Estamos otra vez para darte la cuota diaria de PLL, esta vez les traemos los capítulos 29 y 30
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El sol se derramó a través de la ventana del granero, y por primera vez en la
Capítulo 30: El circo ha vuelto a la ciudad
Emily se alejó furiosamente en bicicleta de la casa de Aria, casi sin ver a un
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Capítulo 29: Buenos días, te odiamos.
El sol se derramó a través de la ventana del granero, y por primera vez en la
vida de Spencer, fue despertada por los trinos llenos de vida de los
gorriones en lugar del atemorizante tecno-mix de los 90’s de su padre
maldiciendo desde la sala de ejercicios de la casa principal. Pero ¿Podía disfrutar eso? No.
Aunque no había bebido una gota anoche, su cuerpo se sentía adolorido, frío y con resaca. No había nada de descanso en su estanque. Después de que Wren se fuera, ella había tratado de dormir, pero su mente daba vueltas.
La forma en que Wren la había cogido se sintió tan... diferente. Spencer nunca antes había sentido algo ni remotamente como eso.
Pero entonces ese IM. Y la expresión calmada, misteriosa de Melissa.
Y... A medida que la noche avanzaba, el granero tembló y crujió, y Spencer se tapó con las mantas hasta la nariz, temblando. Se reprendió a sí misma por sentirse paranoica e inmadura, pero no podía evitarlo. Se mantuvo pensando en las posibilidades.
Eventualmente, se había levantado y reiniciado su computador. Por unas pocas
horas, buscó en Internet. Primero miró en sitios técnicos, buscando respuestas
acerca de cómo rastrear mensajes instantáneos. Sin suerte. Entonces trató de
encontrar de dónde ese primer e-mail-el titulado —codicia— había venido. Buscó, desesperadamente, un camino que terminara en Andrew Campbell.
Ella encontró que Andrew tenía un Blog, pero después de limpiar todo el lugar, no encontró nada. Todas las entradas eran acerca de los libros que a Andrew le gustaba leer, un estúpido chico filosofando, unos pocos pasajes melancólicos sobre una fijación no correspondida por una chica que nunca nombra. Ella pensó que podría dejarse llevar y delatarse a sí mismo, pero él no lo hizo.
Finalmente, tipeó las palabras clave Personas perdidas y Alison DiLaurentis.
Encontró las mismas cosas desde hace años atrás-los reportes en CNN y el
Philadelphia Inquirer, grupos de búsqueda y extraños sitios, como uno que
proyectaba como podría verse Aria con diferentes peinados. Spencer miró a la foto de escuela que ellos habían usado; ella no había visto una foto de Ali en un largo tiempo.
¿Podría reconocer a Ali si ella tenía, por ejemplo, el pelo corto y negro? Ella ciertamente lucía diferente en la fotografía que habían creado.
La puerta protectora del edificio principal chirrió cuando ella la empujó
nerviosamente. Dentro, ella olió el café recién preparado, lo cual era extraño,
porque por lo general su mamá ya estaba en los establos a esta hora y su papá
estaba montando o en el campo de golf.
Se preguntó que habría pasado entre Melissa y Wren después de la noche pasada, rezando para no tener que enfrentarlos.
—Te hemos estado esperando.
Spencer saltó. En la mesa de la cocina estaban sus padres y Melissa. La cara de su madre estaba pálida y agotada y las mejillas de su padre estaban rojo remolacha.
Los ojos de Melissa estaban enrojecidos e hinchados. Incluso los dos perros no
saltaban a darle la bienvenida como normalmente lo hacían.
Spencer tragó fuerte. Demasiado para rezar.
—Siéntate, por favor, —dijo su padre tranquilamente.
Spencer arrastró la silla de madera y se sentó junto a su madre. La habitación
estaba tan quieta y en silencio que podía oír su estomago, nerviosamente en ciclo de centrifugado.
—Ni siquiera sé que decir, —Graznó su madre. —¿Cómo pudiste?
El estómago de Spencer cayó. Abrió su boca, pero su madre levantó su mano. —Tú no tienes derecho a hablar en este momento.
Spencer cerró su boca y bajó los ojos.
—Honestamente, —dijo su padre, —Estoy muy avergonzado de que seas mi hija ahora. Pensé que te había criado mejor.
Spencer recogió una áspera cutícula de su pulgar y trató de detener el temblor de su barbilla.
—¿En que estabas pensando? —preguntó su madre. —Era el novio de ella. Estaban planeando mudarse juntos. ¿Te das cuenta de lo que has hecho?
—Yo... —Comenzó Spencer.
—Quiero decir... —interrumpió su madre, entonces escurrió sus manos y miró
abajo. —Tú eres menor de edad, lo que significa que somos legalmente
responsables por ti. —Dijo su padre. —Pero si fuese por mí, te hubiese echado
fuera de esta casa ahora mismo.
—Desearía no tener que verte nunca más, —escupió Melissa.
Spencer se sintió desfallecer. Ella medio había esperaba que ellos dejaran sus tazas de café y le dijeran que sólo estaban bromeando, que todo estaba bien. Pero ellos ni siquiera podían mirarla. Las palabras de su padre picaban sus oídos: Estoy tan avergonzado de que seas mi hija. Ninguna persona nunca habría le había dicho nada como esto antes.
—Una cosa es segura; Melissa se mudará al granero, —Su madre continuó. —
Quiero todas tus cosas de vuelta a tu antigua habitación. Y una vez que su casa en la ciudad esté lista, voy a convertir el granero en un estudio de cerámica.
Spencer enrolló sus puños bajo la mesa, disponiéndose a sí misma para no llorar.
Ella no se preocupaba por el granero, no en realidad. Era lo que iban a hacer con el granero lo que importaba. Era que su papá iba a construir estantes para ella. Su madre iba a ayudarla a elegir cortinas nuevas. Ellos habían dicho que podría tener un gatito e incluso habían gastado varios minutos pensando en nombres divertidos para él. Ellos estaban emocionados por ella. Ellos se preocupaban.
Alargó la mano al brazo de su madre. —Lo siento.
Su madre deslizó su cuerpo lejos. —Spencer, no.
Spencer no logró tragarse el sollozo. Lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.
—No es conmigo con quién necesitas disculparte, de todas maneras, —dijo su
madre en voz baja.
Spencer miró a Melissa lloriqueando, a través de la mesa. Se limpió la nariz. Por mucho que odiara a Melissa, nunca la había visto así de miserable, no desde que Ian rompió con ella en el Instituto. Estuvo mal coquetear con Wren, pero Spencer no había pensado que pudiera ir tan lejos como fue. Trató de ponerse en el lugar de Melissa, si ella hubiese conocido a Wren primero, y Melissa lo hubiese besado, estaría destrozada también.
Su corazón se ablandó. —Lo siento, —Susurró.
Melissa se estremeció. —Púdrete en el infierno. —escupió.
Spencer se mordió dentro de la boca tan fuerte que saboreó sangre.
—Sólo pon tus cosas fuera del granero —su madre suspiró. —Entonces sal de
nuestra vista.
Los ojos de Spencer se ampliaron. —Pero... —chirrió.
Su padre le dio una mirada en blanco.
—Es sólo que es tan despreciable, —murmuró su madre.
—Eres una perra —arrojó Melissa.
Spencer asintió, tal vez si estaba de acuerdo, ellos pararían. Ella quería encogerse en una pequeña pelotita y evaporarse. En lugar de eso, murmuró, —Voy a hacerlo ahora.
—Bien —Su padre tomo otro sorbo de café y dejó la mesa.
Melissa hizo un pequeño chirrido y empujó su silla
Melissa hizo un pequeño chirrido y empujó su silla
Ella lloriqueó todo el camino subiendo las escaleras hasta tirar la puerta de su dormitorio.
—Wren nos dejó anoche. —Dijo el Sr. Hastings parando en la puerta. —No vamos a escuchar de él de nuevo, y si sabes lo que te conviene, no vas a hablar de él nunca más.
—Por supuesto —murmuró Spencer, y apoyó su cabeza en la fresca mesa de roble.
—Bien.
Spencer mantuvo su cabeza firmemente en la mesa, haciendo la respiración de
fuego1 del yoga y esperando a que alguien viniera y le dijera que todo estaría bien.
Nadie lo hizo. Fuera, escuchó la sirena de una ambulancia chillando a la distancia.
Sonaba como si estuviera viniendo hacia la casa.
Spencer se paró. Oh Dios. ¿Y si Melissa se había... dañado a sí misma? Ella no, ¿Podría hacerlo? Las sirenas aullaban, acercándose. Spencer empujó su silla. — Mierda —¿Qué había hecho? —¡Melissa! —Gritó, corriendo a las escaleras.
—¡Eres una puta! —Llegó una voz. —¡Eres una jodida puta!
Spencer se dejó caer contra la barandilla. Bien entonces. Parecía que Melissa estaba muy bien, después de todo.
Capítulo 30: El circo ha vuelto a la ciudad
Emily se alejó furiosamente en bicicleta de la casa de Aria, casi sin ver a un
corredor en el lado de la carretera. —¡Cuidado! —gritó él.
Cuando ella pasó a un vecino con dos Gran Daneses, Emily tomó una decisión.
Tenía que ir a lo de Maya. Era la única respuesta. Quizás Maya lo había querido decir en un buen sentido, como si ella le estuviera regresando la nota después que Emily le contara sobre Alison la noche pasada. Tal vez Maya quiso mencionar la carta anoche pero, por la razón que sea, no lo hizo. ¿Tal vez la A era en realidad una M?
Además, ella y Maya tenían montones de cosas sobre las que hablar, además de la nota. Tratar con todo lo que pasó en la fiesta. Emily cerró los ojos, recordando.
Prácticamente podía oler el chicle de banana de Maya y sentir los suaves contornos de su boca. Abriendo los ojos, se desvió de la acera.
Bien, ellas definitivamente necesitaban trabajar en eso. ¿Pero qué quería decir
Emily? Me encantó.
No. Por supuesto que ella no podía decir eso. Ella diría, deberíamos ser sólo
amigas. Ella iba a volver con Ben, después de todo. Si él quería. Quería retroceder el tiempo, volver a ser la Emily que era feliz con su vida, con quien sus padres eran felices. La Emily quién sólo se preocupaba por alcanzar su braza* y la tarea de álgebra.
Emily pasó pedaleando Myer Park, donde ella y Ali se columpiaban por horas.
Trataban de hacerlo al mismo tiempo juntas, y cuando lo hacían completamente, Ali siempre decía, —¡Estamos casadas! —entonces ellas gritaban y saltaban al mismo tiempo.
Pero, ¿y si Maya puesto esa nota en su bicicleta? Cuando Emily le preguntó a Aria si Ali le había contado su secreto, Aria había respondido, —¿Qué, recientemente?
—¿Por qué Aria diría eso? A menos… a menos que Aria supiera algo. A menos que Ali hubiera vuelto.
¿Era posible?
Emily se deslizó sobre la grava. No, era una locura. Su madre todavía
intercambiaba tarjetas navideñas con la Sra. DiLaurentis ; ella habría escuchado si Ali hubiera regresado. Cuando desapareció Ali, había salido en las noticias las veinticuatro horas. Estos días, sus padres usualmente veían CNN mientras comían el desayuno. Seguramente sería una noticia importante nuevamente.
Aún así, era emocionante considerarlo. Cada noche por casi un año después de la desaparición de Ali, Emily le había preguntado a su Magic 8 Ball* si Alison volvería. Aunque a veces decía, Espera y ve, nunca decía, No. Ella también apostaba consigo misma, también: Si dos chicos subían al autobús escolar hoy usando remeras rojas, ella se susurraba a sí misma, Ali está bien. Si servían pizza en el almuerzo, Ali no está muerta. Si el entrenador nos hace practicar empezar y girar, Ali volvería. Nueve veces de diez, de acuerdo a las pequeñas supersticiones de Emily, Ali estaba volviendo a ellas.
Tal vez había estado en lo cierto.
Ella subió y rodeó una curva cerrada, evitando por poco un signo conmemorativo de piedra a la batalla de la Guerra Revolucionaria. Si Ali estaba de vuelta, ¿qué significaría la amistad de Emily con Maya? Ella dudaba que pudiera tener dos mejores amigas... dos mejores amigas con las que se sentía de manera similar. Se preguntaba que pensaría Ali de Maya. ¿Y si se odiaban la una a la otra?
Me encantó.
Deberíamos ser solo amigas.
Pasó junto a los hermosos caseríos, posadas de piedra desmoronándose, y
camionetas de jardineros estacionadas en el bordillo de la calle. Ella solía pedalear en esta misma ruta a la casa de Ali; la última vez, de hecho, había sido antes del beso. Emily no había planeado en besar a Ali antes de venir; algo se había apoderado de ella en el calor del momento. Nunca olvidaría cómo eran los suaves labios de Ali o la mirada atónita en el rostro de Ali cuando ella se alejó. —¿Por qué hiciste eso? —había preguntado ella.
Repentinamente, una sirena chilló detrás de ella. Emily apenas tuvo tiempo de
moverse al bode de la calle antes de que una ambulancia de Rosewood pasara
gritando. Una ráfaga de viento se levantó, soplándole polvo en la cara. Se secó los ojos y observó cómo la ambulancia llegaba a la cima de la colina y se detenía en la calle de Alison.
Ahora estaba girando en la calle de Alison. El miedo paralizó a Emily. La calle de Ali era… la calle de Maya. Se agarró de los manubrios de goma de su bicicleta.
Con toda la locura, se había olvidado del secreto que Maya le había contado la noche pasada. El corte. El hospital. Esa enorme y dentada cicatriz. A veces siento como si fuera necesario, había dicho Maya.
—Oh Dios mío. —susurró Emily.
Pedaleó furiosamente y patinó en la esquina. Si las sirenas de la ambulancia se
detienen en el momento en que doble la esquina, pensó ella, Maya estará bien.
Pero entonces la ambulancia se detuvo en frente de la casa de Maya. Las sirenas todavía estaban chillando. Autos de la policía estaban por todos lados.
—No. —susurró Emily. Médicos de bata blanca salían de los vehículos y corrían a la casa. Un montón de personas llenaban el patio de Maya, algunos con cámara.
Emily arrojó su bicicleta en la acera y corrió torcidamente hacia la casa.
—¡Emily!
Maya irrumpió a través de la multitud. Emily se sobresaltó y corrió a los brazos de Maya, lágrimas corriendo desordenadamente por su rostro.
—Estás bien. —sollozó Emily—. Tenía miedo de…
—Estoy bien. —dijo Maya.
Pero había algo en su voz que claramente no estaba bien. Emily dio un paso atrás.
Los ojos de Maya estaban rojos y mojados. Su boca estaba abierta nerviosamente.
—¿Qué es? —Preguntó Emily—. ¿Qué pasa?
Maya tragó. —Hallaron a tu amiga.
—¿Qué? —Emily la miró, luego a la escena en el césped de Maya. Era todo tan inquietantemente familiar: la ambulancia, los autos de la policía, la multitud de personas, las cámaras de largo alcance. Un helicóptero de noticias sobrevolaba la zona. Esta era exactamente la misma escena que hace tres años, cuando Ali desapareció.
Emily retrocedió de los brazos de Maya, sonriendo aliviada. ¡Ella había estado en lo correcto!
Alison estaba de vuelta en su casa, como si nada hubiera pasado. —¡Lo sabía! — susurró ella.
Maya tomó la mano de Emily. —Estaban cavando para nuestra cancha de tenis. Mi mamá estaba ahí. Ella… la vio. Escuché su grito desde mi cuarto.
Emily soltó su mano. —Espera. ¿Qué?
—Traté de llamarte. —agregó Maya.
Emily arrugó el caño y le devolvió la mirada a Maya. Entonces miró al equipo de veinte efectivos de la policía. A la Sra. St. Germain sollozando por el columpio. En la cinta LÍNEA POLICIAL, NO CRUCE curvándose alrededor del patio trasero. Y después en la furgoneta aparcada en la entrada. Decía, MORGUE ROSEWOOD
PD. Lo había leído seis veces para darle sentido. Su corazón se aceleró y de repente no pudo respirar.
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