martes, 26 de marzo de 2013

Club de Lectura (2x35)

Te traemos un nuevo capítulo del libro Flawless, el capítulo 35.
Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer haciendo clic aquí.
Para comenzar con la lectura, hacé clic en Más Información.





Capítulo 35: Entrega especial.

El domingo a las 11:52 AM, Aria se sentó en su cama, mirando fijamente sus uñas pintadas de rojo. Se sentía un poco desorientada, como si estuviera olvidando algo... algo enorme. Al igual que esos sueños que a veces tenía uno donde era junio, y sólo se daba cuenta de que no había ido a clases de matemáticas en todo el año y que iba a reprobar totalmente.
Y luego lo recordó. Toby era “A”. Y hoy era domingo. Su tiempo había terminado.
Le asustaba ponerle un nombre y cara a la ira de “A” y que Ali y Spencer habían estado cubriendo algo, algo que podría ser muy, muy grave. Aria todavía no tenía ni idea de cómo Toby se había enterado de lo de Byron y Meredith, pero si Aria los sorprendió juntos dos veces, otros podrían haberlos visto juntos, también—incluyendo a Toby.
Había querido poder decírselo a Ella sobre todo anoche. Cuando Sean la dejó en casa, preguntó varias veces sí debería seguir adelante con ella. Pero Aria le dijo que no que tenía que hacer lo que iba a hacer sola. La casa había estado oscura y silenciosa, el único sonido era los quejidos del lavavajilla en el modo de fregar.
Aria había buscado a tientas la luz del vestíbulo, entonces fue de puntillas en la oscura y vacía cocina. Por lo general, su madre estaba levantada al menos hasta la 1 o 2 a.m. los sábados por la noche, haciendo Sudokus o teniendo discusiones con Byron en la mesa con un café descafeinado. Pero la mesa estaba impecable, podía ver los remolinos secos de la esponja en su superficie.
Aria había subió al dormitorio de sus padres, preguntándose si ella se había dormido temprano. Su puerta estaba de par en par. La cama estaba deshecha, pero no había nadie en ella. El baño principal también estaba vacío. Entonces Aria se dio cuenta de que el Honda Civic que sus padres compartían, no estaba en el camino de entrada.
Así que los esperó al pie de los escalones a que volvieran a casa, ansiosamente comprobando su reloj cada treinta segundo, mientras marcaba la medianoche.
Sus padres posiblemente eran las únicas personas en el universo que no tenían móviles, así que no podía llamarlos. Eso significaba que Toby no podía llamarlos, tampoco... ¿O había encontrado otra manera de ponerse en contacto?
Y entonces... se había despertado aquí, en su cama. Una persona debe haberla llevado, y Aria, quien dormía como los muertos, no se había dado cuenta de nada.
Escuchó los sonidos escaleras abajo. Cajones abriéndose y cerrándose. El suelo de madera crujiendo bajo los pies de alguien. Las páginas del periódico volviéndose. ¿Estaban sus dos padres allí abajo, o sólo uno? Fue de puntillas abajo por las escaleras, mil millones de diferentes escenarios pasando por su cabeza. Luego las vio: pequeñas gotas rojas, sobre todo el suelo del vestíbulo.
Hacían un rastro desde la cocina hasta directamente a la puerta principal.
Se veía como sangre.
Aria corrió hacia la cocina. Toby se lo había dicho a su madre, y Ella, con rabia, había matado a Byron. O a Meredith. O a Toby. O a todo el mundo. O Mike los había matado. O... o Byron había matado a Ella. Cuando llegó a la cocina, se detuvo.
Ella estaba en la mesa sola. Llevaba una blusa de color vino, altos tacones y maquillaje, como si estuviera lista para salir a algún lugar. El New York Times estaba doblado en el crucigrama, pero en lugar de las letras llenando los cuadrados, la página estaba garabateada con una tinta negra y espesa. Ella miraba fijamente hacia adelante, aleatoriamente hacia la ventana de la cocina, apretando la punta como un tenedor en el dorso de su mano.
—¿Mamá? —Aria grazno, acercándose más. Aria podía ver ahora que la blusa estaba arrugada y su maquillaje parecía emborronado. Era casi como si hubiera dormido con la ropa... o no había dormido en absoluto.
—Mamá —preguntó Aria de nuevo, su voz teñida de miedo. Finalmente, su madre lentamente miró arriba. Los ojos de Ella estaban pesados y llorosos.
Apartó el tenedor más lejos de su palma. Aria quería extender su mano y quitárselo, pero tenía miedo. Nunca había visto a su mamá así
—. ¿Qué está pasando?
Ella tragó. 
—Oh... ya sabes.
Aria tragó saliva. 
—¿Que es la... la cosa roja del pasillo?
—¿Cosa roja? —Ella preguntó desanimadamente—. Oh. Tal vez es pintura. Tiré algunos suministros de arte esta mañana. Tire un montón de cosas esta mañana.
—Mamá.—Aria podía sentir las lágrimas llegando a sus ojos—. ¿Algo está mal?
Su madre levantó la vista. Sus movimientos eran lentos, como si estuviera bajo
el agua. 
—Lo sabías desde hace casi cuatro años.
Aria dejó de respirar. 
—¿Qué? —susurró.
—¿Eres amiga de ella? —Ella preguntó, todavía con la misma voz muerta—. No es mucho más mayor que tú. Y oí que fuiste a su estudio de yoga, el otro día.
—¿Qué? —Aria susurro. ¿El estudio de yoga?—. ¡No sé lo que quieres decir!
—Por supuesto que sí. —Ella le dio la sonrisa más triste que Aria hubiera visto nunca—. Recibí una carta. Al principio no lo creí, pero me enfrenté a tu padre...Y pensar que pensaba que estaba distante a causa del trabajo.
—¿Qué? —Aria se apoyó. Manchas se formaron delante de sus ojos—. ¿Recibiste una carta? ¿Cuándo? ¿Quién lo envió?
Pero por la manera fría y vacía en que ella la miró, Aria sabía exactamente quién lo había enviado. “A”. Toby. Y se lo había dicho todo.
Aria puso sus manos sobre su frente. 
—Lo siento mucho —dijo—. Yo... yo quería decírtelo, pero tenía tanto miedo y…
—Byron se ha ido —dijo Ella, casi enloquecida—. Está con la niña. —Dejó escapar una pequeña risita—. Tal vez están haciendo yoga juntos.
—Estoy segura de que podríamos conseguir que vuelva —Aria se atragantó con las lágrimas—. Quiero decir, tiene que hacerlo, ¿no? Somos su familia.
En ese preciso segundo, el reloj de cucu dio las doce. El reloj había sido un regalo de Byron a ella en su vigésimo aniversario de boda el año pasado en Islandia; Ella estaba realmente interesada en eso, ya que se rumoreaba que había pertenecido a Edward Munch, el famoso pintor noruego que pintó "El grito". Lo había traído cuidadosamente a casa con ella en el avión, siempre quitando la envoltura de burbujas para asegurarse de que estaba bien. Ahora, tenían que escuchar los doce chirridos y ver ese estúpido pájaro salir de pronto de su casa de madera doce veces. Cada chirrido sonaba más y más acusatorio.
En lugar del cucu, el pájaro cantaba, Lo sabías. Lo sabías. Lo sabías.
—Oh, Aria —Ella le espetó—. No creo que vaya a volver.
—¿Dónde está la carta? —Aria preguntó, los mocos corriendo por su rostro—.¿Puedo verla? No sé quién nos haría esto a nosotras... que arruinaría las cosas así.
Ella la miró fijamente. Sus ojos estaban llorosos y grandes, también. 
—Tiré la carta lejos. Pero no importa quién la envió. Lo que importa es que es verdad.
—Lo siento mucho —Aria se arrodilló junto a ella, bebiendo la manera divertida y familiar en que su mamá olía—como a aguarrás, tinta de periódico, incienso de sándalo, y, curiosamente, a huevos revueltos. Puso su cabeza sobre el hombro de su madre, pero Ella la sacudió lejos.
—Aria —dijo bruscamente, poniéndose de pie—. No puedo estar cerca de ti justo ahora.
—¿Qué? —exclamó Aria.
Ella no estaba mirándola, pero en cambio estaba mirando fijamente su mano izquierda, que, bruscamente Aria se dio cuenta, de que no tenía el anillo de boda en ella.
Pasó junto a Aria, flotando, como un fantasma, hacia el pasillo y siguiendo la pintura roja por todo el camino escaleras arriba. 
—¡Espera! —gritó Aria, siguiéndola. Se arrastró por las escaleras, pero se tropezó con un par de tacos de Lacrosse enlodados de Mike, golpeándose su rodilla, y deslizándose dos escalones hacia abajo—. Maldita sea —espetó, agarrando la alfombra con sus uñas. Se levantó y llegó al rellano, jadeando de rabia. La puerta del dormitorio de su madre estaba cerrada. Así que estaba la puerta del baño. La puerta de la habitación de Mike estaba abierta, excepto que Mike no estaba allí. Mike, Aria pensó, su corazón rompiéndose de nuevo. ¿Lo sabía?
Su móvil comenzó a sonar. Aturdida, fue a su habitación para encontrarlo. Su cerebro se sentía salvaje. Aún estaba jadeando. Casi deseaba que la llamada fuera de A –Toby - sólo para que pudiera regañarlo. Sin embargo, era solo Spencer. Aria miró fijamente el número, echando humo. No importaba que Spencer no fuera A – podría ser muy bien. Si Spencer se había convertido en Toby de vuelta en séptimo grado, nunca se le habría dicho a ella, y su familia estaría intacta.
Chasqueó su teléfono para abrirlo, pero no habló. Solo se sentó allí, tomando profundas y elevadas respiraciones. 
—¿Aria? —Spencer llamo con cautela.
—No tengo nada que decirte —Aria grazno—. Has arruinado mi vida.
—Lo sé —respondió Spencer en voz baja—. Es sólo que... Aria, lo siento. No quería mantener el secreto de Toby contigo. Pero no sabía qué hacer. ¿No puedes verlo desde mi punto de vista?
—No —dijo Aria con voz espesa—. No lo entiendes. Me has arruinado la vida.
—Espera, ¿qué quieres decir? —Spencer sonaba preocupada—. ¿Qué... qué pasó?
Aria apoyó su cabeza entre sus manos. Era demasiado agotador para explicarlo.
Y podía ver las cosas desde el punto de vista de Spencer. Por supuesto que podía. Lo que Spencer estaba diciendo era más inquietantemente de cerca de lo que Aria había dicho a ella, hace tres minutos. No quería guardarte esto a ti. No sabía qué hacer. No quiero hacerte daño. Suspiró y se limpió su nariz. 
—¿Por qué me estas llamando?
—Bueno... —Spencer hizo una pausa—. ¿Has oído a Emily esta mañana?
—No.
—Mierda —susurró Spencer.
—¿Qué pasa? —Aria se incorporó—. Pensé que dijiste anoche que tenías un apoyo en ella, y que estaba en casa.
—Bueno, estaba... —Aria escucho a Spencer tragar—. Estoy segura de que no es nada, pero mi mamá estaba conduciendo por el barrio de Emily, y hay tres coches de policía en el camino de su entrada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Posts relacionados