martes, 27 de diciembre de 2011

Club de lectura (1x23); (1x24)

Estamos otra vez para darte la cuota diaria de PLL, esta vez les traemos DOS CAPITULOS! el capitulo 23 y 24.
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Capítulo 23: Aria la islandesa obtiene lo que quiere.

¡Finlandia! ¡He estado buscándote por todas partes!
Eso fue una hora después, y Aria estaba saliendo de la cabina de
fotos. Noel Kahn se paró frente a ella, desnudo excepto por sus bóxers Calvin
Klein, que estaban mojados y ceñidos. Estaba sosteniendo un vaso plástico
amarillo de cerveza y su tira de fotos recién creadas. Noel sacudió su cabello un poco, y el agua cayó sobre la minifalda APC de ella.
—¿Por qué estás tan mojado? —preguntó Aria
—Estábamos jugando water polo.
Aria miró hacia el estanque. Los chicos estaban golpeándose entre ellos en las
cabezas con unos divertidos tallarines rosados. En los bancos, las chicas en casi idénticos mini-vestidos Alberta Ferrari estaban apiñadas juntas, chismorreando.
Junto a las esquinas, no tan lejos de ellos, vio a su hermano, Mike. Estaba con una chica pequeña con una micro-mini a cuadros y tacones de plataforma.
Noel siguió su mirada. —Esa es una de esas chicas de la escuela Quaker —
murmuró. —Esas chicas son excéntricas.
Mike levantó la vista y vio a Aria y a Noel juntos. Él dio un asentimiento a Aria de aprobación.
Noel tocó la tira de fotos de Aria con el pulgar. —Estas son magníficas.
Aria las miró. Aburrida de su cráneo, había estado tomando fotos de ella misma en la cabina por veinte minutos. En esa ronda, ella había hecho expresiones
apasionadas y de gatita sexual.
Suspiró. Ella había venido aquí pensando que Ezra, celoso y lujurioso, iría y se la llevaría. Pero, duh, él era un profesor, y un profesor no iría a una fiesta de
estudiantes.
—¡Noel! —James Freed lo llamó a través del campo. —¡Keg se ha aprovechado!
—Mierda —dijo Noel. Le dio a Aria un húmedo beso en la mejilla. —Esta cerveza
es para ti. No te vayas.
—Uh-huh —dijo Aria graciosamente, mirándolo irse corriendo, sus bóxers
levemente deslizándose hasta revelar su trasero pálido y definido-por-correr.
—De verdad le gustas, ya sabes.
Aria se giró. Mona Vanderwaal sentada en el césped a unos cuantos pies. Su
cabello rubio estaba en espirales alrededor de su rostro y sus gafas de sol con
montura dorada se habían deslizado de su nariz. El hermano mayor de Noel, Eric, tenía su cabeza en el regazo de ella.
Mona parpadeó lentamente. —Noel es genial. Sería un buen amigo.
Eric estalló en risas. —¿Qué? —Mona se inclinó sobre él. —¿Qué es tan gracioso?
—Está muy borracha —dijo Eric a Aria.
Mientras Aria estrujaba su cerebro para decir algo, su Treo vibró. Lo tomó de su bolso y miró el número. Ezra. ¡Oh Dios mío, Oh Dios mío!
—Um, ¿hola? —contestó tranquilamente.
—Hey. Um ¿Aria?
—¡Oh, hey! ¿Qué pasa? —trató de sonar lo más controlada y fresca como fuera posible.
—Estoy en casa, tomando una Scotch, pensando en ti.
Aria se detuvo, cerró los ojos, y un ardor pasó a través de ella. —¿De verdad?
—Sip. ¿Estás en la gran fiesta?
—Uh-huh
—¿Estás aburrida?
Ella rió. —Un poco.
—¿Quieres venir?
—Bueno— Ezra empezó a darle instrucciones, pero Aria ya conocía en dónde era.
Ella había buscado la dirección en MapQuest y Google Earth, pero no podía
exactamente decirle eso.
—Genial— dijo. —Te veo pronto.
Aria regresó su teléfono a su bolso todo lo calmadamente que pudo, y entonces
golpeó las suelas de goma de sus botas al tiempo. ¡¡¡Síííí!!!
—Hey, ya sé de dónde te conozco.
Aria miró alrededor. El hermano de Noel, Eric, estaba mirándola mientras Mona
besaba su cuello. —Eres la amiga de esa chica desaparecida, ¿verdad?
Aria lo miró y puso su cabello fuera de sus ojos. —No sé de quién estás hablando —dijo, alejándose.
Una gran parte de Rosewood eran fincas cerradas y granjas de caballos
remodeladas de cincuenta acres, pero cerca de la universidad había una serie de calles laberínticas de adoquines con casas victorianas cayéndose a pedazos. Las casas en Old Hollis estaban pintadas de colores locos como púrpura, rosado, y usualmente estaban divididas en apartamentos arrendados a estudiantes. La familia de Aria había vivido en una casa de Old Hollis hasta que Aria tenía cinco años, que fue cuando su padre obtuvo su primer trabajo enseñando en la Universidad. Mientras Aria conducía lentamente por la calle de Ezra, notó una casa con letras griegas grabadas en el revestimiento. Papel higiénico lanzado a través de sus árboles. Otra casa tenía una medio terminada pintura en un caballete en el patio delantero.
Se detuvo en la casa de Ezra. Después de aparcar, subió los escalones de piedra del frente y pulsó el timbre. La puerta se abrió de golpe, y allí estaba él.
—Wow —dijo. —Hey —en su boca se extendió una sonrisa ondulante.
—Hola —Aria contestó, sonriéndole de vuelta de la misma manera.
Ezra rió. —Yo… um, estás aquí. Wow.
—Ya dijiste wow —apuntó Aria.
Entraron en el vestíbulo. Delante de ella, una chirriante escalera con una muestra diferente de la alfombra en cada escalón que se abría hacia arriba. A la derecha, una puerta estaba entreabierta. —Este apartamento es mío.
Aria caminó dentro y notó una bañera de patas en el medio de la sala de Ezra. Ella la señaló
—Es demasiado pesada para moverla —dijo Ezra tímidamente. —Así que guardo mis libros en ella.
—Genial. —Aria miró alrededor, notando la gigantesca ventana de Ezra, el
polvoriento mueble de libros, y un sofá de terciopelo amarillo aplastado. Olía
débilmente a macarrones con queso y al menos había una araña de cristal colgando del techo, un extraño mosaico de azulejos cubría la repisa de la chimenea, y leños reales estaban en ella. Esto era mucho más el estilo de Aria que el estanque de patos de millones de dólares y la propiedad de veintisiete habitaciones de los Kahn.
—De verdad quiero vivir aquí —dijo Aria.
—No puedo parar de pensar en ti —dijo Ezra al mismo tiempo.
Aria miró sobre su hombro. —¿De verdad?
Ezra se acercó detrás de ella y puso su mano sobre su cintura. Aria se inclinó
levemente hacia él. Se quedaron allí por un momento, y luego Aria se giró. Miró
fijamente su cara afeitada, la protuberancia en el borde de su nariz, las motas
verdes en sus ojos. Tocó un lunar en el lóbulo de su oreja y lo sintió estremecerse.
—Yo sólo… no podía ignorarte en clase —susurró. —Fue una tortura. Cuando
estabas dando ese reporte…
—Tocaste mi mano hoy —bromeó Aria. —Estabas mirando mi cuaderno.
—Besaste a Noel —contestó Ezra. —Estaba muy celoso.
—Entonces eso funcionó —susurró Aria.
Ezra suspiró y envolvió sus manos alrededor de ella. Encontró su boca con la de ella y se besaron febrilmente, con sus manos recorriendo la espalda del otro.
Retrocedieron por un segundo, sin aliento mirándose a los ojos.
—No más hablar sobre clases —dijo Ezra.
—Trato hecho.
Él la guió dentro de una pequeña habitación que tenía ropa sobre el suelo y un
bolso abierto de Lay’ s sobre la mesa de noche. Se sentaron en la cama. El colchón era apenas más grande que un twin, e incluso a pesar de que el edredón era de mezclilla rígida y el colchón tenía migajas de papas fritas en las grietas, Aria nunca había sentido algo tan perfecto en su vida.
Aria estaba aún en la cama, mirando una grieta en el techo. La luz de la calle afuera de la ventana emitía grandes sombras a través de todo, volviendo la desnuda piel de Aria en un extraño tono de rosado. Una leve y fría brisa de la ventana abierta apagó la vela de sándalo al lado de la cama. Escuchó a Ezra abrir el grifo del baño.
Wow, wow, ¡wow!
Se sentía viva. Ella y Ezra casi habían tenido sexo… pero entonces, exactamente al mismo momento, habían acordado que debían esperar. Así que se habían acurrucado uno al lado del otro, desnudos, y empezaron a hablar. Ezra habló sobre una vez cuando tenía seis años y esculpió una ardilla roja en arcilla, solo para que su hermano la aplastara. Cómo solía fumar mucha marihuana después de que sus padres se divorciaran. Sobre la vez que él tuvo que llevar al fox terrier de la familia al veterinario para que ella pudiera dormir. Aria le dijo sobre cómo cuando ella era pequeña, guardaba una lata de sopa de guisantes llamada Pee como mascota y lloró cuando su mamá trató de cocinar a Pee para la cena. Le habló sobre su costumbre furiosa de tejer y le prometió hacerle un suéter.
Era fácil hablar con Ezra —tan fácil que ella podía imaginar haciendo eso para
siempre. Ellos podrían viajar juntos a lugares lejanos. Brasil sería sorprendente…
Podrían dormir en un árbol y comer nada más que plátanos y escribir obras por el resto de sus vidas…
Su Treo vibró. Ugh. Probablemente era Noel, preguntando qué le había sucedido.
Abrazó una de las almohadas de Ezra cerca a ella —mmm, olía como él— y
esperaba a que saliera del baño y que la besara un poco más.
Entonces el móvil vibró de nuevo. Y de nuevo y de nuevo.
—Jesús —gimió Aria, inclinando su desnudo cuerpo fuera de la cama y sacándolo de su bolso. Siete mensajes de texto. Y la vibración aún se mantenía.
Abrió la bandeja de entrada, Aria frunció el ceño. Todos los mensajes tenían el
mismo título: ¡CONFERENCIA ESTUDIANTE-PROFESOR! Su estómago se
revolvió y abrió el primero.
Aria, ¡Eso es como una clase de crédito extra!
Te quiere, A.
P.D. Me pregunto qué pensaría tu mamá si averiguara sobre la pequeña, uh, amiga de estudio de tu papá… ¡y que tú lo sabes!
Aria leyó el siguiente mensaje y el siguiente y el siguiente. Todos decían lo mismo.
Dejó caer el Treo sobre el suelo. Tenía que sentarse.
No. Ella tenía que salir de allí.
—¿Ezra? —frenéticamente miró fuera de las ventanas de Ezra. ¿Estaba
observándola, en ese mismo momento? ¿Qué quería? ¿Era realmente ella? —Ezra, tengo que irme. Es una emergencia.
—¿Qué? —Ezra dijo detrás de la puerta del baño. —¿Te vas?
Aria no lo podía creer tampoco. Tiró su camiseta sobre su cabeza. —Te llamaré, ¿vale? Sólo tengo que ir a hacer algo.
—Espera. ¿Qué? —preguntó, abriendo la puerta del baño.
Aria agarró su bolso y salió disparada por la puerta y cruzó el patio. Tenía que
escapar. Ahora.

Capítulo 24: En el armario de Spencer no solo hay zapatos y pantalones vaqueros.
El límite de x es… —Murmuró para sí misma Spencer. Se apoyó en un
codo sobre su cama y miró fijamente el último modelo de su libro de
cálculo cubierto solo con una bolsa marrón. La parte inferior de su
espalda todavía ardía con Icy Hot.
Consulto su reloj: Era después de medianoche. ¿Estaba loca por estresarse por sus deberes de cálculo el primer viernes por la noche del año escolar? La Spencer del
año pasado habría pasado zumbando por el Mercedes de los Kahns, bebido
cerveza de barril mala, y tal vez besuquearse con Mason Byers o algún otro chico descuidado y mono. Pero no la Spencer de ahora. Era la estrella, y la estrella que tenía que hacer los deberes. Mañana, la Estrella iba a visitar las tiendas de diseño del hogar con su mamá para adornar adecuadamente su granero. Incluso podría golpear la línea principal de bicis con su papá en el por la tarde, se había enfrascado en la lectura de algunos catálogos de ciclismo con ella durante la cena, preguntándole que forma de Orbea* le gustaba más. Nunca le había pedido su opinión acerca de bicicletas antes.
Ladeó su cabeza. ¿Fue eso un pequeño, tentativo golpe en la puerta? Soltando
mecánicamente su lápiz, Spencer miró afuera de la gran ventana delantera del
granero. La luna estaba plateada y llena, y las ventanas de la casa principal emitían una caliente e intensa luz amarilla. Hubo un golpe de nuevo. Acolcho la pesada puerta de madera y la abrió una rendija.
—Hey —susurró Wren. —¿Estoy interrumpiendo?
—Por supuesto que no. —Spencer abrió la puerta ampliamente. Wren estaba
descalzo, con una ajustada camiseta blanca que decía: UNIVERSIDAD DE
MEDICINA DE PENNSYLVANIA, y un corto y holgado pantalón caqui. Miró
hacia abajo a su camiseta negra de French Connection*, a sus cortos pantalones de chándal con huellas de estrellas gris de Villanova, y a sus piernas desnudas. Su pelo estaba echado hacia atrás en una baja, desarreglada coleta, con mechones colgando alrededor de su cara. Era un aspecto completamente diferente del de todos los días, una camisa abotonada a rayas de Thomas Pink y pantalones vaqueros de Citizens. Ese aspecto decía, soy sofisticada y sexy, este aspecto decía, estoy estudiando. . . pero aun así sexy.
Muy bien, tal vez había previsto que esta oportunidad fuera de lugar pasaría. Pero sirve para demostrarte que no deberías solo ponerte tu ropa interior de talle alto y viejo, o la raída camiseta de gatos persas y corazones.
—¿Cómo te va? —Preguntó. Una cálida brisa levantó las puntas de su pelo. Un
cono de pino se cayó en un árbol cercano con un golpe fuerte.
Wren se cernió al umbral de la puerta. —¿No deberías estar fuera de fiesta?
Escuché que había una enorme fiesta en el campo en alguna parte.
Spencer se encogió de hombros. —No es allí.
Wren se encontró con sus ojos. —¿No?
La boca de Spencer se sentía algodonosa. —Um. . . ¿dónde está Melissa?
—Está durmiendo. Demasiada renovación, supongo. Así que pensé que tal vez me podrías dar un tour por este fabuloso granero que donde no consigo vivir. ¡Ni nunca conseguí verlo!
Spencer frunció el ceño. —¿Tienes un regalo de inauguración de la casa?
Wren palideció. —Oh yo...
—Estoy bromeando. —Abrió la puerta. —Entra al granero de Spencer Hastings.
Había pasado parte de la noche soñando despierta con todos los posibles
escenarios para estar a solas con Wren, pero nada comparado con tenerlo
realmente aquí mismo, a su lado.
Wren vagó sobre su poster de Thom Yorke y estiró sus manos detrás de su cabeza.
—¿Te gusta Radiohead?
—Lo amo.
La cara de Wren se iluminó. —Los he visto como veinte veces en Londres. Cada espectáculo se vuelve mejor.
Alisó el edredón de su cama. —Afortunado. Nunca los he visto en directo.
—Tenemos que remediar eso —dijo, apoyándose contra su sofá. —Si vienen a
Filadelfia, vamos.
Spencer hizo una pausa. —Pero no creo…. — Entonces se detuvo. Estaba a punto de decir que no creo que a Melissa le gusten, pero… quizás Melissa no era invitada.
Lo guió hasta el armario del vestíbulo. —Este es mi, um, armario, —dijo,
accidentalmente chocando contra la manija de la puerta. —Solía ser una estación de ordeño.
—¿Ah, sí?
—Sí. Esto es donde los granjeros oprimían los pezones de las vacas o lo que sea.
Se rio. —¿No quieres decir las ubres?
—Uh, sí. —Spencer se ruborizó. Uy. —No tienes que mirar allí adentro para ser
educado.
Quiero decir, sé que los armarios no son tan interesantes para los chicos.
—Oh no. —Wren sonrió. —He venido hasta aquí, quiero ver absolutamente lo que Spencer Hastings tiene en su armario.
—Como quieras. —Spencer dio un golpecito a la luz del armario. El armario olía como a cuero, bolas de naftalina, y Clinique Happy* Había escondido toda su ropa interior, sujetadores, camisones, y la mugrienta ropa de hockey en cestas de mimbre separadas, y sus camisas limpias colgadas en filas, ordenadas según el color.
Wren se rio entre dientes. —¡Es como estar en una tienda!
—Sí —dijo Spencer tímidamente, pasando sus manos contra sus camisas.
—Nunca he oído hablar de una ventana en un armario. —Wren señaló a la ventana abierta de la pared del fondo. —Parece divertido.
—Era parte del granero original, —explicó Spencer.
—¿Te gusta que la gente te estén mirando desnuda?
—Hay persianas,— dijo Spencer.
—Lastima, —Wren dijo en voz baja. —Parecías tan hermosa en el cuarto de baño...
Esperaba que consiguiera verte... así... de nuevo.
Cuando Spencer se dio la vuelta, ¿qué acababa de decir? Wren la estaba mirando fijamente. Rozó sus dedos sobre el puño de un par de pantalones Joseph colgados.
Deslizó su anillo de corazón Tiffany Elsa Peretti arriba y abajo de su dedo, con
miedo de hablar. Wren dio un paso adelante, luego otro, hasta que estuvo justo al lado de ella. Spencer podía ver con la ligera luz las pecas sobre su nariz. La
Spencer con buenos modales en un universo paralelo lo habría eludido y mostrado el resto del granero. Pero Wren seguía mirándola fijamente con sus enormes, magníficos ojos marrones. La Spencer, que estaba aquí ahora se frotó sus labios juntos, temerosa de hablar, pero muriéndose por hacer... algo.
Así que lo hizo. Cerró sus ojos, se estiró, y lo beso justo en los labios.
Wren no vaciló. Le devolvió el beso, y luego se aferró a la parte de atrás de su
cuello y la besó más duro. Su boca era suave, y sabia un poquito como a cigarrillos.
Spencer se hundió de nuevo en su pared de camisas. Wren la siguió. Algunas se resbalaron de las perchas, pero a Spencer no le importo.
Se echaron sobre el suave alfombrado del suelo. Spencer pateó su listón de campo de hockey fuera del camino. Wren rodó encima de ella, gimiendo levemente.
Spencer agarró de un puñado su camiseta puesta con sus manos y tiró de ella sobre su cabeza. Él le quito la suya después y recorrió con su pie sus piernas arriba y abajo. Se dieron la vuelta y ahora Spencer estaba encima de él. Un enorme, aumento abrumador de, bueno, no sabía que, la sobrecogió. Lo que sea que fuera eso, era tan intenso que no se le ocurrió sentirse culpable. Hizo una pausa encima de él, respirando con dificultad.
Se estiró y la besó de nuevo, después besó su nariz y su cuello. Entonces se levantó.
—Volveré enseguida.
—¿Por qué?
Señaló con sus ojos a su izquierda, la dirección de su cuarto de baño.
Tan pronto como oyó que Wren cerró la puerta, Spencer echó hacia atrás su cabeza sobre el suelo y se quedó mirando aturdidamente a su ropa. Luego se levantó y se examino en el espejo de tres formas. Su pelo se había salido de su coleta y caía en cascada sobre sus hombros. Su piel desnuda parecía luminosa, y su rostro estaba ligeramente sonrojado. Sonrió a las tres Spencer del espejo. Esto. Era. Increíble.
Eso fue cuando el reflejo de la pantalla de su ordenador, justo enfrente de su
armario, atrapó su atención.
Estaba brillando intermitentemente. Se dio la vuelta y entrecerró los ojos. Parecía como si tuviera cientos de mensajes instantáneos, apilados uno encima del otro.
Otro mensaje instantáneo apareció de pronto en la pantalla, esta vez escrito con un tipo de letra de 72 puntos. Spencer parpadeó.
AAAAAA: Ya te dije que: besar al novio de tu hermana está mal.
Spencer se acerco corriendo a la pantalla de su ordenador y leyó el mensaje
instantáneo de nuevo. Se volvió y miró hacia el cuarto de baño, una pequeña franja de luz brilló por debajo de la puerta.
Definitivamente no era Andrew Campbell.
Cuando besó a Ian de nuevo en séptimo grado, le dijo a Alison sobre eso, esperando algún consejo. Ali examinó la manicura francesa de las uñas de sus pies durante un buen rato antes de que finalmente dijera: —Sabes, he estado en tu lugar cuando se trata de Melissa. Pero esto es diferente. Creo que deberías decírselo.
—¿Decírselo? —Spencer replicó. —De ninguna manera. Me mataría.
—¿Qué, crees que Ian va a salir contigo? —Ali dijo malignamente.
—No lo sé, —dijo Spencer. —¿Por qué no?
Ali bufo. —Si no se lo dices, tal vez yo lo haré.
—¡No, no lo harás!
—¿Ah, sí?
—Si se lo dices a Melissa, —dijo Spencer después de un momento, su corazón
latiendo salvajemente, —Le diré a todo el mundo acerca de La Cosa de Jenna.
Ali profirió una carcajada. —Eres simplemente tan culpable como yo.
Spencer miró fijamente a Ali larga y duramente. —Pero nadie me vio.
Se volvió hacia Spencer y le dio una mirada feroz y enojada, más aterradora que cualquier mirada que hubiera dado alguna vez a cualquiera de las chicas antes. — Sabes que tuve cuidado de eso.
Luego hubo esa fiesta de pijamas en el granero el último día de séptimo grado.
Cuando Ali dijo como de monos eran Ian y Melissa juntos, Spencer se dio cuenta de que Ali realmente podría decírselo. Entonces, curiosamente, una luz, una sensación de libertad la invadió. Déjala, Spencer pensó. De repente no le importaba ya más. E incluso aunque sonaba horrible decirlo ahora, la verdad era que, Spencer quería ser libre de Alí, en ese mismo momento.
Ahora Spencer sentía náuseas. Oyó el agua del inodoro. Wren anduvo a zancadas y se quedó de pie en el umbral de la puerta del armario. —Ahora, ¿dónde estábamos? —susurró.
Pero Spencer todavía tenía sus ojos fijos en la pantalla de su ordenador.
Algo en ella, un destello rojo, se acaba de mover. Parecía como... un reflejo.
—¿Qué pasa? —Wren preguntó.
—Shh, —dijo Spencer. Sus ojos se centraron. Fue un reflejo. Se dio la vuelta. Había alguien fuera de su ventana.
—Santa mierda, —dijo Spencer. Mantuvo firme su camiseta contra su pecho
desnudo.
—¿Qué es? —Wren preguntó.
Spencer dio un paso atrás. Su garganta estaba seca. —Oh, —graznó.
—Ah —Wren repitió.
Melissa estaba de pie afuera de la ventana, su pelo desordenado y como Medusa, su rostro absolutamente inexpresivo. Un cigarrillo se meneaba entre sus pequeños, y generalmente estables dedos.
—No sabía que fumabas,— finalmente dijo Spencer.
Melissa no respondió. En su lugar, tomó una calada más, tiró la colilla en la hierba húmeda de rocío, y se volvió de nuevo hacia la casa principal.
—¿Vienes, Wren?— Melissa llamo fríamente sobre su hombro.
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Nota de la traductora
*Crema para los dolores musculares.
*Marca de bicis.
*Marca de ropa.
*Marca de colonia.


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