Te dejamos un nuevo capítulo del libro Flawless, el capítulo 12.
Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer aquí.
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Capítulo 12: La próxima vez, el estado de emergencia encúbrelo en tu cartera.
—¿CUÁNDO ES? —dijo una voz en su oído—. ¿Qué hora es? ¡La hora de morir de Spencer!
Spencer se despertó de golpe. La figura oscura y familiar que había estado cerniéndose sobre su rostro había desaparecido. En cambio, estaba en una habitación limpia y blanca. Había aguafuertes de Rembrandt y un cartel de la musculatura humana en la pared del dormitorio. En la televisión, Elmo estaba enseñando a los niños a decir la hora en español. La caja del cable marcaba las 6:04, y ella supuso que eran AM. Por la ventana, vio que el sol estaba saliendo, y podía oler el pan fresco y los huevos revueltos flotando frente desde la calle.
Miró a su lado, y todo cobró sentido. Wren dormía sobre su espalda, con un brazo sobre su rostro, y con su pecho desnudo. El padre de Wren era coreano y su madre era británica, por lo que su piel era de un color oro perfecto, con algunas sombras. Tenía una cicatriz sobre el labio, pecas en la nariz, el cabello desgreñado negro azulado, y olía a desodorante Adidas & Tide. El anillo de plata gruesa que llevaba en su dedo índice derecho brillaba en el sol de la mañana. Quitó el brazo de su rostro y abrió sus ojos con forma de almendra.
—Hey —poco a poco, tomó a Spencer por la cintura, y tiró de ella hacia él.
—Hey —susurró, colgando hacia atrás. Todavía podía oír la voz de su sueño: ¡Es la hora de morir de Spencer! Era la voz de Toby.
Wren frunció el ceño.
Spencer se despertó de golpe. La figura oscura y familiar que había estado cerniéndose sobre su rostro había desaparecido. En cambio, estaba en una habitación limpia y blanca. Había aguafuertes de Rembrandt y un cartel de la musculatura humana en la pared del dormitorio. En la televisión, Elmo estaba enseñando a los niños a decir la hora en español. La caja del cable marcaba las 6:04, y ella supuso que eran AM. Por la ventana, vio que el sol estaba saliendo, y podía oler el pan fresco y los huevos revueltos flotando frente desde la calle.
Miró a su lado, y todo cobró sentido. Wren dormía sobre su espalda, con un brazo sobre su rostro, y con su pecho desnudo. El padre de Wren era coreano y su madre era británica, por lo que su piel era de un color oro perfecto, con algunas sombras. Tenía una cicatriz sobre el labio, pecas en la nariz, el cabello desgreñado negro azulado, y olía a desodorante Adidas & Tide. El anillo de plata gruesa que llevaba en su dedo índice derecho brillaba en el sol de la mañana. Quitó el brazo de su rostro y abrió sus ojos con forma de almendra.
—Hey —poco a poco, tomó a Spencer por la cintura, y tiró de ella hacia él.
—Hey —susurró, colgando hacia atrás. Todavía podía oír la voz de su sueño: ¡Es la hora de morir de Spencer! Era la voz de Toby.
Wren frunció el ceño.
—¿Qué va mal?
—Nada —dijo Spencer en voz baja. Apretó los dedos en la base de su cuello, y sintió su pulso correr—. Sólo un mal sueño.
—¿Quieres compartirlo?
Spencer vaciló. Lamentó no poder compartirlo con él. Meneó la cabeza.
—Bueno. Entonces, ven aquí.
Pasaron unos minutos besándose, y Spencer estaba aliviada, agradecida. Todo iba a estar bien. Estaba a salvo.
Esta era la primera vez que había dormido, y quedado, en la cama de un chico.
Ayer por la noche, había acelerado hasta Philly, y estacionado sobre la acera, sin importarle el Club. De todos modos, sus padres probablemente estaban planificando quitarle su coche.
Ella y Wren habían caído inmediatamente en cama y no se habían levantado, excepto para responder a la puerta y recibir la entrega de comida China para llevar. Más tarde, llamó y dejó un mensaje en el contestador de sus padres diciendo que pasaría la noche en casa de su amiga del hockey, Kirsten. Se sentía tonta, tratando de ser responsable, cuando estaba realmente siendo tan irresponsable, pero le daba igual.
Por primera vez desde su primera nota, había dormido como un bebé. En parte, porque estaba en Philadelphia y no en Rosewood, al lado de Toby, pero también era por Wren. Antes de ir a dormir, le había hablado de su amistad con Ali, de cómo había sido cuando desapareció, de que alguien la había matado durante unas horas.
Él la había dejado elegir el sonido de "grillos" en su equipo de sonido, a pesar de que era su segundo ruido menos favorito, y después el de "arroyo balbuceante."
Spencer comenzó a besarlo con más fuerza, y se quitó la camisa Penn extra grande que estaba usando para dormir. Wren besó su clavícula desnuda, y luego se elevó sobre sus manos y rodillas.
—¿Quieres ...? —preguntó.
—Creo que sí —dijo en voz baja.
—¿Estás segura?
—Uh-huh —se removió fuera de su ropa interior. Wren se sacó su camisa sobre su cabeza. El corazón de Spencer latía con fuerza. Era virgen, y tenía tanta discriminación con el sexo como con todo lo demás en su vida. Tenía que ser con la persona perfecta.
Pero Wren era la persona adecuada. Sabía que estaba pasando el punto de no retorno, si sus padres lo descubrieran, nunca pagarían por nada, nunca, nunca, nunca más. Ni le prestarían atención. Ni la enviarían a la universidad. Probablemente ni la alimentarían. ¿Y por qué? Wren la hacía sentirse segura.
Un Plaza Sésamo, un Dragon Tales, y medio Arthur más tarde, Spencer rodó sobre su espalda, mirando al techo felizmente. Luego, se incorporó sobre sus codos y miró el reloj.
—Mierda —susurró. Eran las siete y veinte. La escuela comenzaba a las ocho; se iba perder como mínimo el primer período.
—Me tengo que ir —saltó de la cama, y contempló la falda a cuadros, la chaqueta, la ropa interior, la camisa, y las botas, todo en una pila desordenada en el suelo—. Y voy a tener que ir a casa.
Wren se sentó en la cama, observándola.
—¿Por qué?
—No puedo usar la misma ropa dos días seguidos.
Wren estaba, obviamente, tratando de no reírse de ella.
—Pero es un uniforme, ¿no?
—Sí, pero me puse esta camiseta ayer. Y estas botas.
Wren se echó a reír.
—Eres tan adorablemente desquiciada.
Spencer agachó la cabeza ante la palabra adorable.
Rápidamente, se duchó, se enjuagó la cabeza y el cuerpo. Su corazón aún latía con fuerza. Se sentía abrumada por los nervios, ansiosa por llegar tarde a la escuela, preocupada por la pesadilla de Toby, pero totalmente feliz por lo de Wren. Cuando salió de la ducha, él estaba sentado en la cama. El apartamento olía a café de avellanas. Spencer le tomó la mano, y lentamente deslizó el anillo de plata de su dedo y se lo puso en su pulgar.
—Se ve bien en mí —cuando lo miró, Wren esbozaba una sonrisa pequeña, ilegible.
—¿Qué? —preguntó.
—Eres solo... —Wren negó con la cabeza y se encogió de hombros—. Es difícil para mí recordar que todavía estás en escuela. Eres tan... lógica.
Spencer se ruborizó.
—Realmente no lo soy.
—No, lo eres. Es como...en realidad, pareces más lógica que… —se detuvo, pero Spencer sabía que había estado a punto de decir, más lógica que Melissa. Se sintió llena de satisfacción. Melissa podría haber ganado la lucha por sus padres, pero ella había ganado la batalla por Wren. Y esa era la que importaba.
Se acercó hasta su casa por el camino largo de ladrillo. Ahora eran las 9:10 A.M., y el segundo periodo en Rosewood Day ya había comenzado. Su padre se habría ido a trabajar a estas alturas, y con suerte, su madre estaría en los establos. Abrió la puerta principal. El único sonido era el zumbido del refrigerador. Se acercó de puntillas a su habitación, recordándose a sí misma que tendría que hacer una nota de tardanza para su madre, y luego se dio cuenta de que nunca había tenido que hacer una antes. Cada año, Spencer ganaba en el premio a la asistencia perfecta y el de puntualidad.
—Hey —Spencer gritó y se dio la vuelta, su mochila se escapó de sus manos.
—Jesús —Melissa estaba en la puerta—. Cálmate.
—¿Po-Por qué no estás en clase? —preguntó Spencer, con sus nervios vibrantes.
Melissa llevaba unos pantalones de chándal oscuros de color rosa, y una descolorida camiseta Penn, con su contundente corte de rubia a la altura de la barbilla. El cabello estaba frenado por una diadema azul marino. Incluso cuando Melissa estaba relajada, se las arreglaba para lucir tensa. —¿Por qué tú no estás en clase?
Spencer se pasó la mano por la parte posterior de su cuello, encontrándolo
sudoroso.
—Yo... se me olvidó algo. Tuve que volver.
—Ah —Melissa le dio una sonrisa misteriosa. Escalofríos corrieron hacia la columna vertebral de Spencer. Se sentía como si estuviera en el borde de un precipicio, a punto de caerse—. Bueno, estoy realmente contenta de que estés aquí. He pensado en lo que dijiste el lunes. Lo siento mucho por todo.
—Oh —fue todo lo que se le ocurrió decirle.
Melissa bajó la voz.
—Quiero decir, realmente deberíamos ser más amables entre nosotras. ¿Quién sabe lo que podría suceder en este loco mundo? Mira lo que pasó con Alison DiLaurentis. Hace que todo lo que estamos pasando parezca una tontería.
—Sí —murmuró Spencer. Era una comparación extraña.
—De todos modos, también hablé con mamá y papá. Creo que ellos lo dejaran pasar.
—Oh —Spencer corrió la lengua por sus dientes—. Wow. Gracias. Eso significa mucho.
Melissa le sonrió en respuesta. Hubo una larga pausa, y luego dio otro paso a la habitación de Spencer, apoyándose contra una cómoda alta de color cereza.
—Entonces... ¿Qué está pasando contigo? ¿Vas al Foxy? Ian me preguntó, pero no creo que vaya a ir. Probablemente soy demasiado vieja.
Spencer hizo una pausa, completamente tomada con la guardia baja. ¿Estaba tramando algo? Estas no eran las típicas de cosas de las que solían hablar.
—Yo... eh... no sé.
—Demonios —Melissa sonrió—. Espero que vayas con el chico que te hizo eso.
Ella señaló su cuello.
Spencer corrió hacia el espejo, y vio un enorme chupetón morado cerca de su clavícula. Sus manos revolotearon frenéticamente a su cuello. Entonces, se dio cuenta de que aún llevaba el anillo de plata de Wren.
Melissa vivía con Wren. ¿Lo había reconocido? Spencer arrancó el anillo de su dedo y lo metió en el cajón de su ropa interior. Su pulso latía en su sien.
El teléfono sonó, y Melissa lo recogió en el pasillo. En cuestión de segundos, su cabeza estaba de regreso en el interior del cuarto de Spencer.
—Es para ti —susurró—. Un chico.
—¿Un ... chico? —¿era Wren lo suficientemente estúpido como para llamar? ¿Quién más podría ser a las nueve y quince de un jueves por la mañana? La mente de Spencer se dispersó en veinte direcciones. Tomó el teléfono.— ¿Hola?
—¿Spencer? Soy Andrew Campbell —soltó una risa nerviosa—. De la escuela.
Spencer miró a Melissa.
—Uhm, hey —graznó ella. Por un segundo, ni siquiera podía recordar quién era Andrew Campbell—. ¿Qué sucede?
—Solo quería ver si tenías esa gripe que anda por ahí. No te vi en la reunión del consejo estudiantil por la mañana. Nunca faltas, eh, no, al consejo estudiantil.
—Oh —Spencer tragó saliva. Miró a Melissa, que estaba expectante en la puerta—. Bueno, sí, pero yo... estoy mejor ahora.
—Solo quería decirte que me ofrecí a recoger la tarea para tus clases —dijo Andrew—.Ya que estamos juntos en todas las clases —su voz resonó. Sonaba como si estuviera llamando desde el vestuario del gimnasio. Andrew es justo el tipo que se escabullía del gimnasio—. Para cálculo, tenemos un montón de problemas de final de tema.
—Oh. Bien, gracias.
—¿Quieres repasar algunos apuntes para los ensayos? McAdams dice que es un porcentaje enorme de nuestro grado.
—Uhm, claro —contestó Spencer.
Melissa llamó su atención, y le dirigió una mirada esperanzada, emocionada. ¿Chupetón?, articulaba con la boca, apuntando al cuello de Spencer, y luego al teléfono.
El cerebro de Spencer se sentía como si estuviera caminando sobre yogur. Entonces, de repente, tuvo una idea. Se aclaró la garganta.
—En realidad, Andrew... ¿Tienes alguna cita para el Foxy?
—Foxy —repitió Andrew—. Uhm, no sé. Supongo que no tenía ningún pla…
—¿Quieres venir conmigo? —Spencer interrumpió.
Andrew se rió, sonando como a un hipo.
—¿En serio?
—Uhm, sí —dijo Spencer, mirando a los ojos en su hermana.
—Bueno, sí —dijo Andrew—. ¡Eso sería genial! ¿A qué hora? ¿Qué me pongo? ¿Ibas a ir con algún amigo de antemano? ¿Habrá algún previo a la fiesta?
Spencer puso los ojos en blanco. Dejó a Andrew hacer preguntas, como si le estuviese haciendo un test.
—Lo averiguaremos —dijo Spencer, volviéndose hacia la ventana.
Luego colgó, sintiéndose sin aliento, como si hubiera corrido kilómetros y kilómetros en hockey sobre hierba. Cuando se volvió de nuevo hacia su puerta, Melissa se había ido.
—Nada —dijo Spencer en voz baja. Apretó los dedos en la base de su cuello, y sintió su pulso correr—. Sólo un mal sueño.
—¿Quieres compartirlo?
Spencer vaciló. Lamentó no poder compartirlo con él. Meneó la cabeza.
—Bueno. Entonces, ven aquí.
Pasaron unos minutos besándose, y Spencer estaba aliviada, agradecida. Todo iba a estar bien. Estaba a salvo.
Esta era la primera vez que había dormido, y quedado, en la cama de un chico.
Ayer por la noche, había acelerado hasta Philly, y estacionado sobre la acera, sin importarle el Club. De todos modos, sus padres probablemente estaban planificando quitarle su coche.
Ella y Wren habían caído inmediatamente en cama y no se habían levantado, excepto para responder a la puerta y recibir la entrega de comida China para llevar. Más tarde, llamó y dejó un mensaje en el contestador de sus padres diciendo que pasaría la noche en casa de su amiga del hockey, Kirsten. Se sentía tonta, tratando de ser responsable, cuando estaba realmente siendo tan irresponsable, pero le daba igual.
Por primera vez desde su primera nota, había dormido como un bebé. En parte, porque estaba en Philadelphia y no en Rosewood, al lado de Toby, pero también era por Wren. Antes de ir a dormir, le había hablado de su amistad con Ali, de cómo había sido cuando desapareció, de que alguien la había matado durante unas horas.
Él la había dejado elegir el sonido de "grillos" en su equipo de sonido, a pesar de que era su segundo ruido menos favorito, y después el de "arroyo balbuceante."
Spencer comenzó a besarlo con más fuerza, y se quitó la camisa Penn extra grande que estaba usando para dormir. Wren besó su clavícula desnuda, y luego se elevó sobre sus manos y rodillas.
—¿Quieres ...? —preguntó.
—Creo que sí —dijo en voz baja.
—¿Estás segura?
—Uh-huh —se removió fuera de su ropa interior. Wren se sacó su camisa sobre su cabeza. El corazón de Spencer latía con fuerza. Era virgen, y tenía tanta discriminación con el sexo como con todo lo demás en su vida. Tenía que ser con la persona perfecta.
Pero Wren era la persona adecuada. Sabía que estaba pasando el punto de no retorno, si sus padres lo descubrieran, nunca pagarían por nada, nunca, nunca, nunca más. Ni le prestarían atención. Ni la enviarían a la universidad. Probablemente ni la alimentarían. ¿Y por qué? Wren la hacía sentirse segura.
Un Plaza Sésamo, un Dragon Tales, y medio Arthur más tarde, Spencer rodó sobre su espalda, mirando al techo felizmente. Luego, se incorporó sobre sus codos y miró el reloj.
—Mierda —susurró. Eran las siete y veinte. La escuela comenzaba a las ocho; se iba perder como mínimo el primer período.
—Me tengo que ir —saltó de la cama, y contempló la falda a cuadros, la chaqueta, la ropa interior, la camisa, y las botas, todo en una pila desordenada en el suelo—. Y voy a tener que ir a casa.
Wren se sentó en la cama, observándola.
—¿Por qué?
—No puedo usar la misma ropa dos días seguidos.
Wren estaba, obviamente, tratando de no reírse de ella.
—Pero es un uniforme, ¿no?
—Sí, pero me puse esta camiseta ayer. Y estas botas.
Wren se echó a reír.
—Eres tan adorablemente desquiciada.
Spencer agachó la cabeza ante la palabra adorable.
Rápidamente, se duchó, se enjuagó la cabeza y el cuerpo. Su corazón aún latía con fuerza. Se sentía abrumada por los nervios, ansiosa por llegar tarde a la escuela, preocupada por la pesadilla de Toby, pero totalmente feliz por lo de Wren. Cuando salió de la ducha, él estaba sentado en la cama. El apartamento olía a café de avellanas. Spencer le tomó la mano, y lentamente deslizó el anillo de plata de su dedo y se lo puso en su pulgar.
—Se ve bien en mí —cuando lo miró, Wren esbozaba una sonrisa pequeña, ilegible.
—¿Qué? —preguntó.
—Eres solo... —Wren negó con la cabeza y se encogió de hombros—. Es difícil para mí recordar que todavía estás en escuela. Eres tan... lógica.
Spencer se ruborizó.
—Realmente no lo soy.
—No, lo eres. Es como...en realidad, pareces más lógica que… —se detuvo, pero Spencer sabía que había estado a punto de decir, más lógica que Melissa. Se sintió llena de satisfacción. Melissa podría haber ganado la lucha por sus padres, pero ella había ganado la batalla por Wren. Y esa era la que importaba.
Se acercó hasta su casa por el camino largo de ladrillo. Ahora eran las 9:10 A.M., y el segundo periodo en Rosewood Day ya había comenzado. Su padre se habría ido a trabajar a estas alturas, y con suerte, su madre estaría en los establos. Abrió la puerta principal. El único sonido era el zumbido del refrigerador. Se acercó de puntillas a su habitación, recordándose a sí misma que tendría que hacer una nota de tardanza para su madre, y luego se dio cuenta de que nunca había tenido que hacer una antes. Cada año, Spencer ganaba en el premio a la asistencia perfecta y el de puntualidad.
—Hey —Spencer gritó y se dio la vuelta, su mochila se escapó de sus manos.
—Jesús —Melissa estaba en la puerta—. Cálmate.
—¿Po-Por qué no estás en clase? —preguntó Spencer, con sus nervios vibrantes.
Melissa llevaba unos pantalones de chándal oscuros de color rosa, y una descolorida camiseta Penn, con su contundente corte de rubia a la altura de la barbilla. El cabello estaba frenado por una diadema azul marino. Incluso cuando Melissa estaba relajada, se las arreglaba para lucir tensa. —¿Por qué tú no estás en clase?
Spencer se pasó la mano por la parte posterior de su cuello, encontrándolo
sudoroso.
—Yo... se me olvidó algo. Tuve que volver.
—Ah —Melissa le dio una sonrisa misteriosa. Escalofríos corrieron hacia la columna vertebral de Spencer. Se sentía como si estuviera en el borde de un precipicio, a punto de caerse—. Bueno, estoy realmente contenta de que estés aquí. He pensado en lo que dijiste el lunes. Lo siento mucho por todo.
—Oh —fue todo lo que se le ocurrió decirle.
Melissa bajó la voz.
—Quiero decir, realmente deberíamos ser más amables entre nosotras. ¿Quién sabe lo que podría suceder en este loco mundo? Mira lo que pasó con Alison DiLaurentis. Hace que todo lo que estamos pasando parezca una tontería.
—Sí —murmuró Spencer. Era una comparación extraña.
—De todos modos, también hablé con mamá y papá. Creo que ellos lo dejaran pasar.
—Oh —Spencer corrió la lengua por sus dientes—. Wow. Gracias. Eso significa mucho.
Melissa le sonrió en respuesta. Hubo una larga pausa, y luego dio otro paso a la habitación de Spencer, apoyándose contra una cómoda alta de color cereza.
—Entonces... ¿Qué está pasando contigo? ¿Vas al Foxy? Ian me preguntó, pero no creo que vaya a ir. Probablemente soy demasiado vieja.
Spencer hizo una pausa, completamente tomada con la guardia baja. ¿Estaba tramando algo? Estas no eran las típicas de cosas de las que solían hablar.
—Yo... eh... no sé.
—Demonios —Melissa sonrió—. Espero que vayas con el chico que te hizo eso.
Ella señaló su cuello.
Spencer corrió hacia el espejo, y vio un enorme chupetón morado cerca de su clavícula. Sus manos revolotearon frenéticamente a su cuello. Entonces, se dio cuenta de que aún llevaba el anillo de plata de Wren.
Melissa vivía con Wren. ¿Lo había reconocido? Spencer arrancó el anillo de su dedo y lo metió en el cajón de su ropa interior. Su pulso latía en su sien.
El teléfono sonó, y Melissa lo recogió en el pasillo. En cuestión de segundos, su cabeza estaba de regreso en el interior del cuarto de Spencer.
—Es para ti —susurró—. Un chico.
—¿Un ... chico? —¿era Wren lo suficientemente estúpido como para llamar? ¿Quién más podría ser a las nueve y quince de un jueves por la mañana? La mente de Spencer se dispersó en veinte direcciones. Tomó el teléfono.— ¿Hola?
—¿Spencer? Soy Andrew Campbell —soltó una risa nerviosa—. De la escuela.
Spencer miró a Melissa.
—Uhm, hey —graznó ella. Por un segundo, ni siquiera podía recordar quién era Andrew Campbell—. ¿Qué sucede?
—Solo quería ver si tenías esa gripe que anda por ahí. No te vi en la reunión del consejo estudiantil por la mañana. Nunca faltas, eh, no, al consejo estudiantil.
—Oh —Spencer tragó saliva. Miró a Melissa, que estaba expectante en la puerta—. Bueno, sí, pero yo... estoy mejor ahora.
—Solo quería decirte que me ofrecí a recoger la tarea para tus clases —dijo Andrew—.Ya que estamos juntos en todas las clases —su voz resonó. Sonaba como si estuviera llamando desde el vestuario del gimnasio. Andrew es justo el tipo que se escabullía del gimnasio—. Para cálculo, tenemos un montón de problemas de final de tema.
—Oh. Bien, gracias.
—¿Quieres repasar algunos apuntes para los ensayos? McAdams dice que es un porcentaje enorme de nuestro grado.
—Uhm, claro —contestó Spencer.
Melissa llamó su atención, y le dirigió una mirada esperanzada, emocionada. ¿Chupetón?, articulaba con la boca, apuntando al cuello de Spencer, y luego al teléfono.
El cerebro de Spencer se sentía como si estuviera caminando sobre yogur. Entonces, de repente, tuvo una idea. Se aclaró la garganta.
—En realidad, Andrew... ¿Tienes alguna cita para el Foxy?
—Foxy —repitió Andrew—. Uhm, no sé. Supongo que no tenía ningún pla…
—¿Quieres venir conmigo? —Spencer interrumpió.
Andrew se rió, sonando como a un hipo.
—¿En serio?
—Uhm, sí —dijo Spencer, mirando a los ojos en su hermana.
—Bueno, sí —dijo Andrew—. ¡Eso sería genial! ¿A qué hora? ¿Qué me pongo? ¿Ibas a ir con algún amigo de antemano? ¿Habrá algún previo a la fiesta?
Spencer puso los ojos en blanco. Dejó a Andrew hacer preguntas, como si le estuviese haciendo un test.
—Lo averiguaremos —dijo Spencer, volviéndose hacia la ventana.
Luego colgó, sintiéndose sin aliento, como si hubiera corrido kilómetros y kilómetros en hockey sobre hierba. Cuando se volvió de nuevo hacia su puerta, Melissa se había ido.
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