Club de Lectura (2x20)

Te traemos el capítulo 20 del libro Flawless.

Si te perdiste el capítulo anterior, lo podés leer aquí.

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Capítulo 20: Laissez-Faire significa “manos quietas”, por cierto.

El viernes en Economía Avanzada, Andrew Campbell se inclinó sobre el pasillo y golpeó la parte superior del bloc de notas de Spencer. 

—Por lo tanto, no puedo recordar. ¿En limo o en coche a Foxy?

Spencer rodó el lápiz entre sus dedos. 

—Uhm, coche, supongo.

Era una pregunta difícil. Normalmente, Promzilla como ella era, Spencer siempre insistía en una limusina. Y ella quería que su familia pensara que estaba tomando la cita de mañana con Andrew en serio. Sólo que se sentía muy cansada. Tener un nuevo novio era maravilloso, pero era duro tratar de verlo y seguir siendo la estudiante más ambiciosa de Rosewood Day. Ayer por la noche, ella había hecho los deberes hasta las 2:30 A.M. Se había quedado dormida esta mañana durante el yoga, después de que Aria tan extrañamente había salido corriendo. Tal vez Spencer tenía que haber mencionado su nota de “A”, pero Aria ya se había ido antes de que pudiera decírselo. Se había quedado dormida de nuevo en la sala de estudio. ¿Tal vez podría ir a la oficina de la enfermera y dormir en el catre un poco?

Andrew no tuvo tiempo para más preguntas. El Sr. McAdams había renunciado a su batalla con el retroproyector (pasaba en cada clase) y ahora estaba de pie frente al pizarrón. 

—Estoy buscando a alguien que desee leer las preguntas de todos los ensayos el lunes —tronó él—. Y tengo una sorpresa. Si alguno de ustedes puede enviar un e-mail con su ensayo para mí mañana, obtendrá cinco puntos de créditos extras por rapidez.

Spencer parpadeó, perpleja. Sacó su Sidekick y comprobó la fecha. ¿Cuándo se había convertido en viernes? Ella se desplazó hasta el lunes. Allí estaba. Debía el ensayo de Economía.

Ella no lo había iniciado aún. Ni siquiera había pensado en ello. Después del fiasco con su tarjeta de crédito el martes, Spencer tenía la intención de conseguir los libros suplementarios de McAdams en la biblioteca. Salvo lo que sucedió con Wren, que al menos no importaba tanto. Nada pasó.

Había pasado la noche del miércoles en la casa de Wren. Ayer, después de colarse en la escuela luego del período entre sesiones, ella abandonó el hockey y se coló a Philadelphia de nuevo, tomando un SEPTA esta vez en lugar de conducir, porque ella imaginó que sería más rápido. Excepto... su tren estancado. Por lo tanto se sentó en la Trigésima estación de la calle, ella sólo tenía cuarenta y cinco minutos antes de dar la vuelta y llegar a casa para la cena. Así que Wren la había encontrado allí y se habían sentado en un banco aislado detrás del soporte de flores del primer sótano, saliendo enrojecida con besos y con olor a lilas.

Se dio cuenta de que la traducción de los diez primeros cantos de El Inferno de la clase de italiano VI se pospusieron para el lunes también. Y un documento de tres páginas en Inglés sobre Platón. Un examen de cálculo. Las audiciones para La tempestad, la primera obra de teatro del año de Rosewood Day, eran para el lunes. Ella puso su cabeza sobre su escritorio.

—¿Srita. Hastings?

Sorprendida, miró hacia arriba. La campana había sonado, ya todos habían salido, y ella estaba sola. Calamardo se acercó a ella. 

—Lamento despertarte —dijo con frialdad.

—No... yo en realidad no... —Spencer corrigió, recogiendo sus cosas. Pero ya era demasiado tarde. Calamardo estaba escribiendo notas en la pizarra. Se dio cuenta de que estaba moviendo lentamente la cabeza, como si estuviera desesperado.

—Está bien —susurró Spencer. Ella estaba sentada con su computadora, sus libros y papeles a su alrededor. Poco a poco, pronunció la primera pregunta del ensayo de nuevo.

Explicar el concepto de Adam Smith de una "mano invisible" en una economía Laissez-faire, y dar un ejemplo de hoy en día. Biiiiien.

Normalmente, Spencer habría leído la asignación de Economía Avanzada y el libro de Adam Smith de principio a fin, marcando las páginas apropiadas, y haciendo un esbozo de la respuesta. Pero no tenía nada. No tenía ni idea incluso, de lo que laissez-faire quería decir. ¿Era algo que ver con la oferta y la demanda? ¿Lo que era invisible al respecto? Ella escribió algunas palabras claves en Wikipedia, pero las teorías eran complejas y desconocidas. Así que fue a sus apuntes de clase, pero ella no recodaba haber escrito alguno de ellos.

Ella había esclavizado a la escuela por once largos y arduos años, doce si cuentas la escuela Montessori antes del jardín de niños. Sólo por esta vez, no iba a escribir algo flojo, ¿sólo para completar el grado más adelantado del semestre?

Sin embargo, las calificaciones eran más importantes que nunca. Ayer, mientras ella y Wren fueron arrancados el uno del otro en la estación de tren, él le sugirió que debía pasar al final de este año y aplicar en Penn. Spencer se emocionó inmediatamente con la idea, y en los últimos minutos antes de que su tren se detuviera, había fantaseado sobre el apartamento que compartirían, cómo habría esquinas por separado en la sala para estudiar, y cómo tendrían un gato, Wren nunca había tenido uno cuando él era joven, porque su hermano era alérgico.

La idea se había formado en la cabeza de Spencer en el regreso a casa en tren, y en cuanto estaba de vuelta en su dormitorio, revisó para ver si tenía suficientes créditos para graduarse en Rosewood Day y descargar solicitud a Penn. Era algo molesto dado que Melissa iba a Penn también, pero era una gran escuela, y Spencer nunca imaginó que iría a otra.

Ella suspiró y miró a su Sidekick. Wren le había dicho que llamaría hoy entre cinco y seis, y eran las seis y media. Se molestaba cuando la gente no hacía lo que prometía. Ella impaciente revisó el registro de llamadas perdidas, para ver si su número estaba allí. Llamó a su correo de voz para ver si su teléfono no estaba recibiendo la recepción. No había nuevos mensajes.

Por último, ella llamó al número de Wren. El Correo de voz de nuevo. Spencer tiró el teléfono en la cama y miró sus preguntas de nuevo. Adam Smith. El laissez-faire. Las manos invisibles. Grande, fuerte, doctor, manos británicas. En todo su cuerpo.

Ella luchó contra la tentación de llamar de nuevo a Wren. Parecía demasiado como una chica de secundaria desde que Wren comentó que Spencer parecía tan adulta, que había empezado a cuestionar cada una de sus acciones. Su teléfono móvil sonó con su tono de llamada por defecto "My Humps" de Black Eyed Peas; Wren lo hizo ver como irónico, ¿era ella, o simplemente los adolescentes? ¿Y el llavero de peluche en forma de mono para la suerte que había puesto en su mochila? ¿Y qué haría una chica madura cuando se habían detenido y Wren arrancó un tulipán en el stand de flores mientras el florista no estaba mirando y se lo entregó a Spencer sin pagar, pensando que se iban a meter en problemas?

El sol comenzó a hundirse en los árboles. Cuando su padre asomó la cabeza en su habitación, Spencer saltó. 

—Comeremos pronto —le dijo—. Melissa no se nos unirá esta noche.

—Muy bien —respondió Spencer. Estas fueron las primeras palabras no hostiles que él le había dicho a ella en días.

La luz se reflejaba en el Rolex platino de su papá. Su cara se veía casi...arrepentida. 

—Tomé unos de los panes de canela que te gustan. Los estoy calentando un poco.

Spencer parpadeó. Tan pronto como él lo dijo, pudo olerlos en el horno. Su padre sabía que los panes de canela de la panadería Struble eran su comida favorita en el mundo. La panadería estaba en el camino a su oficina y rara vez tenía tiempo para conseguirlos. Se trataba claramente de un Sticky Bun.

—Melissa nos dijo que irás con alguien para Foxy —dijo—. ¿Alguien que conozcamos?

—Andrew Campbell —Spencer respondió.

El Sr. Hastings enarcó una ceja. 

—¿Andrew Campbell, el presidente de la clase?

—Sí —era un tema delicado. Andrew había vencido a Spencer para el puesto;

sus padres habían estado devastados porque había perdido. Melissa había sido presidenta de la clase, después de todo.

El Sr. Hastings se mostró complacido. Luego bajó los ojos. 

—Bueno, es bueno que seas... quiero decir, me alegro de que este lío haya terminado.

Spencer esperaba que sus mejillas no estuvieran de color rojo brillante. 

—Uhm...¿qué piensa mamá?

Su padre le dio una pequeña sonrisa. 

—Va a entrar en razón —palmeó el marco de la puerta, y luego continuó por el pasillo. Spencer se sintió culpable y rara.

Los bollos de canela horneándose abajo casi olían a quemado.

Su celular sonó, sobresaltándola. Ella palmeó hacia él.

—Hola. —Wren sonaba alegre y bullicioso cuando contestó, lo que irritó a Spencer al instante—. ¿Qué sucede?

—¿Dónde has estado? —exigió Spencer.

Wren se detuvo. 

—Con algunos amigos de la escuela.

—¿Por qué no llamaste antes?

Wren hizo una pausa. 

—Hay mucho ruido en el bar —su voz se hizo distante, molesta.

Spencer apretó los puños. 

—Lo siento,—dijo—. Creo que estoy un poco estresada.

—¿Spencer Hastings, estresada? —se dio cuenta de que Wren estaba sonriendo—. ¿Por qué?

—Ensayo de Economía —suspiró—. Es imposible.

—Ugh —dijo Wren—. Ignóralo. Ven a verme.

Spencer hizo una pausa. Sus notas estaban esparcidas al azar por su escritorio. En la mesa estaba el test de esta semana. El B menos brillaba como un letrero de neón. 

—No puedo.

—Muy bien —gruñó Wren—. Así que mañana, ¿entonces? ¿Puedo tenerte todo el día?

Spencer se mordió el interior de su mejilla. 

—No puedo mañana, tampoco. Yo... tengo que ir a esta cosa de beneficencia. Voy a ir con este muchacho de la escuela.

—¿A una cita?

—En realidad no.

—¿Por qué no me lo preguntaste a mi?

Spencer frunció el ceño. 

—No es como si a mí me gustara él. Es sólo un chico de la escuela. Pero, quiero decir, no lo haré, si no quieres que lo haga.

Wren se echó a reír. 

—Sólo te estoy haciendo pasar un mal rato. Ve a lo tuyo. ¡Diviértete! Podemos pasar el rato el domingo —entonces dijo que tenía que irse, que necesitaba ese turno en el hospital—. Buena suerte con tu trabajo —añadió—. Estoy seguro que lo harás bien.

Spencer miró melancólicamente la pantalla de su teléfono con el mensaje de LLAMADA FINALIZADA en la pantalla. Su conversación había durado la grandísima cantidad de un minuto y cuarenta y seis segundos. —Por supuesto que lo voy a hacer bien —le susurró al teléfono. Con cerca de una semana de prórroga.

Al pasar por el ordenador, se dio cuenta de un nuevo e-mail en la parte superior de su bandeja de entrada. Había llegado hace unos cinco minutos, mientras ella estaba hablando con su padre.

¿Quieres la A fácil? Creo que sabes dónde encontrarla. –A

El estómago de Spencer se tensó. Ella miró por la ventana, pero no había nadie en su jardín. Luego asomó la cabeza fuera, para comprobar si alguien había instalado una cámara de vigilancia o poner en un mini micrófono. Pero todo lo que vio fue la fachada de piedra gris-marrón de su casa.

Melissa mantenía sus ensayos de la secundaria en la computadora familiar. Ella era como Spencer, y guardaba todo. Spencer no tendría que pedir permiso a Melissa para echarles un vistazo, estaban en un driver. Pero, ¿cómo diablos “A” lo sabe?

Era tentador. Excepto... no. De todos modos, Spencer dudaba que “A” quisiera ayudarla. ¿Era esta una trampa elaborada? ¿Podría ser “A”, Melissa?

—¿Spencer? —su madre la llamaba—. ¡La cena!

Spencer minimizó el e-mail y caminó distraídamente hacia la puerta. La cosa era, si ella tomaba el ensayo de Melissa, ella tendría tiempo para terminar sus otras tareas y ver a Wren. Ella podría colocar otras palabras... utilizar el diccionario de sinónimos. Ella nunca lo haría otra vez.

Su computadora hizo ring otra vez, y se volvió.

P.D. Me has hecho daño, así que voy a hacerte daño. ¿O tal vez debería hacerle daño a

cierto novio nuevo en tu lugar? Ustedes muchachas mejor cuídense, Apareceré cuando

menos se lo esperen. -A