lunes, 19 de diciembre de 2011

Club de Lectura (1x16)

Estamos otra vez para darte la cuota diaria de PLL, esta ve les traemos el capítulo 16.
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Capítulo 16: No confíes en una invitación sin remitente.

Sí que vas a venir esta noche? —Hanna cambió su BlackBerry a su
otra oreja y esperó la respuesta de Sean.
Era el jueves después de la escuela. Ella y Mona acababan de encontrarse para un rápido capuchino en el campus, pero Mona tuvo que irse temprano para practicar sus tiros para el torneo de golf de madre / hija en el que competirían este fin de semana. Ahora, Hanna estaba sentada en el porche, hablando con Sean y viendo sorprendida a los gemelos de seis años de al lado dibujar anatómicamente bien a niños desnudos con tiza en todo su camino de entrada.
—No puedo —respondió Sean. —Lo siento mucho.
—Pero es jueves, la noche de Nerve, ¡tú sabes eso!
Hanna y Sean se engancharon en este —reality show— Nerve, el cual
documentaba las vidas de cuatro parejas que se habían conocido online. El
episodio de esta noche era sumamente importante, debido a que sus dos
personajes favoritos, Nate y Fiona, estaban a punto de hacerlo. Hanna pensó que al menos podría iniciar una conversación.
—Yo... Tengo una reunión esta noche.
—¿Una reunión para qué?
—Um... el Club V. —La boca de Hanna se abrió. ¿El Club V? ¿Al igual que el Club de La virginidad?
—¿Puedes saltarla?
Él guardó silencio durante un minuto. —No puedo.
—Bueno, ¿por lo menos irás a mañana donde Noel?
Otra pausa. —No lo sé.
—¡Sean! ¡Tienes que hacerlo! —Su voz chirrió.
—Está bien —contestó. —Creo que Noel se pondría un poco molesto si no lo hago.
—Yo estaría muy molesta —agregó Hanna.
—Ya lo sé. Nos vemos mañana.
—Sean, espera —Hanna comenzó. Pero él ya había colgado.
Hanna abrió su casa. Sean tenía que ir a la fiesta mañana. Ella había concebido un plan infalible, romántico: lo llevaría a los bosques de Noel, se confesarían su amor el uno al otro, y luego tendrían sexo. El Club V no podría discutir con tener relaciones sexuales si estabas enamorado, ¿verdad? Además, Los bosques Kahn eran legendarios. Eran conocidos como los bosques de la virilidad, debido a los tantos chicos que en las fiestas de Kahn habían perdido su virginidad allí. Se rumoreaba que los árboles susurraban secretos del sexo a los nuevos reclutas.
Se detuvo ante el espejo en el pasillo y se levantó la camisa para examinar sus
tensos músculos del estómago. Giró hacia los lados para investigar su trasero
pequeño, redondo. Luego se inclinó hacia delante para mirar su piel. Las manchas de ayer habían desaparecido. Ella mostró los dientes. Un diente frontal inferior estaba cruzado sobre un canino. ¿Habían sido siempre así?
Ella echó el grueso, bolso de mano de piel dorado en la mesa de la cocina y abrió el congelador. Su mamá no compraba Ben & Jerrys, —por lo que sándwiches de helado falso Tofutti Cutie 50% menos azúcar tendría que ser. Sacó tres y empezó a desenvolver con avidez el primero. A medida que tomaba el primer bocado, sintió ese remolcador sentimiento familiar de comer más.
—Aquí, Hanna, tienes otra profiterol —Ali había susurrado a ella ese día que visitó a su padre en Annapolis. Entonces Alí se volvió hacia Kate, la hija de la novia de su papá, y le dijo: —Hanna tiene suerte, ¡puede comer de todo y no ganar ni un gramo !
No era cierto, por supuesto. Eso es lo que lo que lo hacía tan malo. Hanna ya
estaba gordita y parecía estar cada vez más así. Kate rió, y Ali —que se suponía que estaba del lado de Hanna— se echó a reír también.
—Te traje algo.
Hanna saltó. Su mamá se sentó en la mesa del teléfono en un brasiere deportivo sexy color rosa fuerte y unos pantalones de yoga . —Ah —dijo Hanna en voz baja.
La Sra. Marín miró a Hanna, con los ojos colocados en los sándwiches de helado en sus manos. —¿De verdad necesitas tres?
Hanna miró hacia abajo. Había devorado un sándwich en menos de diez segundos, casi sin probarlo, y había desenvuelto el siguiente.
Ella le sonrió débilmente a su mamá y rápidamente metió el resto de Cuties* en el congelador. Cuando se dio la vuelta, su madre puso una bolsita azul de Tiffany* en la mesa. Hanna lo miró inquisitivamente.
—¿Y esto?
—Ábrelo.
Dentro de la pequeña caja azul de Tiffany, había lo que era el conjunto completo —
la pulsera, los aretes redondos de plata, además el collar. El mismo conjunto de Tiffany que había tenido que entregar a la mujer en la comisaría. Hanna se detuvo, dejando que brillaran hacia la luz del techo.
—Guau.
La Sra. Marín se encogió de hombros. —No hay de qué. —Entonces, para establecer que la conversación se había terminado, ella se retiró, desenrolló su  colchoneta, y puso un video en DVD de Yoga.
Hanna deslizó lentamente los pendientes de vuelta en la bolsa, confundida.
Su mamá era tan extraña. Fue entonces cuando se dio cuenta que había una tarjeta pequeña cuadrada, sobre la mesa telefónica. Su nombre y su dirección fueron escritas a máquina en todos los lados. Ella sonrió. Una invitación a una fiesta era justo lo que necesitaba para animarme.
—Respire por la nariz, exhale por la boca —eran cada una de las instrucciones del Yoga que estaban pasando en la TV. La Sra. Marín se quedó con los brazos hacia los costados. Ni siquiera se movió cuando empezó a sonar su Black Berry, lo que significaba que recibió un e-mail.
Hanna agarró el sobre y se subió a su cuarto. Se sentó en el borde de su cama,
sintió los bordes con millones de hilos, se recostó, y sonrió hacia un lado, estaba durmiendo pacíficamente en su cama para perros.
—Ven acá, Dot —susurró. Se despertó y se metió en medio dormido sus brazos.
Hanna suspiró. Quizá sólo tenia el PMS*, y estaba nerviosa, inquieta, estas
sensaciones desaparecerían tal vez dentro de unos días.
Ella abrió el sobre entre sus manos frunció el ceño. No era una invitación, y la verdad no tenía sentido.
Hanna, ¡Incluso papá no te ama mucho! —A
¿Que se supone que significaba eso? Pero cuando desdobló lo demás dentro del sobre, ella gritó.
Era un listado en color de un boletín de la escuela privada. Hanna vio a los
personajes de la foto. La leyenda decía: Kate Randall fue la presentadora de la
Escuela Barnbury. En la foto está con su madre, Isabel Randall, y su prometido el Sr. Randall, Tom Marín.
Hanna parpadeó rápidamente. Su padre tenía el mismo aspecto que cuando había visto por última vez. Y aunque su corazón se detuvo cuando leyó la palabra novio.
—¿Cuando pasó eso? —Fue la imagen de Kate que le hizo comezón en la piel.
Kate parecía más perfecta que nunca. Su piel era brillante y tenía un perfecto
cabello. Tenía los brazos envueltos alrededor de su mamá y del Sr. Marín.
Hanna nunca olvidará el momento en que vio por primera vez a Kate. Ali y Hanna fueron las que acabaran de llegar de Amtrak en Annapolis, y al principio sólo veía Hanna a su papá apoyado en el capó de su coche. Pero entonces la puerta del coche se abrió, y Kate salió. Su cabello castaño era suave y brillante, y ella se mantenía como el tipo de chica que había tomado clases de ballet desde que tenía dos años.
El primer instinto de Hanna fue agacharse detrás de un poste. Miró sus jeans y su suéter algo estirados y trató de no hiperventilarse. Por esta razón, papá se fue, ella pensaba. Él quería una hija que no lo avergonzara.
—Oh, Dios mío —Hanna susurró, buscando en el sobre la dirección del que fue
mandada. Nada. Algo se le ocurrió. La única persona que realmente sabía sobre Kate fue a Alison. Sus ojos se trasladaron a la palabra –A.
Los cuties le daban vuelta en el estómago. Corrió al baño y cogió se cepilló los
dientes. Entonces se arrodilló sobre el retrete y esperó. Las lágrimas salían en cada rincón de los ojos. No comencemos de nuevo, se dijo, agarrando el cepillo de dientes fuertemente a su lado. Eres mejor que esto.
Hanna se levantó y se miró en el espejo. Tenía la cara enrojecida, con el cabello envuelto alrededor de su cara y sus ojos estaban rojos e hinchados. Lentamente, devolvió el cepillo dental a la taza.
—Soy Hanna y soy fabulosa —dijo a su reflejo.
Pero no sonaba convincente. Nada, en absoluto.
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Nota de la traductora
*Cuties: unas mandarinas que vienen en cajas.
*Tiffany: joyería elegante.
*PMS: síndrome premenstrual.

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