lunes, 2 de septiembre de 2013

Club de Lectura (3x19)

Esta vez, te dejamos el capítulo 19 del libro Perfect.
Si te perdiste el capítulo 18, lo podés leer acá.
Para empezar a leer, hacé clic en Más Información.
Capítulo 19: Es mejor que una canción que dice “patéame”

El jueves por la tarde, Hanna siguió a los chicos de su clase de química a través del patio hacia el mástil de la bandera. Hubo un simulacro de incendio, y ahora su profesor de química, Sr. Percival, estaba contando para asegurarse que ninguno de sus alumnos se había escapado. Era otro monstruosamente caluroso día de octubre, y mientras el sol golpeaba sobre la cabeza de Hanna, escuchó a dos estudiantes de segundo año susurrando.
—¿Has oído que ella es una cleptómana? —siseó Noelle Frazier, un chica alta con una cascada de rizos rubios.
—Lo sé —contestó Anna Walton, una pequeña con tetas enormes—. Ella, como que, organizó este gran atraco de Tiffany. Y entonces destrozó el coche del Sr. Ackard.
Hanna se tensó. Normalmente, no se molestaría con un par de penosas chicas de segundo, pero se sentía algo vulnerable. Fingió estar realmente interesada en un montón de pequeños pinos que los jardineros acababan de plantar.
—He oído que está en la comisaria casi cada día —dijo Noelle.
—Y sabes que ya Mona no la invita, ¿verdad? —susurró Anna—. Tuvieron esta gran pelea porque Hanna la humilló con esa publicidad aérea.
—Mona quería librarse desde hace ya un par de meses —dijo Noelle a sabiendas—. Hanna se ha convertido en una gran perdedora.
Eso era demasiado. Hanna se dio la vuelta. 
—¿Dónde has oído eso?
Anna y Noelle intercambiaron sonrisas. Y se pasearon por la colina sin contestar.
Hanna cerró los ojos y se reclinó contra el mástil metálico de la bandera, tratando de ignorar el hecho de que todos en la clase de química la estaban mirando fijamente.
Habían pasado veinticuatro horas desde el desastroso momento de la publicidad aérea, y las cosas habían ido de mal en peor. Hanna había dejado al menos diez mensajes disculpándose en el móvil de Mona la noche anterior… pero Mona no le había devuelto la llamada. Y hoy, había estado escuchando cosas extrañas, desagradables acerca de ella… de todo el mundo.
Pensó en la nota de A. ¿Y Mona? Ella no es tu amiga, tampoco. Así que vigila tu espalda. Hanna escaneó la multitud de niños en el patio. Al lado de las puertas, dos chicas con el uniforme de animadoras estaban ensayando los vítores. Cerca del árbol de goma, un par de chicos estaban haciendo “peleas de bléiser” azotándose uno a otro con sus bléiseres de Rosewood Day. El hermano de Aria, Mike, andaba jugando con su PSP.
Por último, captó el pelo rubio blanquecino de Mona. Estaban de vuelta al edificio principal a través de una de las puertas laterales con una mirada aburrida, en su altiva cara. Hanna se estiró su bléiser, apretando y aflojando los puños, y se dirigió derecho hacia su amiga.
Cuando alcanzó a Mona, le dio un golpecito en su huesudo hombro. Mona miró por encima. 
—Oh, eres tú —dijo con voz monótona, la forma con la que normalmente saludaba a perdedores no lo suficientemente cool como para estar en su presencia.
—¿Estás contando cosas sobre mí? —exigió Hanna, colocando sus manos sobre sus caderas y manteniendo el ritmo de Mona, que estaba caminando rápidamente por la puerta principal y bajando el pasillo al estudio de arte.
Mona enganchó su bolso mandarina Dooney & Bourke más alto sobre su hombro. 
—No he estado diciendo nada que no sea verdad.
Hanna se quedó boquiabierta. Se sentía como Wile E. Coyote en uno de esos viejos dibujos animados Looney Toons que solía ver, él estaría corriendo y corriendo y corriendo y de repente se caería por un precipicio. Wile E. se detendría, sin darse cuenta por un segundo, y rápidamente caería en picada. 
—¿Así que crees que soy una perdedora? —chilló.
Mona levantó una ceja. 
—Como he dicho, no he estado diciendo nada que no sea verdad.
Dejó a Hanna parada en mitad del pasillo, entre los agitados estudiantes. Mona caminó hasta el final del pasillo y se paró con un grupo de chicas. Al principio se veían todas iguales —bolsos caros, pelo reluciente, falsos bronceados es sus esqueléticas piernas— pero Hanna centró la vista. Mona estaba con Naomi y Riley, y estaban susurrando.
Hanna estaba segura de que iba a llorar. Buscó a tientas a través de la puerta del baño y se encerró en una cabina cerca del Viejo Leal, un infame aseo que aleatoriamente soltaba columnas de agua, mojándote si eras lo suficientemente estúpida como para usarlo. El baño de los chicos tenía un inodoro que echaba chorros, también. Con el paso de los años, los obreros habían intentado arreglar los dos, pero como no podían encontrar la causa, los Viejos Leales se habían convertido en una parte legendaria del saber popular de Rosewood Day. Todo el mundo sabía que era mejor no usarlos.
Excepto… Mona había utilizado el Viejo Leal tan solo unas semanas después de que ella y Hanna se hicieran amigas, cuando Mona todavía era despistada. Ella frenéticamente envió un mensaje a Hanna en la clase de salud, y Hanna corrió hacia el baño para pasarle a Mona la falda y camisa del uniforme extra que ella tenía en su casillero. Hanna recordó poner la empapada falda de Mona en una bolsa de plástico de Campos Frescos y deslizarlo por debajo de la cabina del aseo para que Mona pudiera cambiarse furtivamente, Mona siempre se había sentido reacia a cambiarse delante de otras personas.
¿Cómo Mona no podía recordar eso?
En ese preciso instante, el Viejo Leal entró en erupción. Hanna lanzó un grito y se apretó contra la pared de la cabina opuesta a la vez que una columna de agua azul de inodoro saltó en el aire. Unas pocas gotas pesadas golpearon la parte posterior del bléiser de Hanna, y ella se acurrucó contra la pared y finalmente empezó a llorar.
Odiaba que Mona ya no la necesitara. Y que Ali fuera asesinada. Y que su padre aún no la hubiera llamado. ¿Por qué estaba pasando esto? ¿Qué había hecho para merecerlo?
Mientras el Viejo Leal se calmaba, la puerta principal se abrió. Hanna hizo pequeños ruidos jadeantes, intentando guardar silencio. Quienquiera que fuera caminó hacia el lavabo, y Hanna se asomó por debajo de la puerta. Vio un par de torpes botas negras de chico.
—¿Hola? —dijo una voz de muchacho—. Hay… ¿Hay alguien ahí?
Hanna se colocó la mano sobre la boca. ¿Qué estaba haciendo un chico en ese baño?
A no ser… No. Ella no.
—¿Hanna? —los zapatos estaban delante de su cabina. Hanna reconoció la voz.
Miró por la rendija de la puerta. Era Lucas, el chico de Rive Gauche. Podía ver el borde de su nariz, una gran parte de pelo rubio-blanquecino. Había un enorme pin en su solapa de ¡VAMOS EQUIPO DE FUTBOL ROSEWOOD!
—¿Cómo has sabido que era yo?
—Te he visto entrar —contestó—. Sabes que este es el baño de los chicos, ¿verdad?
Hanna contestó con un sorbo embarazoso. Se quitó su mojado bléiser, y salió arrastrando los pies, caminó al lavabo, y con fuerza bombeó el dispensador de jabón, que tenía ese falso olor almendrado que Hanna odiaba.
Los ojos de Lucas miraron hacia el Viejo Leal.
—¿Ha hecho erupción esa cosa?
—Sí. —Y Hanna no pudo controlar más sus emociones. Se encorvó sobre el lavabo, mientras sus lágrimas caían sobre él.
Lucas se quedó allí un momento, entonces colocó su mano en medio de su espalda. Hanna sintió un pequeño temblor. 
—Es sólo el Viejo Leal. Hace erupción, cada hora. Ya lo sabes.
—No es eso. —Hanna agarró una toalla de papel y se sonó la nariz—. Mi mejor amiga me odia. Y está haciendo que todos me odien también.
—¿Qué? Claro que no. No digas tonterías.
—Sí ¡Ella lo hace! —La voz aguda de Hanna rebotó en los azulejos de las paredes del baño—. Mona está juntándose con las chicas que antes solíamos odiar, y está contando chismes sobre mí, todo porque me perdí el Frenniversario y la publicidad aérea había escrito, “Péete(tirarse una flatulencia) con Mona” en vez de, “Party con Mona”, y me des-invitó de su fiesta de cumpleaños, ¡y se supone que soy su mejor amiga!
Dijo todo eso en una larga frase sin respirar, a pesar de donde estaba y con quien estaba hablando. Cuando terminó, miró fijamente a Lucas, de repente irritada porque él estaba allí y lo había escuchado todo.
Lucas era tan alto que prácticamente tenía que agacharse para no tocar el techo con su cabeza. 
—Podrías empezar a esparcir rumores sobre ella. Como que tiene una enfermedad donde no puede dejar de comerse sus mocos cuando nadie le ve.
El corazón de Hanna se derritió. Eso era asqueroso… pero también divertido… y dulce. 
—Está bien.
—Bueno la oferta sigue en pie. —Lucas tenía una mirada seria en su rostro. En la horrible luz verde del baño, se veía realmente lindo—. ¡Pero hey! Sé de algo que podemos hacer para animarte.
Hanna le miró con incredulidad. Qué, ¿Lucas se pensaba que ahora eran amigos?, ¿Porqué la había visto en el baño? No quería preguntar pero aun así, sentía curiosidad.
—¿Qué?
—No puedo decírtelo. Es alto secreto. Te iré a buscar mañana por la mañana.
Hanna le lanzó una mirada de advertencia. 
—¿Cómo una cita?
Lucas alzó las manos en señal de rendición. 
—Por supuesto que no. Sólo como… amigos.
Hanna tragó. Ella necesitaba un amigo en este mal momento. 
—Está bien —dijo en voz baja, sintiéndose demasiado exhausta para discutir. Entonces, con un suspiro, salió del Viejo Leal baño de los chicos y se dirigió a su siguiente clase. Extrañamente, se sentía un poquitito mejor.
Pero al doblar la esquina hacia el ala de lenguas extranjeras, Hanna se estiró para colocarse el bléiser y sintió que algo estaba pegado en su espalda. Se quitó un pedazo de papel arrugado. Siente lastima por mí, decía, con letra de color rosa.
Hanna miró a los estudiantes que pasaban alrededor, pero nadie estaba prestando atención. ¿Cuánto tiempo había estado caminando por ahí con esa nota encima?
¿Quién podía haber hecho eso? Podía haber sido cualquiera. Ella había estado con esa multitud durante el simulacro de incendio. Todos habían estado allí.
Hanna miró hacia el papel de nuevo y le dio la vuelta en sus manos. En la otra cara había una nota escrita a máquina. Hanna sintió una sensación familiar hundirse en su estómago.

Hanna: ¿Recuerdas cuando viste a Mona salir de la clínica de cirugía plástica de Bill Beach? ¡¡Hola, Lipo!! Pero ¡Shh! No lo has oído de mí. 
A

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