martes, 11 de junio de 2013

Club de Lectura (3x07)

Te traemos el capítulo 7 del libro 3, Perfect.
Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer aquí.
Para comenzar a leer, hacé clic en Más Información.



Capítulo 7: Nada como un interrogatorio a la vieja escuela


Lunes por la noche, Hanna estacionó su Prius en su camino de entrada lateral y saltó. Todo lo que tenía que hacer era cambiarse de ropa, y luego se iría al encuentro de Mona para su cena. Mostrarse en su chaqueta y falda plisada de Rosewood Day sería un insulto a la institución de Frenniversario. Tenía que salir de esas mangas largas porque había estado sudando todo el día. Hanna se había rociado con su spray de agua mineral Evian embotellada, un centenar de veces en el trayecto a casa, pero todavía se sentía sobrecalentada.
Cuando dobló la esquina, se dio cuenta que el Lexus color champán de su madre estaba junto al garaje y se detuvo en seco. ¿Qué estaba haciendo su mamá en casa? La Sra. Marín habitualmente trabajaba horas extras en McManus y Tate, su empresa de publicidad en Filadelfia. A menudo no volvía hasta después de la 10.
Luego Hanna se dio cuenta de los cuatro otros coches, estacionados, uno tras otro contra el garaje: el Mercedes plateado era definitivamente de Spencer, el Volvo blanco de Emily, y la torpe Subaru verde de Aria.
El último coche era un Ford de color blanco con las palabras DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE ROSEWOOD estampado en el lateral.
¿Qué demonios?
—Hanna.
La madre de Hanna estaba en el porche lateral. Todavía tenía su traje de pantalón negro elegante y sus tacones altos de piel de serpiente.
—¿Qué está pasando? —Hanna exigió, molesta—. ¿Por qué mis viejas amigas están aquí?
—Traté de llamarte. Tú no contestabas —dijo su madre—. El Oficial Wilden quería hacerles algunas preguntas acerca de Alison. Están en la parte de atrás.
Hanna la sacó de su bolsillo el BlackBerry. Efectivamente, ella tenía tres llamadas perdidas, todas de su mamá.
Su madre se volvió. Hanna la siguió en la casa y por la cocina. Hizo una pausa en la mesa de granito coronada por el teléfono. —¿No tengo ningún mensaje?
—Sí, uno. —El corazón de Hanna saltó , pero luego su madre agregó—. El Sr. Ackard está haciendo algunas reorganizaciones en la clínica de quemaduras, y no necesitará más de tu ayuda.
Hanna parpadeó. Esa era una grata sorpresa. 
—¿Cualquier otra persona...?
Las esquinas de los ojos de la Sra. Marin se estrecharon, en comprensión. 
—No —Ella tocó suavemente el brazo de Hanna—. Lo siento, Han. Él no ha llamado.
A pesar de la vida de perfección de Hanna, el silencio de su padre le dolía. ¿Cómo podía cortar tan fácilmente a Hanna de su vida? ¿No se daba cuenta que había tenido una muy buena razón para deshacerse de su cena e ir a Foxy? ¿No sabía que no debería haber invitado a su novia, Isabel, y a su hija perfecta, Kate, a su fin de semana especial? Pero entonces, el padre de Hanna se casaría pronto, con la ardilla Isabel y Kate oficialmente sería su hijastra. Tal vez él no había llamado de nuevo por Hanna porque ella estaba de más.
Lo que sea, Hanna se dijo, quitándose la chaqueta y enderezando su enorme camisola rosa Rebecca Taylor. Kate era una perra remilgada, si su padre elegía a Kate sobre ella, entonces, se merecían mutuamente.
Cuando ella miró a través de las puertas francesas a la terraza trasera, Spencer, Aria, y Emily estaban, de hecho, sentadas a la mesa gigante de teca en el patio, la luz de la vidriera brillaba en contra de sus mejillas. El Oficial Wilden, el nuevo miembro de la fuerza policial de Rosewood y el nuevo novio de la Sra. Marin, estaban cerca de la parrillera Weber.
Era surrealista ver a sus tres ex mejores amigas aquí. La última vez que se habían sentado en el porche de atrás de Hanna habían estado al final del séptimo grado y Hanna había sido la más tonta y la más fea del grupo. Pero ahora, los hombros de Emily se habían ampliado y su cabello tenía un tinte verdoso ligero.
Spencer parecía estresada y estreñida. Y Aria era un zombi, con su pelo negro y piel pálida. Si Hanna era un conjunto de alta costura Proenza Schouler, entonces, Aria era una sudadera Pilly, mal ajustada de Target. Hanna tomó una respiración profunda y se empujo a través de las puertas francesas. Wilden se dio la vuelta. Había una mirada seria en su rostro. El más pequeño trozo de un tatuaje negro asomaba por debajo del cuello de su uniforme de policía. Todavía sorprendía a Hanna que Wilden, ex chico rudo de Rosewood Day, estaba ahora a favor del cumplimento de las leyes. 
—Hanna. Toma asiento.
Hanna movió hacia atrás una silla de la mesa y se dejó caer junto a Spencer. 
—¿Vas a ocupar mucho tiempo? —Ella examinó su reloj rosa con incrustaciones de diamante de Dior—. Llegaré tarde para algo.
—No si empezamos —Wilden miró alrededor a todas ellas. Spencer se miraba las uñas, Aria mascaba su chicle con los ojos cerrados monstruosamente, y Emily estaba mirando obsesivamente la vela de citronella en el centro de la mesa, como si estuviera a punto de llorar.
—Lo primero —dijo Wilden—. Alguien ha filtrado un video casero de ustedes niñas a la prensa. —El miró a Aria—. Era uno de los videos que dieron hace años al departamento de policía de Rosewood. Así que puede que lo vean en Televisión, todos los canales de noticias lo tienen. Estamos buscando quien lo filtró, y van a ser castigados. Yo quería que lo supieran primero.
—¿Qué video es? —Aria preguntó.
—Algo acerca de mensajes de texto —respondió.
Hanna se echó hacia atrás, tratando de recordar qué vídeo podría ser, eran tantos. Aria solía ser obsesiva filmándolas. Hanna siempre había tratado duramente de que ella no la enfocara, porque para ella, la cámara no añadía diez libras, si no veinte.
Wilden hizo crujir los nudillos y jugueteó con un triturador de pimienta de aspecto fálico que estaba puesto en el centro de la mesa. Un poco de pimienta se derramo sobre el mantel, y el aire olió a especias de inmediato. —La otra cosa que quiero hablar es sobre Alison. Tenemos razones para creer que el asesino de ella podría ser alguien de Rosewood. Alguien que, posiblemente, aún vive hoy aquí… y esa persona todavía puede ser peligrosa.
Todo el mundo respiró.
—Estamos mirando a todos para refrescar —dijo Wilden, levantándose de la mesa y dando un paseo con las manos cruzadas a la espalda. Había visto probablemente alguien en CSI hacer eso y pensaba que era cool—. Estamos tratando de reconstruir correctamente la vida de Alison antes de su desaparición. Queremos empezar con las personas que la conocían lo mejor posible.
En ese momento, el BlackBerry de Hanna zumbó. Ella lo sacó de su bolso. Mona.
—Mon —respondió Hanna en silencio, levantándose de su silla y deambulando hasta el otro lado de la galería de los rosales de su madre—. Voy a llegar un par de minutos tarde.
—Perra —bromeó Mona—. Eso es una mierda. Ya estoy en nuestra mesa en Rive Gauche.
—Hanna —llamó Wilden bruscamente—. ¿Puedes por favor llamar luego a quien quiera con que estés hablando?
Al mismo tiempo, Aria estornudó. 
—Dios te bendiga —dijo Emily.
—¿Dónde estás? —Mona sonaba sospechosa—. ¿Estás con alguien?
—Estoy en casa —respondió Hanna— Con Emily, Aria, Spencer, y el poli.
—¿Estás con tus viejas amigas? —Mona interrumpió.
—Ellas estaban aquí cuando llegué a casa —protestó Hanna.
—Vamos a ver si lo entiendo —Mona levantó la voz—. Invitaste a tus viejas amigas a tu casa. En la noche de nuestro Frenniversario.
—Yo no las invite —Hanna se echó a reír. Era todavía difícil de creer que Mona se sintiera amenazada por sus viejas amigas—. Yo estaba sola.
—¿Sabes qué? —Mona la cortó—. Olvídalo. El Frenniversario se cancela.
—Mona, no seas… —Entonces se detuvo. Wilden estaba a su lado.
Cogió el teléfono de su mano y lo cerró. —Estamos hablando de un asesinato —dijo en voz baja—. Tu vida social puede esperar.
Hanna lo fulminó con la mirada a sus espaldas. ¿¡Cómo se atreve Wilden a colgar su teléfono!? El hecho de que estaba saliendo con su madre no quería decir que podría hacer de papá con ella. Irrumpió de nuevo en la mesa, tratando de calmarse. Mona era la reina de reaccionar exageradamente, pero no podía congelar a Hanna por mucho tiempo. La mayoría de sus peleas sólo duraban unas horas, como mucho.
—Está bien —dijo Wilden cuando Hanna se sentó de nuevo—. Recibí algo interesante hace unas semanas que creo que deberíamos hablar —Él sacó su bloc de notas.
—Tu amigo, ¿Toby Cavanaugh? Escribió una nota de suicidio.
—N-nosotras, sabe-mmos —tartamudeó Spencer—. Su hermana nos dejó leer parte de ella.
Así que ya sabes lo que mencionó de Alison. —Wilden volteó pasó algunas páginas
hacia atrás en su cuaderno de notas—. Toby escribió: “Yo prometí a Alison DiLaurentis guardar un secreto de ella, si ella guardaba un secreto mío”. —Sus ojos de color verde oliva escanearon a cada una de ellas.
—¿Cuál era el secreto de Alison?
Hanna se dejó caer en su asiento. Nosotras fuimos las que cegamos a Jenna. Ese era el secreto, que Toby conservó por Ali. Hanna y sus amigas no se había dado cuenta que Toby lo sabía, hasta que Spencer lo descubrió hace tres semanas.
Spencer espetó. 
—No lo sé. Ali no se lo dijo a ninguna de nosotras.
Wilden arrugo la frente. Se inclinó sobre la mesa del patio. 
—Hanna, hace un tiempo pensaste que Toby asesinó a Alison.
Hanna se encogió de hombros sin inmutarse. Ella había ido a Wilden durante el tiempo que había pensado que Toby era A y el asesino de Ali. —Bueno… A Toby no le gustaba Ali.
—En realidad, le gustaba Ali, pero a Ali no le gustaba él —aclaró Spencer—. Solía espiarla todo el tiempo. Pero no estoy segura si eso tenía algo que ver con su secreto.
Emily hizo un pequeño gemido. Hanna miró con recelo. Todo de lo que Emily hablaba últimamente era de lo culpable que se sentía acerca de Toby. ¿Y si ella quería contar a Wilden que eran responsables de su muerte y del accidente de Jenna? Hanna podría haber sentido culpa por Jenna semanas atrás, cuando ella no tenía nada por lo que vivir, pero no había manera en el infierno de que ella confesara ahora. Su vida estaba finalmente de vuelta a la normalidad, y no estaba de humor para ser conocida como una de las cegadoras-sicóticas, o como sea que serían llamadas inevitablemente en la televisión.
Wilden volteó unas pocas páginas en su libreta. 
—Bueno, todo el mundo piense en ello. Pasándolo... vamos a hablar de la noche en que Alison desapareció. Spencer, aquí dice que justo antes de su desaparición, Ali intentó hipnotizarlas. Los dos se pelearon, ella salió corriendo de la granja, tú corriste tras ella, pero no pudiste encontrarla. ¿No?
Spencer se puso rígida. 
—Um… Sí, eso es correcto.
—¿No tienes idea de a dónde se fue?
Spencer se encogió de hombros. 
—No, lo siento.
Hanna trató de recordar la noche en que Ali desapareció. En un momento, Ali las hipnotizaba, al siguiente estaba desaparecida.
Cuando Hanna se había despertado, Spencer estaba de pie en la puerta del establo, con
cara de preocupación... y Ali se había ido.
Wilden continúo dando un paseo alrededor del porche. Tomó una olla de cerámica al estilo del sudoeste y la volteó, como si estuviera comprobando una etiqueta de precio.
Nauseabundo bastardo. —Necesito, niñas, que recuerden todo lo que puedan. Piensen en lo que estaba sucediendo alrededor en la época en que Alison desapareció, ¿Tenía un novio? ¿Algún amigo nuevo?
—Ella tenía un novio —ofrecio Aria—. Matt Doolittle. Se mudó lejos. —Mientras ella se echó hacia atrás, la camiseta se deslizó de su hombro, revelando un encaje, la tira del sostén era rojo bombero. Puta.
—Ella salía con esas chicas mayores del hockey de campo —dijo Emily.
Wilden miró sus notas. 
—Así es. Katy Houghton y Violet Keyes. Yo las tengo. ¿Qué hay del comportamiento de Alison?, ¿Estaba actuando de manera extraña?
Se quedaron en silencio. Sí, ella lo estaba, Hanna pensó. Pensó de inmediato en un ventoso día de primavera, unas semanas antes de que Ali desapareciera, su padre las había llevado a las dos a un juego de los Filis. Ali estuvo nerviosa toda la noche, como si hubiera comido paquetes y paquetes de Skittles. Siguió revisando los mensajes de texto en su celular y parecía que su bandeja de entrada estaba vacía. Durante el tramo de la séptima entrada, cuando furtivamente se colaron al balcón para comerse con los ojos a un grupo de chicos hermosos sentados en uno de los palcos, Hanna le notó a Ali las manos temblorosas. “¿Estás bien?”, preguntó Hanna. Ali sonrió. “Tengo frío” explicó.
¿Pero era suficientemente sospechoso como para contarlo? Parecía como si no fuera nada, pero era difícil saber que estaba buscando la policía.
—Ella parecía estar bien —dijo Spencer lentamente.
Wilden miró a Spencer directamente. —Tú sabes, mi hermana mayor se parece mucho a Alison. Ella fue la líder de su pandilla, también. Lo que sea que mi hermana dijera, sus amigas lo hacían. Cualquier cosa. Y guardaban todo tipo de secretos para ella. ¿Es así como trabajaban ustedes?
Hanna enroscó lo dedos de sus pies, de repente irritada por donde iba esta conversación.
—No sé —murmuró Emily—. Tal vez. —Wilden miró hacia abajo al teléfono celular vibrando en su funda—. Discúlpenme. —Él se fue hacia el garaje, sacando el celular de su funda.
Tan pronto como él estaba fuera del alcance del oído, Emily dejó escapar una respiración contenida. 
—Chicas, tenemos que decirle.
Hanna entrecerró los ojos. 
—¿Decirle que?
Emily levantó las manos. 
—Que Jenna está ciega. Nosotras se lo hicimos.
Hanna negó con la cabeza. 
—No cuenten conmigo. Y en todo caso, Jenna está bien. En serio. ¿Han notado los lentes de Gucci que usa? Tienes que esperar, como, en una lista por un año para tener un par de esos; son más difícil de conseguir que un bolso Birkin.
Aria miró boquiabierta a Hanna. 
—¿De qué sistema solar eres? ¿A quién le importa las gafas de sol Gucci?
—Bueno, obviamente no a alguien como tu —Hanna escupió.
Aria tensó la mandíbula y se echó hacia atrás. 
—¿Qué se supone que significa eso?
—Creo que los sabes —gruñó Hanna.
—Chicas —advirtió Spencer.
Aria suspiró y se volvió hacia el patio lateral. Hanna miró la barbilla puntiaguda y la nariz irregular de Aria. Incluso de perfil Aria no era tan bonita como ella.
—Hay que hablarle de Jenna —Emily incitó.
—Y sobre A… La policía debe manejar esto. Están sobre nuestras cabezas.
—No vamos a decirle nada, y eso es definitivo —susurró Hanna.
—Sí, no sé, Emily —dijo Spencer lentamente, metiendo las llaves de su coche a través de uno de los listones de la mesa—. Eso es una gran decisión. Afecta a todas nuestras vidas.
—Hemos hablado de esto antes —coincidió Aria.
—Además, A se ha ido, ¿verdad?
—Voy a dejarlas a todas fuera de ello —protestó Emily, cruzando los brazos sobre el pecho—. Pero yo le voy a decir. Creo que es lo correcto.
El celular de Aria sonó y saltó todo el mundo. Luego el Sidekick de Spencer vibró, retorciéndose hacia el borde de la mesa. El BlackBerry de Hanna, que había empujado de nuevo en su bolso, dejó escapar un timbre amortiguado y el Nokia pequeño de Emily sonó con un timbre como de la vieja escuela.
La última vez que los teléfonos de las chicas sonaron todos de una vez habían estado fuera en el servicio en memoria de Ali. Hanna tenía la misma sensación que había tenido la primera vez que su padre la había montado en las Tazas en el CountyFair de Rosewood cuando tenía cinco años, con náuseas vertiginosas. Aria abrió su teléfono.
Entonces Emily, y también Spencer.
—¡Oh Dios! —Emily susurró.
Hanna no se molestó en llegar a su BlackBerry, sino que se inclinó al Sidekick de Spencer.

¿Realmente pensaban que me había ido? Por favor. He estado observándolas todo este tiempo. De hecho, podría estarlas viendo ahora mismo. Y chicas, si le hablan a cualquiera acerca de mí, se van a arrepentir. –A

El corazón de Hanna latía. Oyó pasos y se volvió. Wilden había regresado.
Empujó su teléfono celular en su funda. Luego miró a las chicas y levantó una ceja.
—¿Me he perdido de algo?
El-se-había-perdido-de-algo-como-nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Posts relacionados