocina de los Hastings desde el garaje. Con una bolsa de comida para llevar de Otto, un restaurante cerca del vecindario de los Hastings, colgada de su muñecas. Su adorable novio, Ian, estaba con ella. Ali se puso de pie enderezándose.
Spencer se alisó el pelo rubio cenizo y enderezó su tiara. Ian entró en la habitación de la familia.
—Hey, chicas.
—Hola —dijo Spencer en voz alta—. ¿Cómo estás, Ian?
—Estoy bien. —Ian sonrió a Spencer—. Linda corona.
—¡Gracias! —Spencer aleteaba sus pestañas negro carbón.
Ali puso los ojos.
—Sé un poco más obvia —canturreo ella en voz baja.
Pero era difícil no enamorarse de Ian. Tenía el pelo rizado rubio, dientes perfectos, e impresionantes ojos azules, y ninguna de ellas podría olvidar el último partido de fútbol donde había cambiado de camisa a mitad de partido, por cinco gloriosos segundos, habían conseguido un vistazo completo de su pecho desnudo. Todo el mundo creía que su magnificencia se gastaba en Melissa, que era totalmente mojigata y actuaba demasiado parecido a la señora Hastings, la madre de Spencer.
Ian se dejó caer en el borde del sofá, cerca de Ali.
—Entonces, ¿qué están haciendo las niñas?
—Oh, no mucho —dijo Aria, ajustando el enfoque de la cámara—. Haciendo una película.
—¿Una película? —Ian miró divertido—. ¿Puedo estar en ella?
—Por supuesto —dijo Spencer rápidamente. Ella se dejó caer al otro lado de él. Ian sonrió a la cámara. —Así que ¿cuáles son mis líneas?
—Es un programa de entrevistas —explicó Spencer. Ella miró a Ali, para medir su reacción, pero Ali no respondió.
—Yo soy la anfitriona. Tú y Ali son mis invitados. Te entrevisto primero.
Ali dejó escapar un bufido sarcástico y las mejillas de Spencer se encendieron como su camiseta rosa de Ralph Lauren. Ian dejo pasar la referencia.
—Muy bien. Entrevístalo.
Spencer se enderezó en el sillón, cruzó las piernas musculosas como una anfitriona de entrevistas. Cogió el micrófono rosa de la máquina de karaoke de Hanna y bajo la barbilla.
—Bienvenido al show de Spencer Hastings. Primera pregunta:
—Pregúntale quién es su profesor favorito en Rosewood Day —Aria gritó.
Ali se animó. Sus ojos azules brillaban.
—Esa es una buena pregunta para ti, Aria. Tú debes preguntarle si él quiere besarse con alguna de sus maestras. En los estacionamientos vacíos.
Aria abrió la boca. Hanna y Emily, que estaban de pie a un lado cerca de la estantería, intercambiaron una mirada confundida.
—Todos mis maestros son unos perros —dijo Ian lentamente, no entendiendo todo lo que estaba sucediendo.
—Ian, ¿puedes ayudarme por favor? —Melissa hizo un estruendo en la cocina.
—Un segundo —dijo Ian.
—Ian —Melissa sonó molesta.
—Yo tengo una. —Spencer echó el largo y rubio cabello detrás de sus orejas. Ella estaba encantada de que Ian les estaba prestando más atención a ellas que a Melissa—. ¿Cuál sería tu regalo de graduación final?
—Ian —Melissa llamo a través de sus dientes, y Spencer miró a su hermana a través de las puertas francesas de la cocina. La luz de la nevera era una sombra sobre su rostro— Yo. Necesito. Ayuda.
—Fácil —Ian contestó, haciendo caso omiso de ella—. Quisiera una lección de salto de base.
—¿Salto de base? —Llamó Aria—. ¿Qué es eso?
—Paracaidismo desde lo alto de un edificio —explicó Ian.
Como Ian contaba una historia sobre Hunter Queenan, uno de sus amigos que habían saltado de un edificio, las muchachas se inclinaron con impaciencia. Aria se centró en la mandíbula de Ian, que parecía tallada en piedra. Sus ojos parpadearon por un momento a Ali. Estaba sentada junto a Ian, con la mirada perdida en el espacio. ¿Estaba Ali aburrida? Ella probablemente tenía cosas mejores que hacer, el texto fue probablemente para hacer los planes con sus glamorosas amigas mayores.
Aria miró de nuevo al teléfono celular de Ali, que estaba tendido sobre el colchón de la cama junto a su brazo.
¿Qué estaba escondiendo de ellas? ¿Qué estaba haciendo? ¿No quieren a veces matarla? La pregunta de Spencer flotaba a través del cerebro de Aria mientras Ian divagaba sucesivamente. En el fondo, sabía que todas se sentían de esa manera. Tal vez sería mejor si se terminaba... si Ali desapareciera, en lugar de dejarlas a ellas detrás.
—Así que Hunter dijo que tuvo el subidón más asombroso cuando saltó desde el edificio —concluyó Ian—. Mejor que cualquier cosa. Por ejemplo el sexo.
—Ian —Melissa advirtió.
—Eso suena increíble. —Spencer miró a Ali en el otro lado de Ian—. ¿No?
—Sí —Ali miró con sueño, casi como si estuviera en trance—. Increíble.
El resto de la semana había sido un borrón: los exámenes finales, la planificación de la fiesta, más encuentros, y más tensión. Y luego, en la tarde del último día del séptimo grado, Ali desapareció. Justo de esa forma. En un momento ella estaba allí, al siguiente... desapareció.
La policía recorrió a Rosewood en busca de pistas. Los expertos interrogaron a las cuatro chicas por separado, preguntándoles si Ali había estado actuando de manera extraña o si algo anormal había ocurrido recientemente. Todas pensaban largo y duro.
La noche de su desaparición había sido extraña, las había estado hipnotizando y se había quedado fuera del establo después de que ella y Spencer tuvieran una pelea estúpida sobre las persianas y sólo… nunca regresó. Pero si había habido otras noches extrañas. A su juicio, era la noche en que trataron de leer los textos de Ali, pero no por mucho tiempo, después de que Ian y Melissa se fueran, Ali salió de su trance. Habían tenido un concurso de baile y jugaban con la máquina de karaoke de Hanna. Los textos misteriosos en el teléfono de Ali habían sido olvidados.
A continuación, los policías les preguntaron si pensaba alguien cercano a Ali hubiese querido hacerle daño. Hanna, Aria, y Emily todas pensaron en la misma cosa: ¿a veces no quieren matarla? Spencer había gruñido. Pero no. Ella lo había hecho en forma de broma. ¿Verdad?
—Nadie quería hacer daño a Ali —dijo Emily, empujando la preocupación de su mente.
—Absolutamente no —respondió Aria también, en su entrevista por separado, como dardos sus ojos lejos del corpulento policía sentado junto a ella en el columpio.
—Yo no lo creo —dijo Hanna en su entrevista, jugueteando con la cadena de la pulsera de color azul pálido que Ali había hecho para ellas después del accidente de Jenna—. Ali no era de las que se abre con mucha gente. Sólo nosotras. Y todas la amábamos hasta la muerte.
Claro, Spencer parecía enfadada con Ali. Pero en realidad, en el fondo, ¿no lo estaban todas ellas? Ali era perfecta, hermosa, inteligente, sexy, irresistible, y ella se estaba alejando de ellas. Tal vez la odiaban por ello.
Pero eso no quería decir que alguna de ellas la quería muerta.
Es asombroso lo que no ves. Aún cuando está justo en frente de tus ojos.
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