Te traemos el capítulo 10 del libro Flawless.
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Capítulo 10: La Ausencia de Algo Aumenta Nuestro Deseo por Ello.
Ese miércoles por la tarde, Hanna paró en la entrada del YMCA de Rosewood, una mansión restaurada de estilo colonial. La fachada era de ladrillos rojos, tenía pilares blancos de dos pisos de altura, y las molduras alrededor de los aleros y las ventanas lucían como si pertenecieran a una casa de jengibre. Los Briggs, una excéntrica y adinerada familia, construyeron el lugar en 1886, llenándolo con los diez miembros de la familia, tres huéspedes, dos loros, y doce poodles estándares. La mayoría de los detalles históricos del edificio habían sido derribados para hacer espacio a la piscina de seis-líneas, el gimnasio, y los sitios de “encuentro.” Hanna se preguntó qué pensarían los Briggs sobre algunos de los grupos que ahora se reunían en su mansión. Como el Club de Virginidad.
Hanna estiró sus hombros hacia atrás, y caminó por el inclinado hall de madera hacia la habitación 204, donde el Club V estaba reunido. Sean todavía no le devolvía las llamadas. Todo lo que quería decirle era que lo sentía, Dios.
¿Cómo se suponía que iban a volver si ella no podía disculparse con él? El único lugar al que ella sabía que Sean iba y él nunca pensaría que ella pudiese ir era el Club de Virginidad.
Tal vez era una violación del espacio personal de Sean, pero era por una buena causa. Extrañaba a Sean, especialmente con todo lo que estaba pasando con “A”.
—¿Hanna?
Se giró. Naomi Zeigler estaba en un entrenamiento elíptico en el cuarto de ejercicios. Estaba vestida con unos shorts cortos Adidas de Terry-cloth rojo oscuro, un ajustado sostén deportivo rosado, y unas medias rosadas que combinaban. Una goma roja sostenía su perfecta cola de caballo rubia en su lugar.
Hanna sonrió falsamente, pero por dentro estaba haciendo una mueca. Naomi y su mejor amiga, Riley Wolfe, odiaban a Hanna y a Mona. La primavera pasada, Naomi le robó el enamoramiento a Mona, Jason Ryder, y luego lo dejó dos semanas después.
En la promoción del año pasado, Riley descubrió que Hanna iba a llevar un vestido Calvin Klein verde espuma de mar… y compró exactamente mismo vestido, excepto que en rojo pintalabios.
—¿Qué estás haciendo aquí? —gritó Naomi, todavía pedaleado.
Hanna notó que la pantalla LED elíptica decía que había quemado 876 calorías. Perra.
—Solo me voy a encontrar con alguien —murmuró.
Ella presionó su mano contra la puerta del cuarto 204, intentando parecer casual, solo que no se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta. Se tambaleo hasta abrirse, y Hanna
perdió su equilibrio y se cayó a medio camino. Todos adentro se voltearon a verla.
—¿Yoo-hoo? —llamó una mujer con una horrible chaqueta a cuadros de imitación de Burberry. Ella sacó su cabeza por fuera de la puerta y notó a Hanna—. ¿Estás aquí para la reunión?
—Uh —Hanna farfulló. Cuando miró de nuevo hacia el elíptico, Naomi ya no estaba.
—No te asustes —Hanna no sabía que más hacer, así que siguió a la mujer adentro y tomó asiento.
El cuarto tenía paneles de madera oscuros, y mal ventilados. Los chicos se sentaban en sillas de madera con altos espaldares. La mayoría de ellos parecían normales, solo un poco santurrones. Los chicos eran, o demasiado gordos, o demasiado flacos. No reconocía a nadie de Rosewood Day, excepto a Sean. Él estaba sentado al lado de dos chicas rubias de apariencia saludable, mirando a Hanna con alarma. Ella le dio un pequeño saludo, pero él no reacciono.
—Soy Candace —dijo la mujer—. Y tú eres…
—Hanna. Hanna Marin.
—¡Bueno! Bienvenida, Hanna —dijo Candace. Estaba a medianos de los cuarenta, tenía su cabello rubio corto, y se había ahogado a sí misma en perfume Chloé Narcisse. Esto era irónico, ya que Hanna se había rociado a sí misma con Narcisse la noche del viernes pasado, cuando se suponía que lo iba a hacer con Sean—. ¿Qué te trae aquí?
Hanna hizo una pausa.
—Supongo que vine a… a escuchar más acerca de ello.
—Bueno, la primera cosa que quiero que sepas es, que este es un lugar seguro —Candace curvó sus manos alrededor del respaldar de la silla de una chica rubia—. Lo que sea que nos digas está en la más estricta confidencia, así que siéntete libre de decir lo que sea. Pero tienes que prometer no repetir nada de lo que alguien más diga, también.
—Oh, lo prometo —dijo rápidamente.
No había manera de que repitiera lo que alguien más dijera. Eso significaría decirle a alguien que vino aquí en primer lugar.
—¿Hay algo que quieras saber? —preguntó Candace.
—Bueno, uhm, no estoy segura —tartamudeó.
—¿Hay algo que quieras decir?
Hanna miró de reojo a Sean. Él le dio una mirada que parecía decir, Si, ¿Qué te gustaría decir?
Ella se enderezó.
—He estado pensando mucho sobre el sexo. Uhm, me refiero a que sentía curiosidad acerca de ello. Pero ahora… no lo sé —tomó un profundo aliento e intento imaginar lo que a Sean le gustaría oír—.Creo que debería ser con la persona correcta.
—La persona correcta que ames —corrigió Candace—. Y casados.
—Si —añadió rápidamente.
—Sin embargo, es difícil —Candace paseó alrededor del cuarto—. ¿Alguien tiene algún pensamiento para Hanna? ¿Alguna experiencia que les gustaría compartir?
Un chico rubio con pantalones de camuflaje que era casi lindo, si entrecerrabas los ojos, levantó su mano, pero luego cambio de parecer y la bajó. Una chica de cabello marrón que usaba una camiseta de Dubble Bubble levantó dos dedos tentativamente en el aire y dijo.
—Yo también pensé mucho en sexo. Mi novio me amenazó con romper conmigo si no lo hacía. Por un tiempo, estuve considerando en entregarme, pero me alegra no haberlo hecho.
Hanna asintió, intentando verse pensativa. ¿A quién estaba engañando esta gente?
Se preguntó si ellos secretamente se estaban muriendo por conseguir un poco.
—Sean, ¿Qué hay de ti? —Candace preguntó—. Tú decías que tú y tu novia tenían diferentes opiniones acerca del sexo. ¿Cómo va eso?
Hanna sintió el calor elevarse hasta sus mejillas. Ella. No. Podía. Creerlo.
—Está bien —murmuró Sean.
—¿Estás seguro? ¿Has conversado con ella, como hemos discutido?
—Sí —dijo Sean secamente.
Siguió un largo silencio. Hanna se preguntó si sabían que "ella" era... ella.
Candace recorrió la habitación pidiendo a los demás hablar de sus tentaciones: ¿Alguien se había acostado con un novio o novia? ¿Alguno había besado? ¿Alguien había visto Skinamax el canal pornográfico? ¡Sí, sí, sí! Hanna estaba marcada, sabía que todos los del Club V decían no-no.
Otros pocos chicos habían hecho algunas preguntas más sobre sexo. Estaban tratando de averiguar lo que contaba como "una experiencia sexual", y lo que debían evitar.
—Todo esto —Candace dijo impasible. Hanna estaba atónita. Se había figurado que el Club V prohibía las relaciones sexuales, pero no el menú sexual completo.
Por último, se levantó la sesión, y los chicos del Club V se levantaron de sus asientos para estirarse. Latas de refrescos, vasos de papel, Oreos apiladas, y una bolsa de Terra Yukon Golds estaban en una mesa frente a la sala. Hanna se levantó, deslizó las correas de sus cuñas de color púrpura de vuelta alrededor de sus tobillos, y extendió sus brazos en el aire. No podía dejar de notar que Sean estaba mirando su abdomen expuesto. Le dio una sonrisa coqueta, y luego caminó hacia él.
—Oye —dijo.
—Hanna... —se pasó la mano por su pelo muy corto, luciendo incómodo.
Cuando se lo cortó la primavera pasada, Hanna dijo que le hacía parecer un poco como Justin Timberlake, sólo que menos barato. En respuesta, Sean había hecho una horrible pero también linda representación de "Cry Me a River". Eso fue cuando él era divertido
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
Ella se llevó su mano a la garganta.
—¿Qué quieres decir?
—Yo simplemente... no sé si deberías estar aquí.
—¿Por qué? —echaba chispas—. Tengo todo el derecho de estar aquí, al igual que todo el mundo. Sólo quería disculparme, ¿de acuerdo? He estado tratando de perseguirte por la escuela, pero sigues huyendo por ahí de mí.
—Bueno, es complicado, Hanna —dijo Sean.
Hanna estaba a punto de preguntarle qué era tan complicado cuando Candace puso las manos sobre sus propios hombros.
—Veo que los dos se conocen.
—Así es —chirrió Hanna, momentáneamente enterrando su irritación.
—Estamos muy contentos de que estés aquí, Hanna. Será un modelo muy positivo para nosotros.
—Gracias —Hanna sintió un estremecimiento. Incluso si estaba en el Club V, no estaba a menudo tan avergonzada como ahora. No por su entrenador de tenis de tercer grado, no por su amigos, no por sus profesores, desde luego no por sus padres. Quizás el Club V era su vocación. Se imaginó como la portavoz del Club V. Tal vez era como ser Miss América, excepto que en lugar de una corona, tendría un fabuloso anillo del Club V. O tal vez una bolsa. Una Louis Vuitton de color cereza con una V pintada a mano.
—Entonces, ¿crees que te unirás a nosotros la próxima semana? —preguntó Candace.
Hanna miró a Sean.
—Probablemente.
—¡Maravilloso! —exclamó Candace.
Ella dejó a Hanna y a Sean a solas otra vez. Hanna aspiró su estómago, y deseó no haber ido por una barra de chocolate éclair que había impetuosamente comprado en un camión de helados antes de la reunión.
—Entonces, tú hablas de mí aquí, ¿eh?
Sean cerró los ojos.
—Siento que mencionara eso.
—No, está bien —Hanna interrumpió—. No me di cuenta de cuánto esto... significa para ti. Y me gusta mucho algunas de las cosas que decían. Acerca de que, uhm, la persona debe ser alguien a quien amas. Estoy a favor de eso. Y todo el mundo parece muy dulce —se sintió sorprendida por las palabras que salían de su boca. Ella realmente…bueno, las sentía.
Sean se encogió de hombros.
—Sí, está bien.
Hanna frunció el ceño, sorprendida por su apatía. Entonces ella suspiró y levantó los ojos. —Sean, siento mucho lo que pasó. Acerca de...lo del coche. Yo simplemente... yo realmente no sé cómo pedir disculpas. Me siento tan estúpida. Pero no puedo soportar que me odies.
Sean estaba en silencio.
—Yo no te odio. Las cosas se pusieron algo duras el viernes. Creo que estuvimos en lugares extraños. Quiero decir, creo que no debiste haberlo hecho, pero... —se encogió de hombros—. Eres voluntaria en la clínica, ¿no?
—Uh-huh —esperaba que su nariz no se arrugara en disgusto.
Él asintió con la cabeza un par de veces.
—Creo que es realmente bueno. Estoy seguro de que les alegraras el día a los pacientes.
Hanna sintió que sus mejillas enrojecían con gratitud, pero su dulzura no la sorprendió.
Sean era un buen libro de texto, compasivo, le daba dinero a la gente sin hogar en Philadelphia, reciclaba sus teléfonos celulares viejos, y nunca hablaba mal de nadie, ni siquiera de las celebridades que existen para hacer bromas de ellas.
Había sido una de las razones por las que primero había llegado a amar a Sean en sexto grado cuando todavía era una perdedora gorda. Pero apenas la semana pasada, Sean había sido de ella. Había recorrido un largo camino desde que fue la chica perdedora que hacía el trabajo sucio de Ali, y no podía permitir que un error de borracha arruinara su relación. Aunque había algo... o alguien, que podría arruinar su relación.
Puedo arruinarte.
—¿Sean? —el corazón de Hanna golpeó—. ¿Te han enviado algún mensaje de texto extraño que hable de mí?
—De Texto —repitió Sean. Él ladeó la cabeza—. No...
Hanna se mordió los dedos de la mano.
—Si lo hacen, no les creas.
—Está bien —Sean le sonrió, y ella sintió electricidad.
—Bueno —dijo ella tras una pausa—. ¿Vas a ir todavía al Foxy?
Sean apartó la mirada.
—Supongo. Probablemente con un grupo de chicos o lo que sea.
—Guárdame un baile —ronroneó ella, y le apretó la mano.
Le encantaba la forma en que sus manos se sentían sólidas, cálidas y masculinas. Tocarlo la hacía tan feliz que tal vez podría abandonar el sexo hasta el matrimonio. Ella y Sean permanecerían constantemente verticales, sin sexo, cubriendo sus ojos en las escenas de sexo, y evitando Victoria's Secret en el centro comercial. Si eso era lo que la llevaría a estar con el único chico que había alguna vez, bueno, amado, entonces tal vez podría hacer ese sacrificio. O tal vez, si la forma en que Sean estaba mirando su vientre de nuevo era una indicación, ella podría sacarlo de allí.
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