lunes, 19 de agosto de 2013

Club de Lectura (3x16x17)

Disculpas a todos los lectores por el gran retraso. 
Por cuestiones de organización y tiempo, el club de lectura se publicará los días Lunes
Esperamos que sepan entenderlo y gracias por su comprensión.

Te dejamos el capítulo 16 y 17 del libro Perfect.
Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer acá.
Para empezar a leer, hacé clic en Más Información.


Capítulo 16: Alguien ha estado besándose en el horno…

Ese mismo miércoles durante la hora de la comida, Emily caminó a zancadas rápidamente a través del pasillo del estudio de arte.
—Heeeyyy, Emily —canturreó Cody Wallis, el jugador de tenis estrella de Rosewood Day.
—¿Hola? —Emily miró por encima de su hombro. Era la única persona de su alrededor. ¿Cody realmente podría estarle diciendo ‘hola’ a ella?
—Te ves bien, Emily Fields —murmuró John Dexter, el capitán del equipo increíblemente caliente de la tripulación Rosewood Day. Emily apenas pudo juntar un hola, la última vez que John había hablado con ella fue en la clase de gimnasia de quinto grado. Habían estado jugando al balón prisionero y John había golpeado el pecho de Emily para dejarla fuera. Más tarde, se había acercado y había dicho, riéndose—: Lo siento golpeé tu Boobie.
Nunca había tenido a tantas personas, especialmente chicos, sonriéndole, saludándola, y diciéndole hola. Esta mañana, Jared Coffey, un alto melancólico que montaba una motocicleta Vintage Indian para venir a la escuela y por lo general demasiado cool para hablar con nadie, había insistido en comprarle un muffin de arándanos de la máquina expendedora. Y mientras Emily había caminado de la segunda hora a la tercera esta mañana, una pequeña escolta de chicos de primer año la siguieron. Uno la había grabado con su Nokia, por lo que probablemente ya estaba subido en Youtube.
Ella había venido a la escuela preparada para ser insultada por la foto que A había enseñado a todos en la reunión de ayer, por lo que esto era de alguna forma algo... inesperado.
Cuando una mano salió disparada del taller de cerámica, Emily se estremeció y dejó escapar un pequeño grito. La cara de Maya se materializó en la puerta.
—Psst. ¡Em!
Emily salió de la corriente de tráfico.
—Maya. Hey.
Maya pestañeó.
—Ven conmigo.
—No puedo en este momento. —Emily miró su ancho reloj Nike. Llegaba tarde a su almuerzo con Becka, la pequeña Miss Tree Tops—. ¿Qué tal después de la escuela?
—Nah, ¡esto sólo llevará un segundo! —Maya se precipitó dentro del estudio vacío y rodeó un laberinto de escritorios hacia la cabina de horno. Para sorpresa de Emily, empujó la pesada puerta del horno para abrirla y se deslizó en el interior. Maya asomó la cabeza de vuelta y sonrió—. ¿Vas a venir?
Emily se encogió de hombros. En el interior del horno, todo era oscuro, de madera, y caliente, como un sauna. Docenas de ollas de los estudiantes estaban colocadas en los estantes. El profesor de cerámica todavía no las había cocido, así que todavía eran de ladrillo rojo y viscoso.
—Se está bien aquí —reflexionó en voz baja Emily. Siempre le había gustado el olor a tierra y humedad de la arcilla. En uno de los estantes había una maceta enroscada que había hecho hacía dos clases. Había pensado que había hecho un buen trabajo, pero al verlo de nuevo, se dio cuenta de que una parte se había derrumbado.
De repente, Emily sintió las manos de Maya deslizándose hacia arriba por su espalda hasta sus hombros. Maya dio la vuelta en torno a Emily, y sus narices se tocaron. El aliento de Maya, como siempre, olía a chicle de banana.
—Creo que esta es la habitación más sexy de la escuela, ¿no crees?
—Maya —advirtió Emily. Tenían que parar... sólo que, las manos de Maya se sentían tan bien.
—Nadie nos verá —protestó Maya. Pasó sus manos a través del pelo seco y dañado por el cloro de Emily—. Y además, de todos modos todo el mundo sabe sobre nosotras.
—¿No estás molesta por lo que pasó ayer? —preguntó Emily, alejándose—. ¿No te sientes... ultrajada?
Maya lo pensó por un momento.
—No especialmente. Y a nadie parece importarle.
—Eso es lo raro. —Estuvo de acuerdo Emily—. Pensé que todo el mundo iba a ser mezquino hoy, como, tomarme el pelo u otra cosa. Pero en vez eso... de repente soy disparatadamente popular. La gente ni siquiera me prestó mucha atención después de que Ali desapareciera.
Maya sonrió y acarició la barbilla de Emily.
—¿Ves? Ya te dije que no sería tan malo. ¿No fue una buena idea?
Emily dio un paso atrás. Con la pálida luz del horno, la cara de Maya resplandecía con un color verde macabro. Ayer, le había parecido verla en las gradas de la piscina... pero cuando había mirado después de descubrir la foto, no podía encontrar por ningún lugar a Maya. Maya había querido que su relación fuera más abierta. Una sensación de malestar se apoderó de ella.
—¿Qué quieres decir, con buena idea?
Maya se encogió de hombros.
—Sólo quise decir, que quien lo hiciera hizo las cosas mucho más fáciles para nosotras.
—P-pero no es más fácil —balbuceó Emily, recordando donde se suponía que debía estar en estos momentos—. Mis padres están furiosos por esa foto. Tengo que ir a un programa de asesoramiento para demostrarles que no soy gay. Y si no lo hago, me van a enviar a Iowa para vivir con mi tía Helene y mi tío Allen. Por mi bien.
Maya frunció el ceño.
—¿Por qué no le dijiste a tus padres la verdad? Que esto es lo que eres, y no es algo que puedas, cambiar. Incluso en Iowa. —Ella se encogió de hombros—. Le dije a mi familia que fui bi dos veces el año pasado. No se lo tomaron bien al principio, pero ahora están mejor.
Emily movió sus pies hacia atrás y hacia delante contra el piso del horno de cemento liso.
—Tus padres son diferentes.
—Tal vez. —Maya dio un paso atrás—. Pero, oye. ¿Qué hay del año pasado, cuando por fin fui honesta conmigo misma y con todos los demás? Desde entonces, me he sentido tan bien.
Los ojos de Emily instintivamente bajaron a la cicatriz con forma de serpiente en la parte interior del antebrazo de Maya. Ella solía cortarse a sí misma, decía que era la única cosa que la hacía sentirse bien. ¿Si ser honesto acerca de quién era había cambiado eso?
Emily cerró los ojos y recordó la cara enojada de su madre. Y el tener que subir a un avión para vivir en Iowa. Nunca dormiría en su propia cama otra vez. Sus padres la odiarían para siempre. Un nudo se formó en su garganta.
—Tengo que hacer lo que dicen. —Emily se centró en un pedazo de chicle petrificado que alguien había pegado en un estante del horno—. Debería irme. —Abrió la puerta del horno y dio un paso fuera hacia el aula.
Maya la siguió.
—¡Espera! —Cogió el brazo de Emily, y mientras Emily se daba la vuelta, los ojos de Maya buscaban su rostro—. ¿Qué estás diciendo? ¿Estás rompiendo conmigo?
Emily miró a través del cuarto. Había una pegatina encima de la mesa del profesor de cerámica que decía, “¡AMO LA CERAMICA!18
Sólo que alguien había tachado la s y había dibujado una hoja de marihuana en el signo de exclamación.
—Rosewood es mi hogar, Maya. Quiero quedarme aquí. Lo siento.
18: Juego de palabras, la frase ¡AMO LA CERAMICA! en inglés es: ¡I LOVE POTS! Y al tachar la S quedaría POT refiriéndose a la marihuana.
Ella se deslizaba alrededor de los cubos de barniz y los tornos de alfarero.
—¡Em! —gritó Maya detrás de ella. Pero Emily no se dio la vuelta.
Tomó la puerta de salida que daba directamente del taller de cerámica al patio, sintiendo sólo como si hubiera tomado una mala decisión. La zona estaba vacía, todo el mundo estaba comiendo, pero por un segundo, Emily podría haber jurado ver una figura de pie en el techo del campanario de Rosewood Day. La figura tenía el pelo largo y rubio y sostenía unos binoculares sobre su cara. Casi parecía Ali.
Después de que Emily parpadeara, todo lo que vio fue el campanario de bronce desgastado. Sus ojos deben haberle estado jugando una mala pasada. Probablemente acababa de ver un árbol retorcido y trenzado. ¿O... era ella?
Emily fue arrastrando los pies por el sendero que conducía a la capilla Lorence, que parecía menos a una capilla y más la casa de jengibre que Emily había hecho para el concurso navideño del Centro Comercial King James en cuarto grado. El revestimiento festoneado del edificio era marrón canela, y la elaboración de la tapicería, las balaustradas y los remates eran de un blanco cremoso. Especie de flores de plástico de colores se alineaban en los marcos de la ventana. En el interior, una chica estaba sentada en uno de los primeros bancos, mirando hacia adelante a la capilla vacía del otro lado.
—Siento llegar tarde —resopló Emily, deslizándose sobre el banco. Había una escena de la Navidad colocada en el altar en la parte delantera de la sala, esperando para ser instalada. Emily sacudió la cabeza. Ni siquiera era noviembre todavía.
—Está bien. —La muchacha le tendió la mano—. Rebecca Johnson. Me llaman Becka.
—Emily.
Becka llevaba puesta una larga túnica de encaje, unos pantalones vaqueros estrechos, y unos recatados zapatos planos de color rosa. Delicados pendientes con forma de flor colgaban de sus orejas y su pelo estaba sujeto con una cinta para la cabeza de encajes.
Emily se preguntó si acabaría con aspecto de niña tonta como Becka si completaba el programa Tree Tops.
Pasaron unos pocos segundos. Becka sacó un tubo de brillo de labios de color rosa y se aplicó una nueva capa.
—Entonces, ¿quieres saber algo sobre Tree Tops?
En realidad no, quería responder Emily. Maya probablemente tenía razón. Emily nunca sería realmente feliz hasta que dejara de sentir vergüenza y dejara de negar sus sentimientos. Aunque... miró a Becka a los ojos. Ella parecía estar bien.
Emily abrió su Coca-Cola.
—Así que, ¿te gustaban las chicas? —No se lo creía del todo.
Becka se sorprendió.
—Yo… me gustaban... pero ya no.
—Bien, ¿Cuándo lo... cómo lo supiste para estar tan segura? —preguntó Emily, dándose cuenta de que estaba llena de preguntas.
Becka le dio un mordisco minúsculo a su sándwich. Todo en ella era pequeño y parecía como una muñeca, incluyendo sus manos.
—Se sentía diferente, supongo. Mejor.
—¡Lo mismo digo! —prácticamente gritó Emily—. Tuve novios cuando era más joven... pero siempre me sentí de forma diferente con las niñas. Llegué a pensar que mis Barbies eran lindas.
Becka se limpió delicadamente la boca con una servilleta.
—Barbie no fue nunca mi tipo.
Emily sonrió, mientras otra pregunta se cernía sobre ella.
—¿Por qué piensas que nos gustan las chicas? Porque yo estuve leyendo que era genético, pero ¿significa eso que si yo tuviera una hija, ella pensaría que sus Barbies son lindas, también? —Ella pensó durante un momento, antes de divagar. No había nadie cerca y se sentía bien para preguntar algunas de las cosas que le habían estado rondando por la cabeza. Eso es de lo que esta reunión se suponía que se trataba, ¿no?—. Aunque… mi mamá parece la mujer más recta de la tierra —continuó Emily, un poco locamente—. Tal vez ¿se salta una generación?
Emily se detuvo, dándose cuenta de que Becka la miraba con una expresión de extrañeza en la cara.
—Yo no pienso de esa forma —dijo con inquietud.
—Lo siento —admitió Emily—. Estoy balbuceando. Estoy realmente muy… confundida. Y nerviosa —Y afligida, quería añadir, recordando por un segundo como la cara de Maya se había derrumbado cuando Emily le dijo que habían terminado.
—Está bien —dijo Becka en voz baja.
—¿Tuviste una novia antes de ir a Tree Tops? —preguntó Emily, más tranquilamente esta vez.
Becka se mordió la uña del pulgar.
—Wendy —dijo con voz casi inaudible—. Trabajamos juntas en el Body Shop del centro comercial King James.
—¿Tú y Wendy... se divertían? —Emily mordisqueó una patata frita.
Becka miró con recelo a las figuritas del pesebre en el altar, como si pensara que José y María y los tres reyes magos estuvieran escuchando.
—Quizás —susurró.
—¿Cómo te sentiste?
Una pequeña vena cerca de la sien de Becka palpitó.
—Me sentí mal. Ser… gay... no es fácil de cambiar, pero creo que se puede. Tree Tops me ayudó a entender porqué estaba con Wendy. Crecí con tres hermanos, y mi consejero dijo que me crié en un mundo centrado en los chicos.
Esa era la cosa más estúpida que Emily había oído nunca.
—Tengo un hermano, pero tengo dos hermanas también. No me crié en un mundo centrado en chicos. Entonces, ¿qué hay de malo en mí?
—Bueno, tal vez la raíz de tu problema es diferente —Becka se encogió de hombros—. Los consejeros te ayudarán a darte cuenta de eso. Consiguen que dejes de lado un montón de sentimientos y recuerdos. La idea es sustituirlos por nuevos sentimientos y recuerdos.
Emily frunció el ceño.
—¿Te hacen olvidar cosas?
—No exactamente. Es más como dejarlas ir.
Por mucho que Becka trató de endulzarlo, Tree Tops sonaba horrible. Emily no quería dejar de Maya. O a Ali, en ese caso.
De repente, Becka extendió la mano y la puso sobre la de Emily. Fue una sorpresa.
—Sé que esto no tiene mucho sentido para ti ahora, pero he aprendido algo grande en Tree Tops —dijo Becka—, la vida es dura. Si vamos con estos sentimientos que son... que están mal, nuestras vidas van a ser incluso más que una batalla cuesta arriba. Las cosas son lo suficientemente difíciles, ¿sabes? ¿Por qué hacerlas peor?
Emily sintió temblar sus labios. ¿La vida de todas las lesbianas era una batalla cuesta arriba? ¿Qué pasaba con esas dos mujeres homosexuales que dirigían la tienda de triatlón en dos ciudades? Emily les había comprado sus nuevas New Balance, y parecían muy felices. Y ¿qué pasa con Maya? Solía cortarse a sí misma, pero ahora estaba mejor.
—Así que ¿Wendy está bien con que estés en Tree Tops ahora? —preguntó Emily.
Becka se quedó mirando la vidriera detrás del altar.
—Creo que lo está.
—¿Todavía salen juntas de vez en cuando?
Becka se encogió de hombros.
—En realidad no. Pero seguimos siendo amigas, supongo.
Emily se pasó la lengua entre los dientes.
—Tal vez ¿todas podamos salir a pasar el rato alguna vez? —Sería bueno ver a dos exgays que en realidad eran amigas. Tal vez ella y Maya podrían ser amigas, también.
Becka ladeó la cabeza, pareciendo sorprendida.
—Muy bien. ¿Qué hay del sábado por la noche?
—Me parece bien —respondió Emily.
Acabaron de comer y Becka se despidió. Emily comenzó a bajar la pendiente verde, juntándose con los otros niños de Rosewood Day regresando a sus clases. Su cerebro estaba sobrecargado de información y emociones. Las triatletas lesbianas podían ser felices y Maya podría estar mejor, pero tal vez Becka tenía razón, también. ¿Cómo sería estar en la universidad, a continuación, después de la universidad, y luego conseguir un trabajo? Tendría que explicar su sexualidad a la gente una y otra vez.
Algunas personas no la aceptarían.
Antes de ayer, las únicas personas que sabían cómo se sentía realmente Emily eran Maya, su ex, Ben, y Alison. Dos de los tres no se lo habían tomado muy bien. Tal vez ellos tenían razón.


Capítulo 17: Porque todos los momentos cursis de las relaciones suceden en cementerios.

El miércoles, después de la escuela, Aria, vio a Sean montando su bicicleta de montaña Gary Fisher por delante de ella, subiendo fácilmente los caminos montañosos del oeste de Rosewood.
—¡Continúa! —bromeó.
—¡Para ti es fácil decirlo! —respondió Aria, pedaleando con furia su antigua y golpeada Peugeot de diez velocidades desde la universidad, la había llevado con ella cuando se mudó con Sean—. ¡No corro seis millas todas las mañanas!
Sean había sorprendido a Aria después de la escuela al anunciar que iba a dejar el fútbol para que pudieran pasar tiempo juntos. Lo cual fue una gran oferta, en las 24 horas que había vivido con él, Aria había aprendido que Sean era un fanático del fútbol, de la misma manera que su hermano era fanático del lacrosse. Todas las mañanas, Sean corría seis millas, se ejercitaba, y practicaba disparos directos a una red colocada en el césped de los Ackards hasta que era la hora de irse a la escuela.
Aria luchaba por subir la colina y estaba feliz de ver que había un largo descenso delante de ellos. Era un día magnífico, así que había decidido dar un paseo en bicicleta por la zona oeste de Rosewood. Montaron pasando despacio por las granjas y por kilómetros de bosques vírgenes.
En la parte inferior de la colina, al pasar una cerca de hierro forjado con una puerta de entrada ornamentada. Aria golpeó los frenos.
—Espera. Me olvidé por completo de este lugar.
Se había detenido delante del cementerio de San Basilio, el más antiguo y fantasmal lugar de Rosewood, donde ella solía hacer calcos de las lápidas. Estaba lleno de acres y acres de colinas y cubiertas de bonito césped, y algunas de las lápidas se remontaban a la década de 1700’s. Antes de que Aria encontrara su nicho con Ali, había pasado por una fase gótica, que abarca todo lo relacionado con la muerte, Tim Burton, Halloween, y Nine Inch Nails. Los frondosos robles del cementerio había proporcionado el tono perfecto para relajarse y dejar atrás el mal humor.
Sean se detuvo a su lado. Aria se volvió hacia él.
—¿Podemos entrar un segundo?
Pareció alarmado.
—¿Estás segura?
—Me encantaba venir aquí.
—Está bien —dijo Sean a regañadientes encadenando su bicicleta a un cubo de basura de hierro forjado junto con la de Aria y comenzó a pasar detrás de ella por la primera línea de lápidas. Aria leyó los nombres y las fechas que prácticamente se había aprendido de memoria unos cuantos años atrás. 
EDITH JOHNSTON, 1807-1856. BABY AGNES, 1820-1821. SARAH WHITTIER, con esa cita de Milton, LA MUERTE ES LA LLAVE DE OTRO QUE ABRE EL PALACIO DE LA ETERNIDAD. 
Sobre la colina, Aria sabía, que estaban las tumbas de un perro llamado Puff, un gato llamado Rover, y un periquito llamado Lily.
—Me encantan las tumbas —dijo Aria al pasar una más grande con la estatua de un ángel en la parte superior—. Ellas me recuerdan…
—The Tell-Tale Heart.
—¿El qué? —Aria levantó una ceja.
—Oh, vamos. Has leído ese cuento. ¿Edgar Allan Poe? ¿El muerto está enterrado en el suelo? ¿El narrador todavía podía oír los latidos de su corazón?
—No. —Aria se puso las manos en las caderas, estupefacta. ¿Cómo podía Sean haber leído eso?—. Cuando volvamos, encontraré mi libro de Poe para leerlo.
—De acuerdo —aceptó Sean, luego cambió de tema—. ¿Dormiste bien anoche?
—Genial. —Una mentira piadosa. Su habitación como la de un-hotel-de-París era hermosa, pero Aria había encontrado realmente difícil conciliar el sueño. La casa de Sean era... demasiado perfecta. El edredón parecía demasiado suave y esponjoso, el colchón demasiado acolchado, la habitación muy tranquila. Olía muy agradable y limpio también.
Pero más que eso, había estado demasiado preocupada por los movimientos fuera de la ventana de su dormitorio de invitados, sobre la posibilidad de un acosador vigilando, y acerca de A, la nota que decía que el asesino de Ali estaba más cerca de lo que creía.
Aria había estado agitada durante horas, sola, segura de que vería a su acosador, o al asesino de Ali, a los pies de su cama.
—Tu madrastra tuvo sus ojos puestos en mí esta mañana, sin embargo —dijo Aria, bordeando un cerezo japonés—. Me olvidé de hacer mi cama. Me hizo volver al piso de arriba y hacerla. —Soltó un bufido—. Mi mamá no ha hecho eso por lo menos
desde hace billones de años.
Cuando le miró otra vez, Sean no se estaba riendo.
—Mi madrastra trabaja duro para mantener la casa limpia. La Casa Histórica de Rosewood tiene visitas que vienen a verla casi todos los días.
A Aria se le puso el pelo de punta. Quería decirle que la Sociedad Histórica de Rosewood había considerado su casa para el tour, también, algo protegido de Frank Lloyd Wright que la había diseñado. En cambio, ella suspiró.
—Lo siento. Es sólo que... mi mamá ni siquiera me ha llamado desde que le dejé un mensaje diciéndole que estaba contigo. Me siento tan... abandonada.
Sean le acarició el brazo.
—Lo sé, lo sé.
Aria pasó la lengua por la zona de la parte posterior de su boca donde había estado su muela del juicio.
—Esa es la cuestión —dijo en voz baja—. Yo no lo sé. —La familia de Sean era perfecta. El Sr. Ackard había hecho panqueques belgas esta mañana, y la Sra. Ackard había envasado los almuerzos, incluyendo el de Aria. Incluso su perro, un Airedale, estaba bien educado.
—Pues explícamelo —dijo Sean.
Aria suspiró.
—No es tan fácil como eso.
Pasaron junto a un árbol retorcido, entrelazado. De repente, Aria miró... y se detuvo.
Justo en frente de ella había una tumba nueva. El jardinero no había cavado el hoyo para el ataúd todavía, pero estaba marcado con cinta adhesiva, el espacio del tamaño del ataúd. La lápida de mármol estaba terminada, sin embargo. Decía, simplemente, ALISON LAUREN DILAURENTIS.
Un pequeño sonido de gorgoteo escapó de la parte posterior de la garganta de Aria.
Las autoridades todavía estaban examinando los restos de Ali en busca de signos de veneno y de trauma, por lo que sus padres no la habían enterrado. Aria no sabía que estaban planeando enterrarla aquí.
Ella miró impotente a Sean. Él se puso pálido.
—Pensé que lo sabías.
—No tenía ni idea —le susurró a su vez.
La lápida no decía nada salvo el nombre de Ali. Ni devota hija, o maravillosa jugadora de hockey sobre hierba, o la chica más hermosa de Rosewood. Ni siquiera ponía el día, mes o año que había muerto. Probablemente era porque nadie sabía la fecha exacta.
Ella se estremeció.
—¿Crees que debería decir algo?
Sean frunció los labios rosados.
—Cuando visito la tumba de mi mamá, a veces lo hago.
—¿Cómo qué?
—Le informo sobre lo que está pasando. —Él la miró de lado y se sonrojó—. Vine después de Foxy. Le hablé de ti.
Aria se ruborizó también. Se quedó mirando la lápida, pero se sintió cohibida. Hablar con los muertos no era lo suyo.
No puedo creer que te hayas muerto, pensó Aria, no pudiendo decir las palabras en voz alta. Estoy de pie aquí, mirando tu tumba, y aún así no es real. Odio que no sepamos lo que pasó. ¿Está el asesino todavía aquí? ¿Está diciendo A la verdad?
Sííííí, Aria juró que escuchó una voz lejana. Sonaba como la voz de Ali.
Pensó en la nota de A. Alguien había querido algo de Ali y la había matado por eso. ¿El qué? Todo el mundo quería algo de Ali, incluso sus mejores amigas. Hanna quería la personalidad de Ali, y parecía que se había apropiado de ella después de que Ali desapareciera. Emily había querido más que nadie a Ali, solían llamarla Emily “Asesina”, considerándola el pitbull personal de Ali. Aria había querido la capacidad de Ali para coquetear, su belleza, su carisma. Y Spencer siempre había estado tan celosa de ella.
Aria miró el área tapada donde estaría la tumba de Ali y preguntó la cuestión que se había ido formando lentamente en su mente: ¿Por qué estaban peleadas realmente?
—Esto no está funcionando para mí —susurró Aria después de un momento—. Vámonos.
Le lanzó a la futura tumba de Ali una mirada de despedida. Cuando se dio la vuelta, los dedos de Sean se entrelazaron con los suyos. Caminaron en silencio durante un rato, pero a medio camino de la puerta, Sean se detuvo.
—Un conejito —dijo, señalando a un conejo a través del claro. Besó los labios de Aria.
En la boca de Aria se formó una sonrisa.
—¿Me das un beso sólo porque has visto un conejo?
—Sí —Sean la empujó juguetonamente—. Es como el juego en el que uno da un puñetazo a alguien cuando ve un Volkswagen. Con nosotros, puede ser besos y conejos. Es nuestro juego de pareja.
—¿Juego de pareja? —Aria se rió, pensando que estaba bromeando.
Pero el rostro de Sean estaba serio.
—Ya sabes, un juego que es sólo para nosotros. Y es una buena cosa que sea un conejo, porque hay toneladas de conejos en Rosewood.
Aria tenía miedo de burlarse de él, pero realmente ¿Un juego de pareja? Le recordaba a algo que Jennifer Thatcher y Jennings Silver harían. Jennifer y Jennings eran una pareja de su grado que habían estado saliendo desde antes de que Aria se hubiera ido a Islandia a finales del séptimo grado. Se les conocía sólo como doble-J o Dub-J, y eran llamados así incluso a individualmente. Aria no podía ser una Dub-J.
Mientras observaba a Sean andar delante de ella, dirigiéndose a sus bicicletas, los cabellos delicados de la parte posterior de su cuello se erizaron. Sentía como si alguien la estuviera mirando. Pero cuando se dio la vuelta, lo único que vio fue un gigante cuervo negro en la parte superior de la lápida de Ali.
El cuervo la miraba fijamente, sin parpadear, y luego desplegó sus enormes alas y se elevó hacia los árboles.

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