lunes, 26 de diciembre de 2011

Club de lectura (1x22)

Estamos otra vez para darte la cuota diaria de PLL, esta vez les traemos el capítulo 22.
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Capítulo 22: Los baños de cerveza son buenos para los poros.

Chequea eso —Maya susurró excitadamente—. ¡Solían haber de estos
en mi café favorito cuando estaba en Cali!
Emily y Maya miraban fijamente a la antigua cabina de fotografías en el perímetro de el jardín de Noel y los bosques. Una enorme extensión de cable naranjo impedía su paso hacia la cabina desde la casa de Noel al otro lado del césped. Mientras ellas la admiraban, el hermano mayor de Noel, Eric, y una bastante frívola Mona Vanderwaal cayeron fuera de la cabina, tomaron sus fotos, y se alejaron apresuradamente.
Maya miró hacia Emily.
—¿Quieres intentarlo?
Emily asintió. Antes de que se metieran dentro, rápidamente echó una mirada
hacia la fiesta. Algunos chicos estaban agrupados alrededor del barril y muchos
otros sostenían sus vasos de plástico rojo en el aire mientras bailaban. Noel y un montón de chicos estaban nadando en el estanque para patos en bóxers. Ben no estaba a la vista.
Emily se sentó junto a Maya en el pequeño asiento naranjo de la cabina de
fotografías y cerró la cortina. Estaban tan apretadas la una contra la otra, que sus hombros y muslos se tocaban.
—Toma. —Maya le tendió una botella de Jack Daniel’s y presionó el botón de
encendido. Emily tomó un trago, y luego la sostuvo en alto mientras la cámara
sacaba la primera fotografía. Luego apretaron sus rostros y dieron enormes
sonrisas. Emily puso los ojos en blanco, y Maya infló sus mejillas como un mono en la tercera fotografía. Luego la cámara capturo una de ellas luciendo casi normal, quizás un poco nerviosas.
—Vamos a ver como se ven —Emily dijo.
Pero mientras se ponía de pie, Maya la tomó por la manga.
—¿Podemos quedarnos aquí por un segundo? Es un muy buen lugar para
esconderse.
—Um, seguro. —Emily se sentó nuevamente. Tragó audiblemente, de forma sin querer.
—Entonces, ¿cómo has estado? —Maya preguntó, sacando el cabello de los ojos de Emily.
Emily suspiró, tratando de estar cómoda en el estrecho asiento. Confundida. Triste por mis posiblemente racistas padres. Asustada de haber tomado la decisión equivocada sobre natación. Un poco alterada porque estoy sentada tan cerca de ti.
—Estoy bien —dijo finalmente.
Maya resopló y tomó un trago de whisky.
—No creo eso ni por un segundo.
Emily hizo una pausa. Maya parecía la única persona que de verdad la entendía.
—Sí, supongo que no —dijo.
—Bueno, ¿qué es lo que sucede?
Pero repentinamente, Emily no quería hablar sobre la natación o Ben o sus padres.
Quería hablar sobre… otra cosa totalmente distinta. Algo que se había estado despertando lentamente en ella. Quizás el ver a Aria lo había disparado. O quizás finalmente el tener a una verdadera amiga de nuevo había devuelto el sentimiento.
Emily pensó que Maya entendería.
Tomó un aliento profundo.
—Así que, tú sabes de esa chica Alison, ¿la que solía vivir en tu casa?
—Sí.
—Nosotras éramos muy cercanas y yo, como que, de verdad la amaba. Como, todo
sobre ella.
Escuchó a Maya respirar fuerte y nerviosamente tomó otro trago de Jack Daniel’s desde la botella.
—Éramos mejores amigas —Emily dijo, frotando sus dedos contra el tejido raído azul de la cortina de la cabina fotográfica—. Me preocupaba por ella muchísimo.
Así que un día de esos, cuando estaba un poco fuera de la depresión, lo hice.
—¿Qué hiciste?
—Bueno, Ali y yo estábamos en la casa del árbol en su patio trasero, íbamos mucho ahí para hablar. Estábamos sentadas ahí, hablando sobre este chico que le gustaba,
uno un poco más viejo cuyo nombre no diría, y yo sentí como que no podía
aguantarlo más. Así que me incliné… y la besé.
Maya hizo un pequeño sonido de estar olfateando.
—Ella no estaba interesada en eso, sin embargo. Incluso fue algo distante cuando dijo, como, —Bueno, ¡ahora sé porque te quedabas tan quieta cuando nos estábamos cambiando en el gimnasio!
—Dios —Maya dijo.
Emily tomó otro sorbo de whisky y se sintió mareada. Nunca había bebido tanto. Y aquí estaba uno de sus más grandes secretos, colgando al aire como la ropa interior de la abuela en un tendedero.
—Ali dijo que no pensaba que las mejores amigas debieran besarse —continuó—.
Así que traté de disimularlo como una broma. Pero cuando fui a casa, me di cuenta de cómo me sentía de verdad. Así que le escribí esta carta, diciéndole que la amaba. No creo que lo haya entendido, sin embargo. Si lo hizo, nunca dijo nada.
Una lágrima cayó en la rodilla desnuda de Emily. Maya lo notó, y la secó con su
dedo.
—Todavía pienso mucho en ella. —Emily suspiró—. Como que había empujado ese recuerdo hacía el fondo, diciéndome que sólo era porque era mi mejor amiga pero no, ya sabes…algo más… pero no lo sé.
Se sentaron ahí por unos pocos minutos. Los sonidos de la fiesta se filtraban
dentro. Cada pocos segundos, Emily escuchaba el áspero chispazo del Zippo de alguien encendiendo un cigarrillo. Ella no estaba tan sorprendida de lo que recién había dicho sobre Ali. Era atemorizante, por supuesto, pero era la verdad. De una forma, se sentía bien haberlo resuelto finalmente.
—Ya que estamos compartiendo —Maya dijo quedamente—. Tengo algo que
decirte también.
Ella giró su antebrazo para mostrarle a Emily la blanca y elevada cicatriz en su
muñeca.
—Puede que hayas visto esto.
—Sí —Emily susurró, mirándola con los ojos entrecerrados en la pálida penumbra de la cabina.
—Es de una de las ocasiones en la que me corte con una hoja de afeitar. No sabía que iba a llegar tan profundo. Había mucha sangre. Mis padres me llevaron a emergencias.
—¿Te cortaste a propósito? —Emily susurró.
—Um… sí. Quiero decir, yo no lo hago en verdad. Trato de no hacerlo.
—¿Por qué lo haces?
—No lo sé —Maya dijo—. A veces sólo… siento que lo necesito. Puedes tocarla, si quieres.
Emily lo hizo. Era en relieve y suave, no como piel real para nada. Tocarla se sintió como la cosa más intima que Emily había hecho alguna vez. Ella se estiró para abrazar a Maya.
El cuerpo de Maya convulsionó. Enterró su cabeza en el cuello de Emily. Como
antes, olía a bananas artificiales. Emily se presionó a sí misma contra el pequeño pecho de Maya. ¿Cómo era cortarte a ti mismo de esa forma, verte sangrar así?
Emily tenía su pequeña carga de equipaje, pero incluso en el despertar de sus más horribles recuerdos—como cuando Ali la rechazó, o La Cosa de Jenna—ella se había sentido culpable, horrible y extraña, pero nunca había querido dañarse a sí misma.
Maya elevó su cabeza y encontró los ojos de Emily. Luego sonrió un poco triste, y besó los labios de Emily. Emily pestañeó, sorprendida.
—A veces las mejores amigas si se besan —Maya dijo—. ¿Ves?
Ellas se apartaron, la nariz de una prácticamente tocando la otra. Fuera, los grillos resonaban furiosamente.
Luego Maya se acercó a ella. Emily se fundió en sus labios. Sus bocas estaban
abiertas y sintió la lengua suave de Maya. El pecho de Emily se apretó emocionado mientras pasaba sus manos por el tosco cabello de Maya, luego hacia sus hombros y finalmente a su espalda. Maya metió sus manos bajo el polo de Emily y presionó sus dedos contra el estómago de ella. Emily inconscientemente dio un respingo pero luego se relajó. Se sentía un millón de veces diferente a ser besada por Ben.
Las manos de Maya viajaron hacia arriba por su cuerpo hacia su sostén. Emily
cerró sus ojos. La boca de Maya sabia delicioso, como a Jack Daniel’s y regaliz.
Después, Maya besó el pecho de Emily, sus hombros. Emily inclinó su cabeza hacia atrás. Alguien había pintado una luna y un montón de estrellas en el cielo de la cabina fotográfica.
Repentinamente, la cortina comenzó a abrirse. Emily saltó, pero era muy tarde,
alguien había lanzado la cortina hacia atrás completamente. Luego Emily vio quién era.
—Oh Dios mío —farfulló.
—Mierda —Maya hizo eco. La botella de Jack Daniel’s salpicó el piso.
Ben sostenía dos vasos de cerveza, uno en cada mano.
—Bien. Esto explica las cosas.
—Ben… yo… —Emily dijo, saliendo de la cabina, golpeándose la cabeza con la
puerta.
—No te levantes por mí —Ben dijo en un tono de voz horrible, burlesco y aun así enojado que Emily nunca le había escuchado antes.
—No… —Emily chilló—. Tú no entiendes. —Salió de la cabina completamente.
También lo hizo Maya. Por el rabillo del ojo, Emily notó que Maya tomaba su
montón de fotos y las metía en su bolsillo.
—Ni siquiera hables —Ben escupió. Luego se giró y le lanzó uno de los vasos de cerveza. Salpicó tibiamente sobre las piernas, zapatos y los pantalones cortos de
Emily. El vaso golpeteó contra los arbustos.
—¡Ben! —Emily gritó.
Ben dudo, y luego lanzó la otra más directamente hacia Maya. Salpicó su rostro y cabello. Maya gritó.
—¡Detente! —Emily jadeó.
—Ustedes malditas lesbianas —Ben dijo. Ella escuchó las lágrimas aflorando en la voz de él. Luego él se giró y corrió zigzagueante hacia la oscuridad.

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