lunes, 2 de enero de 2012

Club de Lectura (1x34) ; (1x35)

Estamos otra vez para darte la cuota diaria de PLL, esta vez les traemos los capítulos 34 y 35.
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Capítulo 34: Estrafalario encontrarlas aquí.

En la mañana del lunes, en vez de sentarse en el primer período de bio, Emily 
estaba  junto  a  sus  padres  en  el  monasterio  de  techo  alto,  con suelo  de mármol de Rosewood. Tiró incómodamente de la falda plisada negra, Gap, 
demasiado corta que había encontrado en la parte posterior de su armario y trataba de sonreír. La Sra. DiLaurentis estaba parada en la puerta, usaba un vestido negro de cuello bobo*, tacones, y pequeñas perlas de agua dulce. Se acercó a Emily y la envolvió en un abrazo. 

—Oh, Emily, —sollozó la señora DiLaurentis. 

—Lo siento mucho, —Emily dijo en voz baja, sus ojos estaban llorosos. La señora DiLaurentis aún llevaba el mismo perfume Coco Chanel. Instantáneamente vinieron todo tipo de recuerdos: Un millón de viajes hacia y desde el centro comercial en el Infiniti* de la señora de DiLaurentis, colándose furtivamente  en su cuarto de baño para robarse tabletas TrimSpa* y experimentar en su cara con el maquillaje La Prairie, pasar por su enorme, closet y probarse todos los vestidos de cóctel Dior negros y sexys, de talla dos. 

Otros chicos de Rosewood fluían a su alrededor, tratando de encontrar asientos en las bancas de madera con respaldo alto. Emily no sabía a qué atenerse en el funeral de Alison. El monasterio olía a incienso y madera. Las simples lámparas con forma de cilindro colgaban del techo, y el altar estaba cubierto por millones de tulipanes blancos. Los tulipanes eran la flor favorita de Alison. 

Emily recordaba que Ali ayudaba a su madre a plantar hileras de ellos en su patio cada año. 

La madre de Alison, finalmente se apartó y se secó los ojos. —Yo quiero que te sientes al frente, con todos los amigos de Ali. ¿Está bien, Kathleen? La madre de Emily asintió con la cabeza. —Por supuesto—. Emily escuchó todos los clics de los tacones de la señora DiLaurentis y el arrastre de sus propios mocasines gruesos mientras caminaban por el pasillo. De repente Emily recordó por qué estaba aquí otra vez. Ali había muerto. 

Emily aferró el brazo de la señora de DiLaurentis. —Oh mi Dios. —Su campo de 
visión se redujo, escuchó un ruido de waaaah en sus orejas, señal de que estaba a punto de desmayarse. 

La señora DiLaurentis la ayudo a mantenerse de pie. —Está bien. Vamos. Siéntate aquí abajo.  

Vertiginosamente, Emily se deslizó en el banco. —Pon tu cabeza entre tus piernas, —oyó una voz conocida decir. 

Luego, otra voz familiar soltó un bufido. —Dilo más fuerte, para que todos los 
chicos te puedan oír.  

Emily miró hacia arriba. Junto a ella estaban Aria y Hanna. Aria llevaba una blusa azul, púrpura y fucsia a rayas de algodón con cuello de marinera, una chaqueta azul marino de terciopelo y botas de vaquero. Eso era tan Aria, ella era el tipo que pensaba que llevar algo de color a los funerales era celebrar a los vivos. Hanna, por el contrario, Llevaba un vestido negro corto con escote en V y medias color negro. 

—Querida, ¿puedes moverte de nuevo? 

Por encima de ella, la señora DiLaurentis estaba con Spencer Hastings, que llevaba un traje oscuro y zapatillas de ballet. 

—Hey, chicas —dijo Spencer a todas ellas, en ese mantecoso tono de voz que Emily había extrañado. Ella se sentó junto a Emily. 

—Así que, nos encontramos de nuevo —dijo Aria, sonriendo. 

Silencio. Emily se asomó para ver a todas ellas por el rabillo del ojo. Aria estaba jugueteando con un anillo de plata en su pulgar, Hanna estaba buscando algo en su bolso, y Spencer estaba sentada muy quieta, mirando al altar. 

—¡Pobre Ali! —murmuró Spencer. 

Las muchachas se sentaron en silencio durante unos minutos. Emily sacudió su 
cerebro por algo que decir. Sus oídos se llenaron con el sonido waaaah de nuevo. 

Ella se volvió a escanear a la multitud para encontrar a Maya, y sus ojos aterrizaron cuadrados en Ben. Estaba sentado en la segunda  fila con el resto de los nadadores. 
Emily levantó la mano en un pequeño saludo. Junto a esto, la cosa en la fiesta 
parecía poca cosa. 

Pero en lugar de saludar de vuelta, Ben la fulminó con la mirada, su fina boca en una línea terca, recta. Luego miró hacia otro lado. 

Ok. 

Emily se volvió. La Rabia llenó su cuerpo. Mi  antigua  mejor  amiga  acababa  de  ser encontrada asesinada, quería gritar. Y estamos en una iglesia, ¡por el amor de Dios! ¿Qué hay con el perdón? 

Entonces la golpeó. Ella no quería que la llevara de vuelta. Ni un poco. 

Aria le dio un golpecito en la pierna. —¿Estabas bien después del sábado en la 
mañana? Quiero decir, ni siquiera sabias todavía, ¿verdad?  

—No, era otra cosa, pero estoy bien, —contestó Emily, a pesar de que no era cierto. 

—Spencer. —Hanna levantó la cabeza—. Yo, um, yo te vi en el centro comercial 
recientemente.  

Spencer miró a Hanna. —¿Huh? 

—Tú estabas… ibas a Kate Spade. —Hanna miró hacia abajo—. No lo sé. Yo iba a decir hola. Pero, eh. Me alegro de que no tengas que ordenar aquellos bolsos de Nueva York nunca más. —Ella bajó la cabeza y se sonrojó, como si hubiera dicho demasiado. Emily se sorprendió, no había visto a Hanna hacer esa expresión en años.

Spencer arrugo la frente. A continuación, una mirada triste, tierna vino sobre su rostro. Ella tragó saliva y miró hacia abajo. 

—Gracias —murmuró. Sus hombros empezaron a temblar ella cerró los ojos. Emily sintió su propia garganta asfixiante. 

Nunca había visto llorar a Spencer. 

Aria le puso la mano sobre el hombro a Spencer. —Está bien,  —ella, dijo. 

—Lo siento —dijo Spencer, enjugándose las lágrimas con la manga. —Yo solo… —Miró a su alrededor a todas ellas y luego comenzó a llorar aún más fuerte.  

Emily la abrazó. Se sentía un poco incómodo, pero por la forma que Spencer le 
apretó la mano, Emily podría decir ella lo apreciaba. 

Cuando se sentaron, Hanna sacó un frasco de plata diminuto de su bolso y se lo paso a Emily para transmitírselo a Spencer. 

—Aquí —susurró. 

Sin ni siquiera oler o preguntar lo que era, Spencer bebió un trago enorme. Ella dio un respingo, pero dijo, —Gracias. 
Pasó el frasco de nuevo a Hanna, que bebió y se lo entregó a Emily. Emily tomó un sorbo, que ardía en su pecho, luego lo pasó a Aria. Antes de beber, Aria tiro de la manga de Spencer. 

—Esto te hará sentir mejor también. —Aria tiró abajo el hombro de su vestido para revelar un sujetador blanco tejido. 

Emily inmediatamente lo reconoció, Aria había tejido fuertes sujetadores de lana para  todas  las  chicas  en  séptimo  grado.  —Yo  lo  use  para  bendecir  los  viejos tiempos, —Aria dijo en voz baja—. Esta picando como el infierno. 

Spencer farfulló una carcajada. —¡Oh mi Dios! 

—Eres una loca, —añadió Hanna, sonriendo. 

—Yo nunca pude usar el mío, ¿te acuerdas? —Emily intervino. 

—¡Mi mamá pensaba que era demasiado sexy para la escuela! 

—Sí. —Rió Spencer—. Si puedes llamar sexy a rascarte la tetas todo el día.  

Las chicas se rieron. De repente, el teléfono celular de Aria zumbo. Metió la mano en su bolso y miró a la pantalla del teléfono. 

—¿Qué? —Aria miró para arriba, dándose cuenta de que todas la estaban mirando a ella. 

Hanna jugueteó con su pulsera. —¿Tú, eh, recibiste un mensaje de texto? 

—Sí. ¿Y qué? 

—¿Quién fue? 

—Fue mi madre —respondió lentamente Aria—. ¿Por qué? 

La música de los tubos del órgano empezó a sonar cadente a través de la iglesia.  

Detrás de ellos, más chicos murmuraban en voz baja. Spencer miró nerviosamente a Emily. El corazón de Emily comenzó a latir con fuerza. 

—No importa —dijo Hanna—. Eso fue curioso. 

Aria se lamió los labios. —Espera. En serio. ¿Por qué? la manzana de Adán de 
Hanna se levantó como una golondrina nerviosa. —Yo… 

Pensé que tal vez cosas extrañas les ocurrían a ustedes, también. La boca de Aria se abrió. —Extrañas es quedarse corto—.  Emily apretó sus brazos alrededor de sí misma. 

—Espera. ¿A ustedes también? —Spencer dijo en voz baja. 

Hanna asintió con la cabeza. —¿Textos? 

—E-mails, —dijo Spencer. 

—¿Acerca de… cosas del séptimo? —Aria dijo en voz baja. 

—¿Chicas están hablando en serio? —Emily chirrió. 

Las amigas se miraron. Pero antes de que nadie dijera otra cosa, el órgano de tubos sonó sombríamente llenando la habitación. Emily se dio la vuelta. Un grupo de personas caminaban lentamente por el pasillo central. Era la madre de Ali y su padre,  su  hermano,  sus  abuelos,  y  algunos  otros  que  deben  de  haber  sido familiares. Dos chicos pelirrojos fueron los últimos en llegar por el pasillo; Emily reconocido a Sam y Russell, primos de Ali. Ellos solían visitar a la familia de Ali cada verano. Emily no los había visto en años, y se preguntó si seguían siendo tan crédulos como solían ser. 

Los miembros de la familia cayeron en la primera fila y esperaron a que la música se detuviera. 

Cuando Emily miraba, se dio cuenta del movimiento. Uno de los dos primos, el de granitos, pelirrojo las miraba. Emily estaba bastante segura de que era el que se llamaba Sam -que había sido el más Nerd de los dos. Miró a todas las chicas y luego lentamente con coquetería levantó una ceja. Emily miró rápidamente a lo lejos. 

Sintió el llamado de Hanna en las costillas. —No voy —Hanna susurró a las chicas. 

Emily miró, desconcertada, pero luego Hanna indicó con los ojos a los dos primos desgarbados. 

Todas las chicas atrapadas, al mismo tiempo dijeron. —No voy—, Emily, Spencer, y Aria, a la vez. Todas se rieron. Pero Emily se detuvo, considerando lo que —No voy— quería decir en realidad. Nunca había pensado en ello antes, pero era algo malvado. Cuando miró a su alrededor, se dio cuenta que sus amigas  habían dejado de reír también. Todas ellas intercambiaron una mirada. 

—Supongo que era más divertido en ese entonces, —dijo Hanna en voz baja. 

Emily se sentó. Tal vez Ali no lo sabía todo. Sí, esto podría haber sido el peor día de 
su vida, y ella estaba terriblemente devastada acerca de Ali, y completamente 
asustada acerca de A. Pero por un momento, ella se sentía bien. Sentada aquí con sus viejas amigas, parecía el pequeño comienzo de algo.  


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Nota de la traductora 

*No sé como lo llaman en otros lados pero aquí lo pueden ver: http://img.webdelanovia.com/wp-content/uploads/2007/01/Pepe%20Botella%204.JPG 
*Píldoras para adelgazar 


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Capítulo 35: Sólo espera.

El órgano empezó a sonar nuevamente con su música lúgubre, y el hermano 
de Ali y los otros llenaron la iglesia. Spencer, achispada por unos cuantos 
tragos de whisky, notó que sus tres viejas amigas se habían levantado y 
estaban saliendo ordenadamente del banco, y ella pensó que debería ir también. 

Todos de Rosewood Day estaban en la parte posterior de la iglesia, desde los chicos de lacrosse boys a los geeks obsesionados a los video-games de los que Ali sin duda se habría burlado en séptimo. El viejo Sr. Yew –el encargado de la unidad de caridad de Rosewood Day– parado en la esquina, hablando en voz baja al Sr. Kaplan, quien enseñaba arte. Incluso los viejos amigos JV de hockey sobre césped de Ali habían regresado de sus respectivas universidades; ellos estaban parados en un  grupo  lloroso  cercano  a  la  puerta.  Spencer  analizó  los  rostros  conocidos, recordando a todas las personas que solía conocer pero ya no más. Y entonces, vio un perro –un perro lazarillo. 

—¡Oh Dios mío! 

Spencer agarró el brazo de Aria. —Por la salida —dijo ella entre dientes. Aria 
entrecerró los ojos—. ¿Es ese… ? 

—Jenna —murmuró Hanna. 

—Y Toby —agregó Spencer. 

Emily se puso pálida. —¿Qué están haciendo aquí? 

Spencer estaba demasiado aturdida para responder. Ellos parecían iguales pero 
totalmente  diferentes.  El  cabello  de  él  estaba  más  largo  ahora,  y  ella  estaba... grandiosa, con largo pelo negro y usando unos grandes lentes de sol Gucci. 

Toby, el hermano de Jenna, capturó a Spencer mirándolos. Una mirada ácida y 
disgustada se apoderó de su cara. Spencer rápidamente apartó sus ojos. 

—No puedo creer él haya aparecido —susurró ella, demasiado bajo para los otros oídos. 

Para el momento en que las chicas alcanzaron las pesadas puertas de madera que conducían  a  los  peldaños  ruinosos  de  la  iglesia,  Toby  y  Jenna  se  habían  ido. Spencer entrecerró los ojos bajo la luz del sol del cielo brillante y perfectamente azul. Era uno de esos encantadores días de otoño sin humedad, donde uno se moría  por  faltar  a  la  escuela,  acostarse  en  un  campo,  y  no  pensar  en  las responsabilidades  de  uno.  ¿Por  qué  era  siempre  en  días como  este  que  algo horrible ocurría? 

Alguien tocó su hombro y Spencer dio un brinco. Era un corpulento policía rubio. 
Hizo una seña para Hanna, Aria, y Emily para que siguieran sin ella. 

—¿Es usted Spencer Hastings? —preguntó él. 

Ella asintió sin decir nada. 

El policía se retorcía sus enormes manos juntas. —Siento mucho su pérdida —dijo él—. Usted era una vieja amiga de la Srta. DiLaurentis, ¿verdad? 

—Gracias. Si, lo era. 

—Voy a necesitar hablar con usted. —El policía buscó dentro de su bolsillo—. Aquí está mi tarjeta. Vamos a reabrir el caso. Como ustedes eran amigas, podría ser capaz de ayudarnos. ¿Está bien si vengo en un par de días? 

—Um, seguro —balbuceó Spencer—. Cualquier cosa que pueda hacer. 

Como zombie, se encontró con sus viejas amigas, que se había reunido bajo un sauce llorón. —¿Qué quería? —preguntó Aria. 

—Quieren hablar conmigo, también. —dijo Emily en voz baja—. No es la gran 
cosa, ¿no? 

—Estoy segura que es lo mismo de siempre. —dijo Hanna. 

—Él no podía estar preguntando sobre… —empezó Aria. Miró nerviosamente a la puerta del frente de la iglesia, donde Toby, Jenna, y su perro estaban parados. 

—No —dijo Emily rápidamente—. No podemos meternos en problemas por eso 
ahora, ¿no? 

Se miraron entre sí preocupadas. 

—Por supuesto que no —dijo Hanna finalmente. 

Spencer miró alrededor donde todo el mundo estaba hablando en voz baja sobre el césped. Se sintió enferma después de ver a Toby, y no había visto a Jenna desde el accidente. Pero era una coincidencia que el policía le haya hablado justo después de  haberlos  vistos,  ¿verdad?  Spencer  sacó  con  rapidez  sus  cigarrillos  de emergencia y lo encendió. Necesitaba hacer algo con sus manos. 

Le contaré a todo el mundo sobre el asunto de Jenna. 

Eres tan culpable como yo. 

Pero nadie me vio.  

Spencer exhaló nerviosamente y observó a la multitud. No hay ninguna prueba. 
Fin de la historia. A menos… 

—Esta ha sido la peor semana de mi vida —dijo Aria repentinamente. 

—La mía también. —estuvo de acuerdo Hanna. 

—Supongo que podemos mirar el lado positivo —dijo Emily, su voz aguda y 
nerviosa—. No podemos tener una peor que ésta. 

Cuando seguían el cortejo al estacionamiento de grava, Spencer se detuvo. Sus 
viejas amigas también se detuvieron. Spencer quería decirles algo –no sobre Ali o A o Jenna o Toby o la policía, en vez de eso, más que nada, quería decirles que las había extrañado todos esos años. 

Pero antes de que pudiera decirlo, el teléfono de Aria sonó. 

—Espera…  —pronunció  Aria,  hurgando  en  su  bolso  por  el  teléfono—. 
Probablemente es mi mamá otra vez. 

Entonces, el Sidekick de Spencer vibró. Y sonó. Y chilló. No era solo su teléfono, sino los teléfonos de sus amigas también. Los sonidos repentinos y de tonos altos sonaron incluso más fuertes contra la formal y silenciosa procesión funeraria. Los otros  dolientes  les  lanzaron  miradas  desagradables. Aria  levantó  el  suyo  para silenciarlo;  Emily  luchó  por  operar  su  Nokia.  Spencer  arrancó  su  teléfono  del bolsillo de su bolso. 

Hanna leyó su pantalla. —Tengo un nuevo mensaje. 

—Yo también —susurró Aria. 

—Lo mismo —repitió Emily. 

Spencer vio que ella también. Todas golpearon en LEER. Un momento de silencio helado pasó. 

—Oh Dios mío —susurró Aria. 

—Es de… —chilló Hanna. 

Aria murmuró, —¿Creen que ella quiere decir… 

Spencer tragó saliva. A la vez, las chicas leyeron sus textos en voz alta. Cada una dijo exactamente lo mismo: 

Todavía estoy aquí, perras. Y lo sé todo. —A

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