viernes, 23 de diciembre de 2011

Club de lectura (1x20)

Estamos otra vez para darte la cuota diaria de PLL, esta vez les traemos el capítulo 20.
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Capítulo 20: Lo único que le hace falta a Emily es un sable de luz y un casco negro.

Estaba oscureciendo cuando Emily se deslizó en el Jeep Cherokee de color
verde de Ben. —Gracias por convencer a mis padres de que mi castigo
empiece mañana.
—No hay problema, —respondió Ben. Él no le dio un beso de saludo. Y estaba
escuchando Fall Out Boy, que sabía que Emily odiaba.
—Están un poco enojados conmigo.
—Escuché.—Mantuvo sus ojos sobre la carretera.
Que interesante que Ben no preguntara por qué. Quizás ya lo sabía. Curiosamente, el padre de Emily había entrado en su cuarto más temprano y había dicho, —Ben va a venir a recogerte en veinte minutos. Estate lista.—Bien. Okay. Emily había pensado que iba a ser dejada de por vida por renunciar a los Dioses de natación, pero tenía la sensación de que ellos realmente querían que saliera con Ben. Quizás él le hablaría para hacerla entrar en razón.
Emily dio un suspiro. —Siento lo de la práctica de ayer. Ando bajo un poco de
estrés.
Ben finalmente bajó el volumen. —Está todo bien. Estás confundida.
Emily acabó lamiendo sus labios ChapStick. ¿Confundida? ¿Sobre qué?
—Te perdono por esta vez, —agregó Ben. Alcanzó su mano y se la apretó.
Emily se erizó. ¿Esta vez? ¿Y él no debería decir que lo lamentaba también? Él
había después de todo, irrumpido en el vestuario como un niñito.
Entraron por las puertas abiertas de hierro forjado de Kahns. La propiedad se
encontraba apartada de la carretera, por lo que el camino era una media milla de largo y rodeado de pinos largos y gruesos. Incluso el aire olía a limpio. La casa de ladrillo rojo estaba emplazada detrás de enormes columnas dóricas. Había un pórtico con una pequeña estatua de un caballo en la parte superior y un maravilloso patio solar acristalado al lado. Emily contó catorce ventanas en el segundo piso, de un extremo al otro.
Pero la casa no le interesaba. Iban al campo. La propiedad estaba delimitada por altos y británicos setos verdes, y un muro de piedra que se prolongaba por acres.
La mitad albergaba la granja de caballos Kahn; del otro lado había un enorme
césped y un estanque para patos. Rodeando el patio entero había un espeso
bosque.
Mientras Ben aparcaba el coche en un estacionamiento improvisado de hierba,
Emily salió, escuchando a The Killers sonando del patio trasero. Caras familiares de Rosewood salían de sus Jeeps, Escalades, y Saabs. Un grupo de chicas inmaculadamente confeccionadas sacaron paquetes de cigarrillos de sus pequeños bolsos acolchados con eslabones de cadenas y los encendieron, hablando por sus diminutos teléfonos celulares. Emily bajó su mirada a sus desgastadas Converse
All-Stars azul y tocó su desastrosa coleta.
Ben la alcanzó y acortaron los setos y atravesaron un tramo aislado de árboles y
entraron a la zona de la fiesta. Había un montón de chicos que Emily no conocía, pero eso era porque los Kahns invitaron a muchos chicos de otras escuelas privadas, además de Rosewood. Había un barril y una mesa de bebidas en los arbustos, y habían creado una pista de baile de madera, luces portátiles, y tiendas de campaña en el centro del campo.
Del otro lado del campo, cerca del bosque, había una cabina de fotos escolares antiguas iluminadas con luces navideñas. Los Kahns lo arrastraban de su sótano para esta fiesta cada año.
Noel los saludó. Llevaba una remera gris que decía DOBLADA POR LA COMIDA, unos jeans azules rasgados y sin zapatos o calcetines. —Que pasa.—Él le dio a ambos una cerveza.
—Gracias, hombre.—Ben tomó su vaso y empezó a beber. La cerveza ámbar se deslizó torpemente por su barbilla. —Buena fiesta.
Alguien golpeó a Emily en el hombro.
Se dio la vuelta. Era Aria Montgomery, usando una apretada y descolorida remera roja de la Universidad de Iceland, una mini de vaquero desgastada, y botas rojas de cowboy John Fluevog. Su pelo negro estaba estirado en una coleta alta.
—Wow, hola,—dijo Emily. Ella había escuchado que Aria estaba de vuelta pero
aún no la había visto. —¿Cómo estuvo Europa?
—Increíble.—sonrió Aria. Las chicas se miraron por unos segundos. Emily se
detuvo, queriendo decirle a Aria que estaba contenta de que ella se deshizo de
falso arete para la nariz y los mechones de pelo rosado, pero sería raro hacer una referencia a su vieja amistad. Tomó un trago a su cerveza y fingió estar fascinada con los bordes del vaso.
Aria se removió nerviosamente. —Escucha, estoy feliz de que estés aquí. Estaba esperando hablar contigo.
—¿Si?—Emily se encontró con sus ojos y miró atrás.
—Bueno...a ti o Spencer.
—¿En serio?—Emily sintió su pecho más apretado. ¿Spencer?
—Así que, prométeme que no pensarás que estoy loca. He estado lejos por mucho tiempo, y…— Aria arrugó su cara de una manera que Emily recordaba bien.
Significaba que ella estaba eligiendo sus palabras cuidadosamente.
—¿Y que?—Emily enarcó las cejas esperando. Quizás Aria quería a todos sus viejos amigos para tener una reunión – por supuesto, estando lejos, ella no sabría hasta que punto habían crecido ellas. ¿Qué tan incómodo sería eso?
—Bueno…—Aria miró alrededor con cautela. —¿Hubo mas noticias sobre la
desaparición de Ali mientras estuve lejos?
Emily se agitó bruscamente, escuchar el nombre de Ali salir de la boca de su vieja amiga. —¿Su desaparición? ¿Qué quieres decir?
—Como, ¿descubrieron quién se la llevó? ¿Alguna vez volverá?
—Um...no...—Emily masticó la uña de su pulgar incomoda.
Aria se inclinó hacia Emily. —¿Crees que esté muerta?
Los ojos de Emily se abrieron. —Yo…no lo sé. ¿Por qué?
Aria apretó la boca. Parecía sumida en sus pensamientos.
—¿De qué se trata esto?—preguntó Emily, su corazón latiendo.
—Nada.
Entonces los ojos de Aria se enfocaron en alguien detrás suyo. Apretó la boca
cerrada.
—Hey,—dijo una voz grave detrás de Emily.
Emily se giró. Maya. —Hey,—ella respondió, casi tirando su vaso. —Yo…no sabía que ibas a venir.
—Yo tampoco,—dijo Maya. —Pero mi hermano quería. Él está aquí en algún lado.
Emily se giró para presentar a Aria, pero ella se había ido.
—¿Entonces esta es Maya?—Ben reapareció al lado de ellas. —¿La chica que llevó a Emily al lado oscuro?
—¿Lado oscuro?—Emily graznó. —¿Qué lado oscuro?
—Dejar natación,—respondió Ben. Él se giró a Maya. —Sabes que ella lo ha
abandonado, ¿no?
—¿Si?—Maya se giró a Emily y sonrió emocionada.
Emily le lanzó a Ben una mirada. —Maya no tiene nada que ver con eso. Y no
tenemos que hablar de eso ahora.
Ben dio otro enorme trago a su cerveza. —¿Por qué no? ¿No es tu gran noticia?
—No se...
—Como sea—, llevó su pesada mano a su hombro un poco brusco—. Voy por otra cerveza. ¿Quieres otra?
Emily asintió, a pesar de que sólo bebía una cerveza en las fiestas, máximo. Ben no le preguntó a Maya si quería una bebida. Mientras él se alejaba, notó sus vaqueros caídos. Puaj.
Maya tomó la mano de Emily y la apretó. —¿Cómo se siente?
Emily miró sus manos entrelazadas, se sonrojó, pero siguió sosteniéndola. —
Bien.—O asustada. O, en algunos momentos, como una mala película. —Confuso, pero bien.
—Tengo algo con lo que celebrar, —susurró Maya. Alcanzó su mochila Maniatan Portage y le mostró a Emily un extremo de una botella de Jack Daniel—. La robé de la mesa de licor. ¿Vas a ayudarme a matarla?
Emily miró a Maya. Su pelo estaba desparramado sobre su cara, y llevaba una
sencilla camiseta sin mangas y una falda de la armada cargo verde. Ella parecía efervescente y divertida – mucho más divertida que Ben en sus jeans de trasero holgado.
—¿Por qué no?—respondió, y siguió a Maya al bosque.

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