jueves, 15 de septiembre de 2011

Club de Lectura (1X03)

Estamos otra vez para darte la cuota diaria de PLL, esta ve les traemos el capítulo 3.
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Capítulo 3: 

El primer prendedor de Hanna



—Y aparentemente ¡estaban teniendo sexo en la habitación de los padres de Bethany!

Hanna Marin miró fijamente a su mejor amiga, Mona Vanderwaal, a través de la mesa. Era dos días antes de que la escuela comenzara y estaban sentadas en la terraza del café inspirado en Francia, Rive Gauche, en el centro comercial King James, tomando vino tinto, comparando Vogue con Teen Vogue, y contando chismes. Mona siempre conocía la mejor basura de las personas. Hanna tomó otro sorbo de vino y notó a un tipo de unos cuarenta y tanto mirando lascivamente hacia ellas. Un normal Humbert Humbert*, pensó Hanna, pero no lo dijo en voz alta. Mona no comprendería la referencia literaria, pero sólo porque Hanna era la chica más solicitada en Rosewood Day no quería decir que estuviera por encima de probar los libros de lectura recomendada para el verano en Rosewood Day de vez en cuando, especialmente cuando estaba acostada a lado de su piscina con nada para hacer. Además Lolita parecía deliciosamente sucio.
Mona se giró alrededor para ver a quién estaba mirando Hanna. Sus labios se curvaron hacia arriba en una traviesa sonrisa. —Deberíamos deslumbrarlo.

—¿A la cuenta de tres? —Los ojos ámbar de Hanna se ensancharon. Mona asintió. A la de tres, las chicas lentamente levantaron el dobladillo de sus ya por-las-nubes minis, enseñando sus pantys. Los ojos de Humbert se sobresaltaron y derribó el vaso de Pinot sobre la entrepierna de sus caquis. —¡Mierda! —gritó antes de salir disparado hacia el baño.

—Lindo —dijo Mona. Tiraron sus servilletas sobre sus ensaladas sin comer y se prepararon para marcharse.
Se habían hecho amigas el verano entre octavo y noveno grado, cuando ambas habían sido echadas de las pruebas para animadoras de primer año de Rosewood.
Juraron que entrarían al equipo al año siguiente, decidieron perder toneladas de peso –así podrían ser las lindas y alegres chicas que los chicos arrojaban al aire. Pero una vez que consiguieron ser flacas y magníficas, decidieron que animar había pasado y que las animadoras eras perdedoras, entonces nunca se molestaron en volver a hacer la prueba para entrar al equipo.
Desde entonces, Hanna y Mona compartían todo, bueno, casi todo. Hanna no le había dicho a Mona cómo había perdido peso tan rápidamente. Era demasiado grotesco como para hablar de eso. Mientras que una dura dieta de semillas de fruta era sexy y admirable, no había nada, nada glamoroso sobre comer una tonelada de basura mantecosa, grasienta y de preferencia llena de queso y luego vomitar todo eso. Pero Hanna estaba por sobre ese pequeño mal hábito por ahora, entonces realmente no importaba.

—Sabes que ese tipo había metido la pata —susurró Mona, reuniendo las revistas en un montón. —¿Qué va a pensar Sean?

—Se reirá —dijo Hanna.

—Uh, no pienso eso.

Hanna se encogió de hombres. —Podría.

Mona resopló. —Si, deslumbrando a extraños va bien con una promesa de virginidad.

Hanna miró hacia abajo a sus tacos morados Michael Kors. La promesa de virginidad. Hanna era increíblemente popular, tenía un extraordinariamente caliente novio, Sean Ackard -el chico que había deseado desde séptimo grado- que se había estado comportando un poco extraño últimamente. Él siempre había sido el Sr. All-American Boy Scout*- mientras era voluntario en su antiguo hogar y sirviendo pavo a los sin hogar en el Día de Acción de Gracias –pero anoche, cuando Hanna, Sean, Mona, y un puñado de otros chicos pasaban el rato en el jacuzzi de cedro de Jim Freed, encubiertamente bebiendo Coronas (marca de cerveza), Sean había tomado un mando de All-American Boy Scout. Había anunciado, un poco orgullosamente, que había firmado una “promesa” de virginidad y había prometido no tener sexo antes del matrimonio. Todos, Hanna incluida, habían estado demasiado atontados para responder.

—Él no hablaba en serio —dijo Hanna con seguridad. ¿Cómo podría haberlo hecho? Un puñado de niños firmaban la promesa; Hanna calculaba que sólo era una tendencia pasajera, como esos brazaletes de Lance Armstrong o Yogalates*.

—¿Tú crees? —Mona sonrió con satisfacción, apartando su largo flequillo fuera de sus ojos. —Vamos a ver qué sucede en la fiesta de Noel el próximo viernes.

Hanna apretó sus dientes. Parecía como si Mona se estuviera riendo de ella. —Quiero ir de compras —dijo, levantándose.

—¿Qué te parece Tiffany’s? —preguntó Mona.

—Sensacional.

Dieron un paseo por la nueva sección de lujo del centro comercial King James, que tenía un Burberry, un Tiffany’s, un Gucci, y un Coach; olía al último perfume de Michael Kors; y estaba abarrotado de chicas lindas de-regreso-a-preparatoria con sus bellas mamás. En un viaje de compras a solas hace unas semanas atrás, Hanna había visto a su antigua amiga Spencer Hastings deslizándose un nuevo Kate Spade, y recordaba cómo ella solía hacer una orden especial de una temporada entera que valía la pena de bolsos de hombro de nylon desde Nueva York.

Hanna se sintió divertida por saber ese tipo de detalles sobre alguien de la cual ya no era amiga. Y mientras veía a Spencer examinando las valijas Kate Spade de cuero, Hanna se preguntó si Spencer estaba pensando lo que ella estaba pensando: esta nueva ala del centro comercial era justo el tipo de lugar que Ali DiLaurentis hubiera amado. Hanna a menudo pensaba en todas las cosas que Ali se había perdido – la fogata de regreso a casa el año pasado, la fiesta de karaoke de Lauren Ryan para sus dulces dieciséis en la mansión de su familia, el regreso de los zapatos de punta redonda, las fundas de cuero para iPod nano Channel… iPod nanos, en general. Pero ¿la cosa más grande que Ali se había perdido? El cambio de imagen de Hanna, por supuesto –y lo que ella había hecho fue como un cañonazo. A veces, cuando Hanna daba vueltas en frente de su espejo de cuerpo entero, pretendía que Ali estaba sentada detrás de ella, criticando sus conjuntos de la forma en que solía hacerlo. Hanna había desperdiciado tantos años siendo una gorda y pegajosa perdedora, pero las cosas eran tan diferentes ahora. Ella y Mona se dirigieron hacia Tiffany’s; estaba lleno de vidrio, cromo, y luces blancas que hacían que los impecables diamantes brillaran incluso más. Mona merodeaba alrededor de las vitrinas y entonces levantó las cejas hacia Hanna.

—¿Tal vez un collar?

—¿Qué hay sobre un encantador brazalete?

—Perfecto.

Caminaron hacia la vitrina y miraron el encantador brazalete de plata con un prendedor en forma de corazón. —Tan lindo —suspiró Mona.

—¿Interesadas? —Preguntó una elegante dependienta mayor.

—Oh, no lo sé —dijo Hanna.

—Te viene bien. —La mujer abrió la vitrina y tanteó alrededor por el brazalete. —

Está en todas las revistas.

Hanna le dio un codazo a Mona. —Pruébatelo tú.

Mona lo deslizó en su muñeca. —Es verdaderamente hermoso. —Entonces la mujer se giró hacia otro cliente. Cuando lo hizo, Mona deslizó el brazalete fuera de su muñeca y lo metió dentro de su bolsillo. Al mismo tiempo, Hanna apretó sus labios y le hizo señas a otra dependienta, una chica de cabello rubio-miel que usaba brillo labial color coral.

—¿Puedo probarme ese brazalete de ahí, el con el amuleto redondo?

—¡Seguro!— La chica abrió la vitrina. —Tengo uno de esos para mí.

—¿Qué hay sobre los aros a juego, también?— Hanna los señaló.

—Por supuesto.

Mona se había movido hacia los diamantes. Hanna sostuvo los aros y el brazalete en sus manos. Juntos, eran $350. Repentinamente, un enjambre de chicas japonesas abarrotaron el mostrador, todas señalando a otro brazalete con un amuleto redondo en la vitrina de vidrio. Hanna examinó el techo en busca de cámaras y las puertas por detectores.

—Oh, Hanna, ¡ven a ver el Lucero! —gritó Mona.

Hanna se detuvo. El tiempo se hizo más lento. Deslizó el brazalete en su muñeca y luego lo movió más arriba dentro de su manga. Atoró los aros en su monedero color cereza con las iniciales Louis Vuitton grabadas. El corazón de Hanna golpeaba con fuerza. Esta era la mejor parte de tomar cosas: la sensación de anticipación. Se sentía toda agitada y viva.

Mona señaló con la mano un anillo de diamante hacia ella. —¿No se vería bien en mí?

—Vamos. —Hanna agarró su brazo. —Vamos a Coach.

—¿No te quieres probar alguno? —Mona puso mala cara. Ella siempre paraba después de que sabía que Hanna había hecho el trabajo.

—Nah —dijo Hanna. —Los bolsos están gritando nuestros nombres. —Sentía la cadena de plata del brazalete presionando gentilmente en un brazo. Tenía que conseguir salir de ahí mientras las chicas japonesas todavía estaban haciendo alboroto alrededor del mostrador. La dependienta no había vuelto a mirar en su dirección.

—Bien —dijo Mona dramáticamente. Tomó el anillo -sosteniéndolo por sus diamantes, lo que incluso Hanna sabía que se suponía no debías hacer- de regreso a la dependienta. —Esos diamantes son muy pequeños —dijo. —Lo siento.

—Tenemos otros —intentó la mujer.

—Vamos —dijo Hanna, agarrando el brazo de Mona. Su corazón martilleaba mientras hilaban su camino por Tiffany’s. El amuleto tintineó en su muñeca, pero mantuvo su manga tirada hacia abajo. Hanna era una experimentada profesional en esto –primero había sido el dulce suelto en la tienda abierta las veinticuatro horas Wawa, luego CDs de Tower, luego camisetas de bebé de Ralph Lauren –y se sentía más grande y más poderosa cada vez. Cerró sus ojos y cruzó el umbral, preparándose a sí misma para que las alarmas se dispararan.

Pero nada pasó. Estaban fuera.

Mona apretó su mano. —¿Conseguiste uno también?

—Por supuesto. —Movió el brazalete alrededor de su muñeca. —Y estos. —Abrió el monedero y le mostró a Mona los aros.

—Mierda. —Los ojos de Mona se ensancharon.

Hanna sonrió. A veces se sentía tan bien superar a tu mejor amiga. No queriendo traer mala suerte, se alejó rápidamente de Tiffany’s y escuchó por si alguien las venía persiguiendo. El único ruido, sin embargo, era el borboteo de la fuente y una versión de Muzak de —¡Oops! I Did It Again*.

Oh sí, lo hice, pensó Hanna.

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Nota de la traductora:

*Humbert Humbert: es el seudónimo adoptado por el protagonista y narrador de la novela Lolita. Humbert es un profesor de poesía francesa divorciado que visita los Estados Unidos y se enamora de Dolores Haze, una niña de doce años apodada “Lolita”.
*Chicos exploradores de América.
*Mezcla entre yoga y Pilates.
*Conocida canción de Britney Spears.

1 comentario:

  1. gracias!
    y una preguntita... ya esta traducido twisted?
    atte
    janne

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