martes, 12 de febrero de 2013

Club de Lectura (2x23)

Te traemos un capítulo nuevo del libro Flawless. Esta vez, el capítulo 23.
Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer aquí.
Para comenzar con la lectura, hacé clic en Más Información.



Capítulo 23: Próxima parada, la cárcel más grande de Rosewood.

Últimas horas de la tarde, unas horas antes de Foxy, Spencer estaba sentada frente a su ordenador. Tenía un e-mail dirigido a Squidward y adjuntado sus ensayos. Sólo mándalo, se dijo a sí misma. Cerró los ojos, clickeó el mouse, y, cuando los abrió, su trabajo había sido enviado.
Bueno, era una especie de trabajo.
No había hecho trampa. En serio. Bueno, quizás sí. Pero, ¿quién podría culparla? Después del mensaje de “A” que había recibido la noche pasada, había pasado la noche entera llamando a Wren, pero su teléfono seguía yendo al correo de voz. Y ya le había dejado cinco mensajes, cada uno tornándose más frenético. Se puso sus zapatos doce veces distintas, lista para conducir a Philadelphia a ver si Wren estaba bien, pero entonces cambiaba de idea. La única vez que su Sidekick repicó, se tiró a por él, pero sólo era un e-mail general de Squidward, recordándoles a todo el mundo el apropiado estilo de anotación para las preguntas del ensayo.
Cuando alguien puso su mano sobre el hombro de Spencer, gritó. Melissa
retrocedió un paso.
—¡Whoa! ¡Lo siento! ¡Sólo soy yo!
Spencer se enderezó, respirando fuerte.
—Yo… —examinó su escritorio. 
Mierda, había un trozo de papel que decía, ¿Ginecóloga, Martes, 5 P.M. Ortho Tri-Cyclen? Y tenía los viejos ensayos de historia de Melissa en la pantalla del ordenador. Le dio una patada al botón de encendido/apagado del disco duro con su pie, y el monitor se puso en blanco.
—¿Estás estresada? —preguntó Melissa—. ¿Muchos deberes antes de Foxy?
—Algo así —rápidamente Spencer recogió todos los papeles desordenados de su escritorio en una pila ordenada.
—¿Quieres mi almohada lavanda para el cuello? —preguntó Melissa—. Alivia el estrés.
—Está bien —respondió Spencer, sin atreverse a mirar a su hermana. Te robé el ensayo y a tu novio, pensó. No deberías ser buena conmigo.
Melissa juntó sus labios.
—Bueno, no es para estresarte más, pero hay un policía abajo. Dijo que quiere hacerte algunas preguntas.
—¿Qué? —gritó Spencer.
—Es sobre Alison —dijo Melissa. Sacudió su cabeza, haciendo que los extremos de su pelo se balancearan—. No deberían hacerte hablar sobre eso, la semana de su memorial. Es enfermo.
Spencer trató de no entrar en pánico. Se miró en el espejo, alisándose el pelo rubio y dándose unos toques de delineador bajo sus ojos. Se puso una blusa blanca de botones y unos pantalones caquis ajustados.
Listo. Parecía digna de confianza e inocente.
Pero su cuerpo entero estaba temblando.
Ciertamente, había un policía parado en la sala de estar pero mirando en el despacho de su padre, donde mantenía su colección de guitarras vintage.
Cuando el policía se dio la vuelta, Spencer se dio cuenta de que no era con quién había hablado en el funeral. Este hombre era joven. Y le resultaba familiar, como si lo hubiera visto antes en otro lugar.5
—¿Eres Spencer? —preguntó.
—Sí —respondió tranquilamente.
Él le tendió su mano.
—Soy Darren Wilden. Acabo de ser asignado al caso del asesinato de Alison DiLaurentis.
—Asesinato —repitió Spencer.
—Sí —dijo el Oficial Wilden—. Bueno, lo estamos investigando como un asesinato.
—Bien —Spencer trató de sonar natural y madura—. Wow.
Wilden le indicó a Spencer que se sentara en el sofá de su sala de estar; entonces él se sentó en el lado opuesto del sillón. Se dio cuenta de donde lo conocía: del Día de Rosewood. Él había ido cuando ella estaba en sexto grado, y se ganó la reputación de maldito. Una de las amigas nerd de Melissa, Liana, se había prendado de él, y una vez le había hecho a Spencer entregarle una nota de admiradora secreta en el bar exprés donde él trabajaba. Spencer recordó que Darren tenía bíceps del tamaño de latas de sopa Chunky.
Ahora él estaba mirándola. Spencer sentía que su nariz picaba, y al reloj del abuelo haciendo unos cuantos ticks.
Finalmente, él dijo:
—¿Hay algo que quieras decirme?
El miedo atravesó su pecho.
—¿Decirle?
Wilden se sentó otra vez.
—Sobre Alison.
—Era mi mejor amiga —logró decir. Sus palmas estabas sudorosas—. Estuve con ella la noche en que desapareció.
—Correcto —Wilden miró en un bloc de notas—. Eso está en nuestros archivos. Hablaste con alguien en la comisaría de policía después que desapareció, ¿verdad?
—Sí. Dos veces.
—Correcto —Wilden juntó sus manos—. ¿Estás segura de que les dijiste todo? ¿Había alguien que odiaba a Alison? Tal vez el oficial ya te hizo estas preguntas antes, pero como soy nuevo, quizás podrías refrescarme la memoria.
El cerebro de Spencer se detuvo. En verdad, muchas chicas habían odiado a Ali.
Incluso Spencer había odiado a Ali algunas veces, especialmente por el modo en que siempre podía manipularla, y cómo la había amenazado con acusar a Spencer por el Asunto de Jenna si alguna vez decía lo que sabía. Y secretamente, sintió algo de alivio cuando Ali desapareció. Con Ali y Toby lejos de la escuela significaba que su secreto estaba escondido para siempre.
Tragó fuerte. No estaba segura de lo que este policía sabía. A pudo haberle
escrito al policía que ella estaba ocultando algo. Y era brillante—si Spencer le
decía, Si, yo sé de alguien que odiaba a Ali, realmente la odiaba lo suficiente
para matarla, tendría que confesar su participación en el Asunto de Jenna. Si no decía nada y se protegía a sí misma, “A” todavía podría castigar a sus amigas… y a Wren.
Me lastimaste, por lo que voy a lastimarte.
El sudor le picaba en la nuca. Pero entonces había algo más: ¿Y si Toby había
vuelto para lastimarla? ¿Y si él y “A” estaban trabajando juntos? ¿Y si él era “A”? Pero si era él—y había matado a Ali—podría ir a la policía e incriminarse a sí mismo? 
—Estoy bastante segura de que les dije todo —dijo finalmente.
Hubo una larga, larga pausa. Wilden miró fijamente a Spencer. Spencer miraba fijamente a Wilden. Eso la hizo pensar en lo que sucedió la noche después de
que el Asunto de Jenna pasara. Se había quedado dormida en un sueño atormentado y paranoico, sus amigas llorando silenciosamente cerca de ella.
Pero de repente, estaba despierta nuevamente. El reloj decía las 3:43 A.M., y la habitación estaba en silencio. Se sentía trastornada, y encontró a Ali, durmiendo sentada en el sofá con la cabeza de Emily en su regazo.
—Puedo hacer esto —dijo, despertándose por completo—. Deberíamos entregarnos.
Ali se despertó, se llevó a Spencer al cuarto de baño, y la sentó en el borde de la bañera.
—Cálmate, Spence —dijo Ali—. No puedes ser tan tonta si la policía nos hace preguntas.
—¿La policía? —Spencer gritó, su corazón acelerándose.
—Shhh —susurró Ali. Tamborileó sus dedos contra el borde de la bañera de porcelana—. No estoy diciendo que la policía vaya a venir a preguntarnos, pero tenemos que hacer un plan en caso de que lo hagan. Lo que necesitamos es una historia sólida. Una coartada.
—¿Por qué no simplemente decimos la verdad? —preguntó Spencer—. ¿Exactamente lo que viste a Toby hacer, y que te sorprendió tanto, que encendiste los fuegos artificiales por accidente?
Ali sacudió la cabeza.
—Es mejor a mi manera. Mantenemos a salvo el secreto Toby, y él guarda el nuestro.
Un golpe en la puerta las hizo levantarse.
—¿Chicas? —llamó una voz. Era Aria.
—Está bien —dijo finalmente Wilden, sacando a Spencer de sus recuerdos. Le entregó una tarjeta de visita.
—Llámame si piensas en algo, ¿bien?
—Por supuesto —susurró Spencer.
Wilden puso sus manos sobre las caderas y miró alrededor del cuarto. En los muebles Chippendale; la ventana de exquisitos vitrales; el arte intenso enmarcado en las paredes; y el apreciado reloj George Washington de su padre que había estado en su familia desde 1800. Después escrutó a Spencer, desde los aretes de diamantes en sus orejas al delicado reloj Cartier en su muñeca a los reflejos rubios, los que costaban $300 cada seis semanas. La engreída sonrisa en su rostro parecía decir: Parece que eres una chica que tiene mucho que perder.
—¿Vas a ir a esa función benéfica esta noche? —preguntó, haciéndola saltar.—¿Foxy?
—Uhm, sí —dijo Spencer calmadamente.
—Bueno. —Wilden hizo un pequeño saludo—. Que te diviertas —su voz era totalmente normal, pero ella podría haber jurado que la mirado en su cara decía, No he terminado todavía contigo.

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